Cuando se habla de la Masonería, a muchos nos vienen a la cabeza las peores conspiraciones del planeta. Pensamos –enseguida– en una organización que quiere dominar el mundo, con el fin de establecer un «Nuevo Orden». También, creemos que se trata de una sociabilidad en la que se realizan ritos oscuros. Y, en los casos más extremos, se arguye que la Fraternidad es una organización demoniaca, en la que se invoca a Lucifer. Pero nada más lejos de la realidad. Estamos ante lo que se denomina «Leyenda Negra» de la entidad, una mala imagen que se ha pergeñado durante los tres últimos siglos, pero que no se ajusta a la realidad.
De hecho, la Hermandad pretende unos fines muy loables. “Se trata de una escuela de formación humana que, abandonadas las enseñanzas técnicas de la construcción, se transforma en una asociación cosmopolita que acoge en su seno a hombres de diferente lengua, cultura, religión, raza y convicciones políticas, pero que coinciden en el deseo común de perfeccionarse por medio de una simbología de naturaleza mística o racional, y de prestar ayuda a los demás a través de la filantropía y la educación”, explica José Antonio Ferrer Benimeli, profesor emérito de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza y uno de los introductores –en Europa– de los estudios académicos sobre el pasado de las logias.
La mencionada organización tendría su origen en los gremios de constructores de las catedrales medievales. Era el momento de la «Masonería Operativa». No obstante, bajo su forma actual –también conocida como «Hermandad Especulativa»– apareció el 24 de junio de 1717. Fue la fecha en la que se fundó la Gran Logia de Londres. Esta evolución se debió a la transformación de la Cofradía en una suerte de “sociedad de ideas”, tras abrir sus reuniones a personas alejadas de la actividad gremial, según asegura el periodista e investigador José Luis Trueba Lara.
Pero, entonces, ¿cuándo surge la mencionada «Leyenda negra» de la que hablábamos? Tiene unas raíces muy claras, a inicios del siglo XVIII, pocos años después del nacimiento de la operatividad masónica… La oficialidad católica publicó el 24 de abril de 1738 la primera condena a las logias, que se condensó en la Carta Apostólica In Eminenti. Este documento fue impulsado por Clemente XII, sumo pontífice en aquella etapa. Desde esta fecha, se han sucedido las censuras eclesiales a la entidad. Sólo durante el siglo XVIII, se unieron la persecución impulsada por Benedicto XIV y por el secretario de Estado Pontificio, el cardenal Firrao.
Dichas condenas justificaban “la prohibición e ilegalidad de las reuniones de masones en el secreto con el que se rodeaban los miembros de la Hermandad, en el juramento que hacían y en el Derecho Romano en vigor como sospechosos de ir en contra de la tranquilidad pública”, explica Ferrer Benimeli. Incluso, el Papa –en cuanto jefe de la Iglesia Católica– añadió la idea de ser “sospechosos de herejía al reunirse juntos católicos y no católicos, hecho condenado entonces con la pena de excomunión”, subraya el investigador.
Sin embargo, los poderes píos no se dieron por satisfechos. La criminalización de la Masonería continuó, aunque los argumentos fueron variando, para poder adaptarse a las circunstancias de cada momento. Durante el siglo XIX, se condenó la Fraternidad como entidad vinculada –supuestamente– con el liberalismo político y el naturalismo filosófico. Las medidas coercitivas por el secreto, el juramento y la posible sospecha pasaban –así– a un segundo plano. “En las más de 2.000 condenas que tuvieron lugar durante los pontificados de Pío IX y León XIII, el leitmotiv de todas ellas es que la Masonería y demás sociedades secretas maquinaban contra la Iglesia y los poderes civiles legítimamente establecidos”, afirma José Antonio Ferrer.
Los gobiernos también reprimieron
Utilizando este mismo precepto –la hipotética animadversión al trono y al altar–, la censura hacia la Masonería no sólo procedió de las instancias eclesiales. A lo largo de la historia, el poder político también ha atacado a dicha organización. Una persecución que ha procedido –sobre todo– de las dictaduras. “Los autoritarismos han proscrito a la Masonería”, asegura profesor emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada, Francisco López Casimiro. “Hay que tener en cuenta que la máxima de la Fraternidad es la tolerancia, fundamento que choca con la filosofía de los totalitarismos, que aseguran tener la posesión absoluta de la verdad”, aseveraba el docente. “La Orden preconiza la libertad, mientras que los regímenes dictatoriales son antiliberales”.
“Las dictaduras han tenido que recurrir a la utilización de los ingredientes «anti» del sistema, en especial el antijudaísmo, el anticomunismo y la antimasonería”, añade Ferrer Benimeli. Son los casos de Mussolini y Hitler, que prohibieron las logias –respectivamente– en 1925 y en 1934, en Italia y en Alemania. Tampoco se puede olvidar el caso de Francisco Franco –en España–, quien equiparó al Comunismo y a la Fraternidad, desatendiendo las disposiciones de determinados organismos socialistas, que tampoco vieron con buenos ojos a las entidades fraternas.
Dichas posturas se fundamentaron –en parte– en los conocidos como Protocolos de los Sabios de Sión, cuyo fraude se puso de manifiesto en 1921. En los mencionados textos se expresaban los supuestos puntos en común entre el mundo hebrero y las logias. El punto clave de la argumentación de dicho compendio se basaba en que existía una supuesta conjura ideada en el Congreso judeo–sionista de Basilea (Suiza) de 1897, donde –hipotéticamente– se habría acordado “la esclavización y la conquista del mundo”, añade el especialista Miguel Martín Albo. Pero, como se mencionaba, en el siglo XX se demostró que dichas aseveraciones eran falsas…
Incluso, las logias también estuvieron prohibidas en la Unión Soviética, por lo que el complot «judeo–masónico–comunista» defendido –entre otros– Francisco Franco no era cierto. “La política antimasónica llevada a cabo desde 1917 en la URSS se extendió, a partir de 1921, a todos los partidos comunistas occidentales, en virtud de la decisión adoptada por la Tercera Internacional en su tercer congreso”, explica Ferrer Benimeli. “Trosky pidió que la adhesión a la Orden fuera prohibida a todo miembro del partido, ya que «la Masonería representaba un proceso de infiltración de la pequeña burguesía en todas las capas sociales». Y añadió que «la solidaridad, principio básico de las logias, constituía un serio obstáculo para la acción proletaria, y que la libertad reivindicada por dicha organización era una libertad de concepción burguesa, opuesta a la dictadura del proletario»”.
No obstante, las dictaduras más prosélitas en contra de los masones fueron las fascistas. Y para muestra, los casos ya mencionados de Mussolini y Hitler. En la Alemania Nazi, el asunto masónico se vinculaba con el antijudaísmo. Asimismo, se ha de referir el caso de España, donde centenares de masones fueron represaliados, enjuiciados y condenados por culpa de una obcecación franquista, que consideraba a los iniciados es como los responsables de los males que aquejaban a nuestro país. Sin embargo, nada más alejado de la realidad. Sólo hay que consultar los libros de historia…
De cualquier forma, antes de estas dictaduras –durante el siglo XVIII–, muchos gobiernos también emprendieron una persecución parecida. La primera disposición tuvo lugar en 1735 en los Estados Generales de Holanda. Y, tras ello, llegaron medidas similares en Ginebra, Francia, Hamburgo, Suecia, Austria, Constantinopla, el consejo del cantón de Berna, el Consistorio de Hannover, el jefe de policía de París, el gobernador de la isla de Madeira, Mónaco o Baviera. En España, el rey que censuró la Masonería fue Fernando VI en 1751, una sanción que se mantuvo vigente durante décadas, siendo reforzada por monarcas como Carlos III o Fernando VII.
En cualquier caso, la Fraternidad no ha sido una institución que haya estado detrás de las grandes conspiraciones planetarias. Es más, en algunos países –entre los que se encuentra España– ha sufrido la represión a lo largo de diferentes momentos históricos. En consecuencia, se debe seguir investigando y divulgando este tema, con el fin de transmitir una imagen real del fenómeno masónico. Y, en este sentido, están trabajo entidades como el Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española (CEHME), en el que se integran investigadores y académicos de todo el mundo. ¡No te pierdas su trabajo!
Si quiere más información sobre este tema, puede consultar los libros «La Masonería en Guadalajara» y «La Masonería en la prensa mexicana a finales del siglo XIX». Ambas obras se encuentran escritas por el investigador, historiador y periodista Julio Martínez García. Un autor que ya está preparando un manual general sobre el devenir de la Hermandad, que se publicará en las próximas semanas, por parte de Océano Atlántico Editores.

Historiador y periodista, especialista en comunicación ambiental y en Masonería mexicana. El reporterismo es mi vocación. Ahora informando desde Guadalajara. “Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” (Benito Juárez, 1867).