El paisaje cultural salido de la Guerra Civil, una oportunidad de desarrollo para la provincia (II)

“España cuenta con muy pocos centros dedicados a la historia, un vacío particularmente acusado respecto al conflicto. Existen aún demasiadas memorias sin lugar y demasiados lugares sin memoria”. Antonio Cazorla Sánchez, catedrático de Historia de Europa, Trent University, Canadá.

A partir de 1940, mientras Europa empezaba a librar su propia batalla contra el fascismo, en España el nuevo régimen franquista daba comienzo a un ambicioso plan de reconstrucción nacional con el fin tanto de mostrar al mundo el músculo del bando vencedor como de paliar las carencias y necesidades inmediatas de las regiones devastadas por la Guerra Civil.

En Guadalajara, pueblos enteros habían desaparecido entre las líneas de frente de algunas de las batallas más decisivas de la contienda. Alarilla, Aleas, Hita, Masegoso, Valfermoso, Utande, Muduex, Gajanejos, Montarrón… una larga lista de localidades seriamente dañadas y con su población evacuada a partir de 1937. Sobre la base de aquellos escombros paupérrimos de barro y cáñamo y la mano de obra forzada de prisioneros republicanos, en apenas unos años algunas, no todas, se volvieron a levantar, una auténtica proeza dadas las carencias materiales y tecnológicas del momento.

Así, tan pronto como en mayo de 1941 se inauguraron las primeras viviendas en Masegoso: 18 construcciones básicas para paliar una necesidad perentoria; 12 más se entregaron en Hita en 1943, a las que seguirían otras dos fases de 16 y 20 viviendas en los años venideros. Para 1946 la localidad había recuperado el ayuntamiento, la escuela, las instalaciones de agua y el alumbrado eléctrico y el régimen publicitó extensamente las obras con grandiosas inauguraciones públicas.

Las huellas de la Guerra Civil y de la reconstrucción posterior se pueden seguir pueblo a pueblo por toda la provincia, así como en los términos municipales donde se libró la contienda. Ocultos entre cultivos y monte bajo permanecen los restos de las fortificaciones de los dos bandos, no en vano Guadalajara es aún hoy un extenso y desconocido museo bélico al aire libre.

La historia, el valor patrimonial y el potencial turístico de lo que hoy se considera un recurso económico más, el paisaje cultural resultante de la Guerra Civil, es una de las muchas líneas de actuación sobre las que las distintas administraciones podrían plantear la lucha contra la despoblación.

Sobre estas premisas, el pasado 17 de noviembre tuvo lugar en el Complejo San José de Guadalajara una jornada auspiciada por las Cortes de Castilla-La Mancha con el patrocinio de la Diputación Provincial y el asesoramiento académico de la Universidad de Alcalá. Su título, El impacto de la Dirección General de Regiones Devastadas en el paisaje cultural de la provincia de Guadalajara, basado en el proyecto del investigador de la UAH Oscar Navajas Corral. Durante el encuentro se compartieron inquietudes, reflexiones y propuestas de visibilización de esta herencia que se ha dado en llamar en muchas ocasiones patrimonio incómodo, dadas aún hoy sus connotaciones históricas y políticas.

Gajanejos. Foto: Xulio García Bilbao
Gajanejos. Foto: Xulio García Bilbao

Se reconoce unánimemente que en Guadalajara Europa ganó la primera batalla contra el fascismo, un triunfo que tuvo terribles consecuencias, prolongó la guerra y acarreó un terrible sufrimiento a la población, así como una gran destrucción. Más allá de aquellos hechos y del proceso de reconstrucción posterior, así como del posible rédito económico en el que muchos ayuntamientos ponen sus esperanzas, subyace un tema no resuelto pero de plena actualidad que antecede a cualquier actuación: la asignación de significado a los restos bélicos en línea con los valores actuales y la Ley de Memoria Democrática en vigor.

Este fue uno de los aspectos en los que se hizo hincapié durante el encuentro de expertos del pasado mes de noviembre en el Complejo San José. Casi nueve décadas después de la Guerra Civil, camino ya de su centenario, no hay un relato oficial que acompañe la divulgación y preservación de ese paisaje cultural para que sirva de conocimiento a cada nueva generación.

Trincheras en Utande. Asociación Histórica Frente de Guadalajara
Trincheras en Utande. Asociación Histórica Frente de Guadalajara

Y sin embargo, desde el ámbito académico no existen dudas: “Hay que promoverlo, revalorizarlo y darlo a conocer, es parte de nuestra historia”, afirma la doctora en Historia por la UAH y miembro del Consejo Asesor de Memoria Democrática, Verónica Sierra, consciente también de las “aristas” del complejo prisma de esta herencia cultural. “Fueron personas las que contribuyeron a levantar el país, y eso hay que reinterpretarlo”, explicaba durante la jornada del pasado mes de noviembre en referencia al trabajo aún no reconocido de los prisioneros republicanos en la posguerra.

A diferencia de lo que pueda parecer, dado el tiempo transcurrido, no ha habido grandes avances en la documentación de los restos, que solo recientemente la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha se ha comprometido a catalogar, ante el riesgo evidente de que desaparezcan.

Masegoso (80 hab.), uno de los pueblos evacuados, destruido en la guerra y reconstruido después, una de las localidades adoptadas por el Caudillo Francisco Franco, ha conservado el recuerdo de aquellos años no solo a través de las viviendas levantadas por la Dirección General de Regiones Devastadas, que aún hoy singularizan la localidad, con su trazado urbano característico, sino también con una exposición permanente en los soportales de la plaza Mayor que interpreta con imágenes y texto lo que allí se vivió durante la Guerra Civil. Sin embargo, de los prisioneros que junto con los vecinos trabajaron a partir de 1940 allí, nada se sabe y por tanto, nada se dice.

La memoria colectiva parece haber borrado de un plumazo una parte de la historia, generalmente la de los perdedores. Y sin embargo, en los últimos años se ha despertado un verdadero interés por conocer este pasado tan reciente, cuyos restos yacen diseminados y sin una explicación actualizada, histórica y veraz que los acompañe.

Desde la administración se reconoce la voluntad de catalogar y poner en valor lo que se considera hoy “un recurso turístico de calidad cultural y patrimonial”, en palabras de la responsable de Patrimonio de la Junta de Comunidades en Guadalajara, Teresa Sagardoy, quien no solo admitía el pasado mes de noviembre la falta de fondos públicos para efectuar tales trabajos, sino también la tibieza de la administración para analizar los restos “debido a limitaciones políticas y sociales”.

Gajanejos
Gajanejos

Sólo un ejemplo. En la entrada sobre Gajanejos (61 hab.) de la web de turismo patrimonial de la Junta de Comunidades no hay una sola referencia como lugar de interés vinculado a la Guerra Civil. En la web de turismo de FADETA, tampoco. Y sin embargo, Gajanejos tiene su nombre inscrito en los libros de historia por derecho propio. Las fotos de las estrellas de Hollywood como Errol Flyn, paseando por sus calles en 1937 o de Hemingway, se publicaron en su día en periódicos de todo el mundo.

En muchas localidades, el empuje de iniciativas privadas como la Asociación Histórica Frente de Guadalajara, que desde hace algunos años lidera la visibilización de los restos de las batallas de la Guerra Civil en la provincia, su conservación y difusión mediante visitas y charlas informativas allí donde sus responsables se comprometen con su pasado más reciente, suple en muchos casos la labor de la administración.

De momento, tanto Masegoso como Gajanejos han logrado que se abran sendos expedientes de Bien de Interés Cultural, un primer paso para la protección de su extenso paisaje cultural bélico. El desafío en ambos casos, según Teresa Sagardoy es “el contexto, el discurso sobre el proceso histórico. Lo único que tenemos claro es que son lugares que hay que reasignar y reflexionar sobre el contexto histórico, social y religioso”.

Mientras, desde las asociaciones memoralistas que reivindican el recuerdo de aquellos que participaron en la contienda y quedaron olvidados en fosas comunes y cunetas -así como de los guadalajareños en campos de concentración en Centroeuropa tras la II Guerra Mundial-, se cree que hay que marcar un relato claro y contundente, respetando los valores democráticos actuales. “Hay que desmontar algunos discursos, afirma Xulio García Bilbao, del Foro por la Memoria de Guadalajara, a algunos alcaldes los temas de la Guerra Civil les interesan solo para algunas cosas”.

A este respecto, García Bilbao es muy crítico con aquellos que lideran el aprovechamiento turístico de lo que hoy se considera tan solo un recurso económico más. “En Gajanejos, explica, hay una fosa con soldados republicanos, miembros del Batallón Alicante Rojo, de la 71 Brigada Mixta, muertos en combate en octubre de 1936. Hace algunos años acompañé a algunos familiares que vinieron desde Benissa, en Alicante, y no se les facilitó ninguna ayuda”. Y no solo eso, precisa: “Tampoco homenajean a Teodoro García Pastor, natural de Gajanejos y muerto en el campo de concentración de Gusen el 30 de julio de 1941”. El responsable del Foro también cita la presencia en el callejero de nombres franquistas.

A este respecto, su alcalde, el popular Alvaro Vara, que lidera en la provincia la recuperación de los restos de la Batalla de Guadalajara como activo económico y turístico y que ha anunciado la próxima apertura de un museo al aire libre con piezas militares relevantes procedentes de la época, afirmó durante la jornada sobre Regiones Devastadas que está previsto la eliminación de tal denominación en este 2025 ya en curso.

Ayuntamientos, administraciones y asociaciones trabajan contra reloj, en una carrera contra el tiempo y contra el olvido. Desde la Asociación Histórica Frente de Guadalajara abogan por “normalizar el patrimonio ligado a la Guerra Civil a la manera de Italia”. Se trata de una necesidad urgente, explican, dado el estado de los restos, en muchos casos en proceso avanzado de destrucción, como en el caso del centro de mandos republicano ubicado bajo el bosque de Valdenazar, en Yebes, cuya ubicación exacta en distintos foros dio lugar a su vandalización en 2020.

En la actualidad, ni siquiera están catalogados. “Es necesario un mapa del paisaje cultural bélico, explica la académica Verónica Sierra. Mientras esto no sea una prioridad no hay nada que hacer y al menos en Castilla-La Mancha las prioridades están alejadas de esto”. Y señalaba como imprescindible la reasignación de los espacios a través de la implicación de los vecinos, en aras de “preservar, explicar y poner en valor en función de nuestros valores democráticos actuales, siempre con la base del respeto a la convivencia y su inclusión en las dinámicas locales y cotidianas de cada localidad”. En este mismo sentido se manifiesta el autor del proyecto presentado: “Falta por hacer no solo el trabajo de archivos -explicaba el doctor en Historia y Museología Oscar Navajas Corralsino también la herencia oral, la que tiene que ver con las personas. Detrás de los ladrillos, en las regiones devastadas hubo personas. Esa memoria detrás de los ladrillos tiene que ser objeto de estudio”.

Ni oral, ni escrita, Guadalajara parece carecer de memoria histórica. Si bien la Guerra Civil extendió sus mortíferos tentáculos por todo el país a lo largo de tres largos años, nuestra provincia tiene su nombre ligado intrínsecamente a ella. A partir de 1937 los ojos del mundo estuvieron pendientes de las pequeñas localidades alcarreñas donde la democracia luchaba en defensa de la libertad y pese a ello, nada hay que recuerde permanentemente y ponga el valor unos sucesos que pudieron cambiar el curso de la Historia. Así, mientras Europa conmemora en bloque cada verano las efemérides de las dos guerras mundiales, con todo el arco político presente, incluidos los respectivos jefes de Estado, ya sean reyes o presidentes, hasta ahora en España no se ha conmemorado institucionalmente el fin de la dictadura. De hecho, se considera el 20 de noviembre como una fecha de exaltación ultra. Guadalajara, por su parte, parece esconder su participación en la liberación de París, cuando la imagen del famoso tanque con el nombre de la provincia es una imagen icónica del siglo XX, como lo es la Batalla de Guadalajara en todo el mundo. Incomprensiblemente, nada hay aquí en homenaje o recuerdo de aquellos hechos y de quienes los protagonizaron. Sólo un cierto interés de rédito económico de último recurso podría devolver a la vida estos espacios de memoria, o de historia pública, en palabras del catedrático de Historia de Europa, Antonio Cazorla, en su libro Los pueblos de Franco, de reciente aparición.