
A mediados de los años cuarenta, acabada la Segunda Guerra Mundial, España avanzaba en la reconstrucción del país con el doble objetivo de recuperar la normalidad y mostrar al mundo la capacidad operativa del nuevo régimen. En este contexto, en 1946 Franco inauguraba en Sigüenza la rehabilitación de la catedral. Los periódicos de la época daban cuenta de la visita del dictador con florida prosa y n menos exultantes alabanzas. Y también sin mención alguna a los trabajadores penados que llevaron a cabo las obras.
Desde la Ciudad del Doncel, la nutrida comitiva oficial se trasladaría a visitar la reconstrucción de Gajanejos, tal vez el pueblo más emblemático de la Batalla de Guadalajara, arrasado por completo a partir de marzo de 1937 y vuelto a levantar por la Dirección General de Regiones Devastadas apenas seis años después de terminada la contienda.
El recorrido del Generalísimo por Guadalajara acabaría en la plaza del Ayuntamiento de la capital, donde a diferencia de la exaltación vivida en Sigüenza la escasa repercusión de su presencia se ocultó manipulando el ángulo de las fotografías oficiales. Tal vez date de entonces el desagrado de Franco con “Guadalajara la roja”, aunque esa sea ya otra historia.

Cerca de ochenta años después de este episodio, ha tenido lugar una jornada informativa dentro del proyecto “El impacto de la Dirección General de Regiones Devastadas en el paisaje cultural de la provincia de Guadalajara”, financiado por las Cortes de Castilla-La Mancha y la Universidad de Alcalá. El objetivo de la sesión, celebrada en pasado día 17 de diciembre en el Complejo San José -auspiciado por la Diputación de Guadalajara- fue generar propuestas para la visibilización de esta herencia patrimonial aún hoy presente tanto en los pueblos intervenidos tras la Guerra Civil como en la misma ciudad de Guadalajara. Para ello se contó con la presencia de los principales responsables de la UAH, así como representantes de la Diputación Provincial, la sección de Patrimonio de la Junta de Comunidades y expertos académicos tanto en la historia de las regiones devastadas como en Memoria Democrática.
Junto con los restos materiales ligados a las batallas de la Guerra Civil, en cuya catalogación ya trabaja la administración regional en colaboración con los ayuntamientos y las asociaciones memoralistas, los expertos que han documentado las actuaciones de la Dirección General de Regiones Devastadas creen posible que las localidades destruidas entre 1936 y 1939 y vueltas a reconstruir a partir de 1940 puedan ser en sí mismas un recurso turístico y económico de especial relevancia dada la especial idiosincrasia de su paisaje urbano y la intrahistoria de estos lugares que hasta ahora ha pasado inadvertida.
Se abriría por tanto una doble vía en torno a las rutas de la Guerra Civil donde de momento está todo por hacer pero que podría ser clave para desarrollar proyectos turísticos de impacto económico y también demográfico en la siempre presente lucha contra la despoblación.

Masegoso, Aleas, Valfermoso de las monjas, Gajanejos, Trijueque, Cogolludo, Hita, Romerosa, Muduex, Utande, Montarrón… la lista de pueblos destruidos en la guerra al quedar en la línea de frente o entre los frentes durante los enfrentamientos es extensa. Muchos fueron evacuados en algún momento y tras la guerra, no todos consiguieron recuperarse llegando en algunos casos a desaparecer, como Romerosa.

En 1940 el Consejo de Ministros del nuevo Régimen aprobaba la reconstrucción de Hita, Masegoso y Gajanejos, de acuerdo con los planes de la Exposición de la Reconstrucción de España, liderada por el aún en ese momento todopoderoso Ramón Serrano Súñer. Solo un año después, en marzo de 1941 se entregaron las primeras viviendas en Masegoso, un conjunto de 18 casas muy humildes pero que permitieron a los vecinos volver a un pueblo del que las imágenes conservadas de la época dan cuenta de su destrucción. Al otro lado de la provincia, en Hita, se hacía entrega de otras 12 viviendas dos años después, en 1943, y se trabajaba en la construcción de veinte unidades más. Al acto oficial acudió la jefa de la Sección Femenina, Pilar Primo de Rivera, lo que pone de relieve la importancia que daba el gobierno franquista a estas actuaciones. Muchas de las localidades a rehabilitar serían además adoptadas por el Caudillo mediante el decreto de adopción de 28 de octubre de 1939.
A escasos kilómetros de Guadalajara, los pueblos que bordean la A2 en lo alto de la alcarria son aún hoy urbanísticamente deudores de los proyectos de la Dirección General de Regiones Devastadas. Hasta la misma Guadalajara capital lo es. “Si observan el paseo de Fernández Iparraguirre, ahí están presentes los principales elementos de la ciudad: educación, administración y sanidad. Es un modelo que se repite en ciudades de toda España”, explicaba el historiador de la Facultad de Historia de Valencia, Vicente Javier Mas Torrecilla durante la jornada del pasado día 17, en referencia al colegio público Rufino Blanco, el edificio de la actual Subdelegación del Gobierno y la Clínica Sanz Vázquez, alineados en lo que era en la posguerra la principal arteria de Guadalajara, una forma racionalista de concebir el urbanismo proyectado por los tecnócratas del régimen franquista, en este caso siguiendo el modelo de Las Ramblas de Barcelona al ser el arquitecto responsable catalán. “Regiones Devastadas fue el gran brazo del nuevo gobierno para restituir la normalidad y planificar el futuro en todos los ámbitos: económico, religioso, en materia de ocio… Ésta programación urbana durará en España hasta finales de siglo”, afirmó.

Según este investigador, el de España sería en años venideros el ejemplo pionero de los planes de reconstrucción que seguirían tras la II G.M. los países europeos de nuestro entorno, de ahí el interés del Régimen. Para Más Torrecilla, la documentación de la época demuestra que Regiones Devastadas trabajó con independencia de motivaciones políticas, en base a novedosos planteamientos tecnocráticos basados escrupulosamente en la eficiencia y en la eficacia: “Eran la puerta a la modernidad en España, los que abrieron la puerta al futuro”. En su opinión, estos planteamientos acabaron permeando a toda la sociedad, aunque a escasos cien kilómetros de Madrid, a principios de los años 1940 tuvieran que llevarse a cabo con mucha precariedad, a base de adobe y materiales de derribo, los disponibles sobre el terreno, además de mano de obra precaria de cautivos, prisioneros de guerra principalmente, y vecinos sin formación alguna en técnicas de construcción.
Un ejemplo ampliamente representativo aunque no muy conocido es el de Masegoso de Tajuña (74 hab.). El responsable del proyecto de Regiones Devastadas, el perito aparejador Arturo Faura, documentó en aquel momento todo el proceso con su cámara fotográfica. Sus imágenes permiten comprobar hoy el grado de destrucción del pueblo, el inicio de los trabajos, la entrega de las primeras viviendas, muy humildes, para jornaleros, pero ya ejecutadas con un nivel de detalle y unas premisas de salubridad hasta el momento desconocidas; y el avance de las obras hasta 1947, con la entrega de 47 viviendas más. Todas ellas según un modelo común orientado a la vida agrícola, rodeado de un urbanismo plenamente moderno que incluía zonas comunes, como la plaza principal con soportales para resguardarse de las inclemencias del clima extremo de Guadalajara. El preciosismo con el que se abordó la reconstrucción de Masegoso aún se puede apreciar en sus calles y en las edificaciones, mantenidas sin apenas alteraciones por sus propietarios hasta el día de hoy.
“Cuando éramos niños –explicaba durante el encuentro del pasado día 17 Pilar Villalba Cortijo, arquitecto jubilada y ex responsable de la Asociación Cultural de Masegoso – éramos conscientes de que vivíamos en un pueblo moderno que no tenía nada que ver con los pueblos de alrededor. (El nuevo) Masegoso era un pueblo ordenado, higiénico, ventilado, y eso pese a que lo hicieron con teja y adobe, con lo que había y con personal no cualificado, prisioneros y vecinos”. El proceso que abordó esta localidad se puede ver en los paneles informativos colocados en su plaza Mayor por el Colegio de Arquitectos de Guadalajara a partir de la exposición celebrada en 2022 con el legado fotográfico de la familia Faura.
Para el ex presidente del Colegio de Arquitectos, José Antonio Herce, también presente en la jornada celebrada en el complejo San José, tanto Masegoso de Tajuña como el resto de pueblos intervenidos por la Dirección General de Zonas Devastadas tienen un interés turístico innegable en la actualidad, con el foco puesto en Madrid como fuente principal de visitantes. En este mismo sentido se manifestaba Javier Segura, guía turístico oficial de Cogolludo y responsable de la empresa de promoción turística Guiarte Guadalajara: “Hasta hace muy poco daba miedo hablar de la Guerra Civil, pero en este sentido la provincia tiene un potencial turístico enorme, somos un diamante en bruto, tenemos que dar a conocer los restos que quedan, hacerlos accesibles, conservarlos. En muchas localidades, como Cogolludo, se sobrepone el patrón histórico con el de la Guerra Civil”.

Mientras Francia y Alemania llevan explotando turísticamente su memoria histórica desde hace décadas, España mira con recelo el recurso a su pasado reciente. Y sin embargo, es un hecho constatado que el turismo bélico gana adeptos también aquí. No solo Gajanejos (61 hab.) recibe mensualmente un autobús procedente de Madrid con visitantes tras las huellas de Hemingway o Dos Pasos, y de aquellas crónicas que mantuvieron en vilo al mundo entero desde las páginas de periódicos de todo el mundo durante tres días de marzo de 1937, cuando la República derrotó por primera vez en Europa al fascismo, sino que hay otras pequeñas localidades que están sabiendo sacar rédito a episodios hasta ahora olvidados de aquellos años.
Abánades (53 hab.) ha logrado situarse en el mapa más de ocho décadas después de que el enfrentamiento que allí se produjo quedara enterrada para siempre en su término municipal aunque paradójicamente fuera materia de estudio en las academias militares de todo el mundo. La recreación anual de La batalla olvidada congrega cada año a cientos de visitantes y supone un recurso de primer orden. El pueblo cuenta con su propio museo, algo a lo que aspiran por ejemplo en Gajanejos, donde su alcalde, Alvaro Vara, una rara avis dentro del Partido Popular, lleva años luchando por que el pueblo consiga al fin el reconocimiento que merece como lugar central de la Batalla de Guadalajara. “Aquí se puso la primera piedra de la unión europea -afirma- sobre las cenizas de nuestra guerra. Aquí tuvo lugar la primera batalla que ganó la República, la primera derrota del fascismo, la primera batalla de la II G.M., fuimos el primer pueblo adoptado inaugurado por Franco, explica el edil.
Su empeño por rentabilizar el paisaje cultural ligado al conflicto le ha hecho protagonizar portadas en toda la prensa nacional. Su objetivo, conseguir musealizar los restos bélicos aún visibles en el término muncipal de Gajanejos: un gran museo de la Guerra Civil al estilo del que hay en Gettysburg, en Estados Unidos, donde se exhiben más de cuatro mil artefactos procedentes de todas las contiendas en las que ha participado el país. Para ello, ya ha solicitado un carro de combate soviético al Instituto de Historia Militar del Ministerio de Defensa, la primera piedra de ese futuro proyecto.

Mientras las administraciones provinciales y regionales estudian como apoyar las distintas iniciativas que tratan de rentabilizar el paisaje cultural ligado a la Guerra Civil, iniciativas privadas como la Asociación Histórica Frente de Guadalajara (AHFG) llevan años divulgando este patrimonio, en los últimos tiempos entre estudiantes de Secundaria tanto de Guadalajara como de Madrid. Y constatan el enorme interés de los estudiantes por conocer sobre el terreno un periodo al que no suelen llegar los planes de estudio. “Es imprescindible el intercambio generacional -afirman desde la AHFG-, las nuevas generaciones deben de saber de dónde vienen para que tengan la oportunidad de imaginar hasta donde quieren llegar”, afirman desde la AHFG.
Y sin embargo, y aunque resulte sorprendente, la intrahistoria de este recurso patrimonial aún está por fijar. Más allá de proyectos puntuales o de un gran proyecto global, la visibilización, conservación y puesta en valor de los restos de la Guerra Civil y la posguerra, no solo en Guadalajara, sino a nivel nacional, sigue teniendo aristas. El fondo de la cuestión sobre el que caminan de puntillas las administraciones -pese a la cobertura legal de la Ley de Memoria Democrática– es el contexto histórico, que hace de todos estos vestigios un patrimonio incómodo ante la falta de un relato académico y político de la Guerra Civil y la posguerra unificado y plenamente aceptado aún hoy en 2024.
“La puesta en valor de las regiones devastadas en Guadalajara puede ser un recurso económico y turístico, pero lo principal aquí es la puesta en valor de aquella legalidad y el homenaje a todos los que vivieron aquel momento”, en palabras de la diputada de Cultura de la Diputación de Guadalajara, Arancha Pérez Gil. En este sentido trabaja en Castilla-La Mancha el Consejo Asesor de Memoria Democrática, en el que se sientan tanto esta responsable política como la doctora en Historia por la UAH Verónica Sierra, que defiende desde posiciones académicas y constitucionales que “muchos de los pueblos que fueron reparados y reconstruidos entre 1938 y 1956 podrían y deberían considerarse lugares de memoria democrática. Tenemos que promover, proteger, revalorizar y dar a conocer este patrimonio que es parte de nuestra historia y a las personas que contribuyeron a levantar el país. Hay que reinterpretar ese pasado”. El trabajo no reconocido de los prisioneros de guerra para la Dirección General de Regiones Devastadas es una de las líneas en las que trabaja el Consejo Asesor.
Plenamente instalados ya en el s.XXI todo lo que rodea la Guerra Civil sigue generando controversia y aun así el caleidoscopio de aquellos años decisivos no está completo. “Falta por hacer no solo el trabajo de archivo, sino también la herencia oral, la que tiene que ver con las personas. Detrás de los ladrillos (de los pueblos reconstruidos) hay una memoria que hace que aún estén vivas las regiones devastadas”, afirma el director del proyecto sobre su impacto en el paisaje cultural de la provincia de Guadalajara, Óscar Navajas Corral. El tiempo transcurrido corre en su contra.