Molina de Aragón también tuvo una (importante) Judería

Toledo, Córdoba, Tarazona o Hervás –en Cáceres– son algunos ejemplos de localidades en las que, aún hoy, se observa el legado hebrero en sus calles. De hecho, actualmente, todavía se pueden recorrer los barrios en los que se establecieron estos ciudadanos. Sin embargo, otros lugares –quizá, menos afamados– también contaron con Juderías de una gran relevancia. Entre ellos, Molina de Aragón, en la provincia de Guadalajara, que albergó uno de los espacios de este tipo más importantes de los que existieron en la Península…

El mencionado distrito molinés fue “característicamente judaico, de calles empedradas, rodeado de muralla y cerrado por la «Puerta del Baño», que ejercía el control sobre este barrio”, explican desde Turismo de Castilla–La Mancha. “Se extendía desde la calle Arriba hasta la parte baja del castillo de la ciudad, donde las excavaciones han sacado a la luz restos de la sinagoga, un lagar, la escuela talmúdica, un hospital y diferentes dependencias”.

– Pero, ¿qué rasgos posee este emplazamiento en el presente?

– En la Judería todavía se pueden ver cómo eran las estructuras de las casas, sus puertas, etc. –asegura Victoria Medina, técnico de Turismo de la capital del Señorío–-. Se trata de una manzana entera, por lo que las edificaciones pretensaban accesos tanto a un lado como a otro de la calle.

Además, “las casas casi se tocan el tejado las unas con las otras”, mientras que sus ventanas son pequeñas dimensiones. Al mismo tiempo, en la parte que linda con la «Morería» –son dos zonas continuas–, algunos accesos a las moradas conservan las «mezuzá», que se constituían como cajas o receptáculos que albergaban un pergamino en el que se escribían dos versículos de la «Torá».

– Pero, esta parte del barrio, ¿cómo se ha podido conservar en estas buenas condiciones durante varios siglos, desde su construcción?

– Lo que pervive del mismo es lo establecido en torno a la calle de Arriba. Son edificios de propiedad privada y sus dueños los han ido restaurando de acuerdo a su fisionomía histórica –señala Medina–. Se han mantenido las fachadas, que es lo que confiere el sabor histórico a la zona. De hecho, pasear por ella es como viajar en el tiempo y retroceder 500 años atrás…

Pero, ¿qué queda de la parte alta?
Empero, lo que permanece –a día de hoy– del asentamiento judaico es sólo es una pequeña parte de lo que fue. De hecho, el referido emplazamiento comenzaba en la zona más elevada de la ciudad, a un costado del castillo, en lo que se conoce como «Prao de los judíos» o –de forma más exacta– «Castil de los judíos». Allí se han encontrado restos de una gran relevancia histórica, como una enorme sinagoga o todas las dependencias asociadas a ella…

Entre éstas últimas destaca un edificio de grandes dimensiones de planta más o menos cuadrada y que ocupaba una extensión aproximada de 650 metros cuadrados. “A juzgar por algunos detalles constructivos, contó con –al menos– dos plantas, lo que podría duplicar su superficie útil. Por otra parte, los distintos ámbitos reconocidos en su interior corresponden tanto a espacios cerrados como abiertos: corredores, sótanos, patrios interiores…”, explican los expertos.

Estos hallazgos han sido posibles gracias a las excavaciones que se han desarrollado en el lugar. Las mismas comenzaron en 1997, prolongándose durante campañas sucesivas. “Al principio, las expectativas eran modestas, pues –a pesar del topónimo– la información disponible remitía a materiales datados en el siglo XIII, que en nada se diferenciaban de los aparecidos en otros contextos arqueológicos de la localidad y que eran inequívocamente cristianos”, explica el arqueólogo y profesor de la UDIMA Jesús Arenas. “Teníamos indicios de que, en la zona, había existido un asentamiento bajomedieval de los siglos XIII–XV”, aunque no de las características que –posteriormente– se descubrieron…

De hecho, “todo dio un giro repentino cuando en la campaña del verano del año 2000 se localizaron varios fragmentos de yesería ornamental –uno de los cuales mostraba tres letras escritas en alfabeto hebrero– y parte de un capitel”, explicaba el mencionado especialista. “Estos hallazgos son poco frecuentes en contextos cristianos y nos hicieron considerar la posibilidad de encontrarnos ante un edificio perteneciente a la antigua Judería molinesa”.

Pero, ¿cómo surgió la idea de realizar unas excavaciones en el lugar? En 1998, el alcalde de Molina –que por aquel entonces era Julián Martínez– tenía la intención de poner en marcha un campo internacional de trabajo en la localidad, basado en la arqueología. Y lo que pretendía era encontrar un sitio donde se realizase una excavación y que –además– los jóvenes participantes pudieran hospedarse en el casco urbano y, así, disfrutar del municipio. “Entonces, pensé en el «Castil de los judíos», porque ya se sabía que existían vestigios de la Edad Media”, rememora Jesús Arenas.

– En este sentido, ¿cuáles fueron los primeros rastros que se hallaron durante el mencionado campus internacional?

– A partir de 1998 comenzamos a encontrar muros, lo que dejó claro que se trataba de una zona de hábitats –recuerda el arqueólogo y profesor de la UDIMA–. Además, nos dimos cuenta de que uno de estos emplazamientos presentaba ciertas particularidades. En lugar de piedra, como estaban conservadas la práctica totalidad de las paredes, contenía un amplio componente en yeso.

Entre las primeras evidencias de estar ante un «yacimiento hispano–judío» consistió en que uno de esos restos yesíferos poseía letras hebreas. “En el momento en el que el voluntario extrajo este vestigio, no lo vi”, explica Arenas. Pero, poco después, “pasó por delante de mi y observé ese «yesón» con la mencionada tipología de escritura”. En ese momento, el especialista pidió al colaborador que parara y le preguntó de dónde procedían aquellos materiales…

“Me señaló el lugar, detuve el trabajo y limpiamos –entre todos– el emplazamiento en el que se había encontrado el referido vestigio”, relata el arqueólogo. “Y fue justamente esa mañana cuando comenzaron a salir más fragmentos de yesería”. Posteriormente, se profundizó en el estudio, ampliando la zona de excavación. Gracias a esta nueva estrategia, hallaron la planta de la sinagoga. “Comprobamos que se trataba de un edificio singular, de grandes dimensiones, de casi 120 metros cuadrados de superficie, que presentaba una planta basilical cuadrada dividida en tres naves, separadas por pilares”, explica el responsable de las investigaciones. Un rasgo que haría entroncar a este monumento con ejemplos muy concretos de la corriente hispana, como Santa María la Blanca de Toledo o el Corpus Christi de Segovia…

“Además se detectaron otros elementos estructurales que parecen reforzar el carácter sinanogal del edificio. Uno de ellos fue la presencia de bancos de yeso, que podrían tratarse de los «safsalim» característicos de las sinagogas medievales”, se relata en el trabajo «El asentamiento de “El Castil de los judíos” (Molina de Aragón, Guadalajara)».

Y para confirmar –definitivamente– las funciones piadosas de este espacio, se analizaron las yeserías extraídas en el lugar. “Transcribimos y tradujimos los restos epigráficos encontrados, los cuales estaban escritos en hebreo. Tras esta labor, nos ratificaron que se trataban de textos religiosos. Incluso, en alguno de ellos se pudo identificar con salmos concretos de la «Torá»”, rememora Jesús Arenas. “A partir de ahí, ya no hubo dudas: nos encontrábamos ante una sinagoga”, que resultó ser la quinta más grande de España, tras las dos existentes en Toledo, la segoviana y la de Lorca…

– En torno a este edificio religioso también existieron diferentes dependencias. ¿Qué usos tuvieron las mismas?

– Este yacimiento se constituía como la parte más alta de la Judería de Molina. Y, como tal, se ubicó en torno a una de las puertas más importantes del alcázar molinés, donde se concentraron una serie de edificios muy importantes –narra Jesús Arenas–. Además de la sinagoga, uno de estos complejos contenía un semisótano donde existía un lagar para la elaboración de vinos. Incluso, encontramos instrumental quirúrgico…

Por todo ello, y por la disposición de sus espacios –se estructuraba en dos plantas–, los investigadores propusieron que se trataba de una construcción pública. “Hay que tener en cuenta que las sinagogas eran puntos de reunión, en el que el lugar de culto era donde se oraba, pero que –a su alrededor– existían otros muchos complejos”, indican los expertos. De hecho, “también se han encontrado viviendas en sus cercanías y, en la zona oriental de las excavaciones, se ha hallado un espacio de producción artesanal, centrado en el trabajo de metal”.

En cuanto al urbanismo, no han descubierto ninguna plaza pública. Sin embargo, “sí que nos hemos topado con calles muy estrechas”, algunas perfectamente acondicionadas, “al estar enlosadas y presentar sistemas de drenaje y alcantarillados”. Además, estas vías de paso “salvaban los desniveles con rampas y escaleras, de las que se han llegado a encontrar los escalones”. Por tanto, “estamos ante un urbanismo medieval muy enrevesado, con muchos recovecos”, comparable –incluso– al de Toledo….

– Sin embargo, actualmente sólo se conserva la Judería integrada en el casco urbano de Molina. ¿Cómo es posible esto? Sobre todo, teniendo en cuenta que, inicialmente, la parte más importante fue la que se construyó al lado del castillo, hoy desaparecida…

– Tenemos documentos que indican que, a finales del siglo XV, el núcleo judaico (correspondiente con la parte alta, la que se ha excavado) ya había sido destruido –confirman los arqueólogos–. Y es posible que este lugar se abandonara debido a las oleadas de persecución que sufría periódicamente la población hebrea…

Esta circunstancia propició, al mismo tiempo, el surgimiento de la Judería baja, que es la que se mantiene en pie a día de hoy. Un espacio que, cuando se edificó, se hallaba a extramuros de Molina. En este sentido, se ha de tener en cuenta que, al principio, “en la plenitud de la Molina feudal, esta comunidad se encontraba perfectamente integrada y acogida dentro de las murallas de la localidad”, indicaba Jesús Arenas. “Pero a partir de los episodios de conflictividad interétnicas e interconfesional sus miembros se vieron obligados a desplazarse a un lugar que se encontraba fuera de los límites de la localidad”.

En cualquier caso, la de Molina de Aragón fue –y sigue siendo– una de las Juderías más destacables de Guadalajara y de España. Pero, asimismo, en nuestra provincia hubo otras localidades que poseyeron barrios hebraicos de una gran importancia. Entre ellas, Pastrana, Atienza, Sigüenza o la misma capital. Sobre esta última, los investigadores resaltan su importancia, ya que se encontraba muy cerca de núcleos de gran relevancia, como Alcalá de Henares. Pero de todos estos ejemplos hablaremos en artículos sucesivos…

Bibliografía
ARENAS ESTEBAN, Jesús. «El asentamiento de “El Castil de los judíos” (Molina de Aragón, Guadalajara)», Miscelánea de estudios árabes y hebraicos. Sección de hebreo, 66 (2017), pp.: 33-52