Recomendaciones para que los más pequeños disfruten de un verano seguro y saludable

El servicio de Pediatría del Área Integrada de Guadalajara, dependiente del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM), lanza recomendaciones encaminadas a que los más pequeños disfruten de unas vacaciones seguras y saludables.

El verano es una época que predispone a una mayor actividad física dada la combinación de vacaciones y buen tiempo. Sin embargo, es conveniente adoptar una serie de precauciones para que esta actividad física resulte lo más segura posible para los niños y niñas.

En este sentido, conviene recordar que los accidentes por ahogamiento continúan siendo una causa importante de morbimortalidad entre los más pequeños, con una incidencia estimada de 1,5 casos por cada 100.000 habitantes y año. El grupo más afectado es el de los menores de cuatro años, y estos ahogamientos se dan con mayor frecuencia en piscinas, especialmente en piscinas particulares, debido a falta de supervisión o por distracciones por parte de los adultos.

“La consecuencia más devastadora de estos accidentes”, señala el jefe del servicio de Pediatría, Alfonso Ortigado, “es la muerte del niño o su daño neurológico por el daño hipóxico-isquémico en el cerebro”. Ortigado recuerda, además, que el riesgo de ahogamiento es mayor en el caso de que el menor presente cierta patología de base como retraso mental, epilepsia o ciertas arritmias cardiacas, como el síndrome de QT largo. Es importante saber que el ahogamiento puede ser húmedo (por aspiración de agua) y también seco, por laringoespasmo.

Los ahogamientos pueden prevenirse en el 80 por ciento de los casos, y la medida más eficaz para ello es la supervisión constante. “No se debe perder el contacto visual, pues una simple distracción puede ser fatal y el ahogamiento es silencioso, el menor no llama para pedir ayuda”, alerta Ortigado. Asimismo, recuerda que no hay que confiarse por usar flotadores, pues no son del todo seguros y en ocasiones pueden ser la propia causa del ahogamiento.

Otra recomendación encaminada a prevenir ahogamientos es el vallado de todo el perímetro de la piscina con una altura de al menos 140 centímetros y que disponga de sistema de autocierre.

Asimismo, se recomienda a todos los padres propietarios de piscinas la realización de un curso de reanimación cardiopulmonar básica (RCP), además de enseñar a nadar a los niños.

En caso de ahogamiento, hay que avisar al 112 y actuar con rapidez, sacando al menor del agua inmediatamente e incluso iniciar la respiración boca a boca mientras permanece en ella. Una vez en suelo firme, se debe tumbar al niño boca arriba, inmovilizar la columna, especialmente si hay sospecha de un trauma previo, abrir la vía aérea e iniciar RCP básica. Se debe empezar con conco respiraciones de rescate (ventilación boca-boca nariz en lactantes y boca-boca pinzando la nariz en niños mayores).
Si no hay pulso, se procedería a iniciar masaje cardiaco alternando 15 compresiones torácicas con dos respiraciones de rescate. Se debe evitar en estos casos la maniobra de Heimlich (compresiones abdominales) debido al riesgo de vómito y aspiración.
Golpes de calor

El ser humano mantiene su temperatura entre los 36 y 37 grados de manera natural, y cuando existe una amenaza externa, como el frío o calor, el organismo dispone de mecanismos termorreguladores, como el sistema cardiovascular. Sin embargo, su capacidad es limitada y puede resultar insuficiente ante situaciones extremas, como el calor excesivo.

Nuestro cuerpo puede perder calor a través de la evaporación (sudoración y perspiración), radiación (ondas electromagnéticas), conducción (transferencia entre superficies de contacto) y convección (transferencia a través del aire). Sin embargo, pueden no resultar suficientes en determinadas condiciones. El calor, apunta Alfonso Ortigado, “puede convertirse en un verdadero tóxico para nuestras células, en especial las neuronas”, y sus efectos pueden ir desde el agotamiento como síntoma leve hasta el golpe de calor como grado más peligroso.

El golpe de calor puede manifestarse inicialmente por cefalea, cansancio, fatiga, mareo, calambres, vómitos, hiperventilación, hipotensión y deshidratación. Si el cuadro empeora, se puede llegar al golpe de calor, “un shock térmico que puede conducir a fallo multiorgánico y afectación neurológica, y es una emergencia sanitaria que puede poner en serio peligro la vida”.

Los niños son especialmente sensibles a padecerlo por su propio metabolismo y por tener mayor superficie corporal expuesta al calor, además de contar con mecanismos termorreguladores más inmaduros. Esto se agrava si además el niño padece una enfermedad crónica de tipo renal, neurológica, cardiaca o endocrina o si recibe determinada medicación.

Por todo ello, los menores deben evitar la práctica deportiva (incluso jugar corriendo) en las horas centrales del día y expuestos a un calor excesivo. Asimismo, insiste Ortigado, “es especialmente importante no mantener a los niños dentro de un coche estacionado por el rápido aumento de temperatura que puede producirse dentro del vehículo”.

Ante un golpe de calor, debemos colocar al niño tumbado y boca arriba en lugar fresco, a la sombra y bien ventilado, quitar la ropa innecesaria, colocar compresas con agua fría y comprobar su nivel de conciencia. Si está consciente y no vomita, se le ofrece agua fría o bebidas isotónicas en pequeños sorbos. Si está inconsciente, se debe avisar inmediatamente al 112 y, en caso de no respirar, iniciar maniobras de RCP básica.

En resumen, se insiste en mantener la vigilancia constante en las piscinas, la protección frente a las quemaduras solares con productos con factor de protección alto (50+), mantener una adecuada hidratación y evitar la práctica deportiva en momentos de excesivo calor.