Refrescarse delante de las fuentes de Trillo

Trillo es uno de esos pueblos que siempre apetece volver, y no sólo porque, tal como reza su lema turístico, sea la “Puerta del Alto Tajo”, sino porque ofrece muchas y variadas propuestas para realizar una escapada durante todo el año. Trillo es uno de los corazones de la Alcarria de Guadalajara.

Situado en la margen derecha del Tajo y junto a la desembocadura del Cifuentes, un río corto pero que le aporta un caudal importante durante todo el año, Trillo aparece recogido a la ladera de un cerrete en el que, según las crónicas, hubo un pequeño castillo rodeado de abundante agua. Su plaza Mayor es recoleta y en sus alrededores se encuentra el edificio del Ayuntamiento y la trasera de la iglesia parroquial, de impresionantes proporciones. En el interior del templo se conserva un retablo mayor ornamentado con elementos de la Pasión, procedentes de la iglesia del pueblo de Santamera.

Las estrechas callejuelas de Trillo conducen siempre al Tajo, en concreto, a la ribera de un río que es el verdadero eje vertebrador de la localidad. Sentarse a observar el río, asomarse al puente del pueblo, ver pasar el discurrir del agua y de las estaciones en este enclave supone un placer mayúsculo.

Trillo ofrece muchas y muy variadas propuestas: recorrer los pueblos de su entorno como Azañón, con su miliario (un fragmento de columna con una inscripción latina en su iglesia); Morillejo, pueblo famoso por su aguardiente; La Puerta, un recogido pueblo que Cela retrató en Viaje a la Alcarria; y Viana de Mondéjar, donde se erigen los dos montículos que conforman las conocidas “Tetas de Viana” (ver capítulo 33).

El viajero puede también tomar las aguas en el Real Balneario de Carlos III, puesto en funcionamiento tras largos años de abandono. Hacer turismo activo en El Colvillo; llegar hasta el abandonado monasterio de Santa María Óvila, expoliado piedra a piedra hasta California por el magnate estadounidense W.R. Hearst. O montar en bicicleta de montaña y hacer un apasionante recorrido por los meandros del Tajo hasta la ermita de Monteleja y por último degustar su variada gastronomía en alguno de los restaurantes del pueblo.

Pero hay algo que siempre es recomendable y es un gozo para los sentidos, principalmente para la vista y el oído. No debemos de dejar de contemplar en Trillo las cascadas del Cifuentes, que en realidad son tres saltos impresionantes de agua. La mayor de ellas, la cascada de la cola de caballo, consta de 15 o 20 metros de altura en la que vemos caer el agua del Cifuentes antes de unirse con el Tajo. A su lado se sitúa la Casa de los Molinos, quizás el edificio más antiguo de la villa, que alberga la exposición permanente de Prometeión.

La última cascada no es la más grande, pero sí la más cercana al Tajo. Allí nos podemos detener frente a ella, sobre el puente que cruza el río, para deleitarnos con lo que la naturaleza nos muestra, al fondo intuiremos la gran cascada. Y, tras una jornada de largo recorrido, resulta reconfortante sentarse a descansar en la terraza de Casa Víctor con una buena cerveza bien fría. Trillo refresca la vista y alivia el alma.