Sigüenza también tuvo sinagogas

Cuando el caminante divisa Sigüenza desde la lontananza, se impresiona por la estampa que le devuelve su mirada. Aunque se encuentre a varios kilómetros de distancia, distingue los monumentos más destacados de la urbe. Entre ellos, la catedral y el castillo. Pero la sorpresa es aún mayor cuando el visitante empieza recorrer sus calles, donde se deleita por la sucesión de iglesias, palacios, conventos, ermitas y plazas que le sumergen en el pasado. Respira el legado medieval del municipio, que emociona hasta al menos impresionable.

Sin embargo, muy pocos conocen que Sigüenza también acogía en su seno restos del pasado hebraico. Entre sus vecinos hubo una relevante población judía, que –como asegura el cronista provincial de Guadalajara, Antonio Herrera Casado– se dedicaba, entre otras muchas actividades, a iniciativas comerciales. “Entre las iglesias románicas de Santiago y de San Vicente, que aún se encuentran unidas por la Travesaña Alta, se centró el comercio, los judíos y el grueso del ambiente dentro de la vida de la época”, se confirma en «Sigüenza, una ciudad medieval».

De hecho, la presencia judaica en el municipio se encuentra documentada, al menos, desde 1124, poco después de la llegada de las tropas castellanas, comandadas por el aquitano Bernardo de Agén. Así lo confirmaba el investigador José Luis García de Paz, ya fallecido, en su libro «Patrimonio desaparecido de Guadalajara». Sin embargo, otros especialistas, como Pilar Martínez Taboada, cronista local seguntina, subrayan que la existencia de los sefarditas en la localidad fue muy anterior.

Según las palabras de la experta, los miembros de este grupo se habrían desenvuelto en la zona –al menos– desde la época árabe. “Los judíos convivieron con el islam sin ningún problema, porque los mahometanos respetaban a las religiones del «Libro»”. Es decir, a aquellos credos con los que compartían el «Antiguo Testamento», como cristianos y hebreros. Por tanto, esta cohabitación –a buen seguro– fue previa a lo que aseguran los documentos conocidos actualmente, que fechan la fechan entre los siglos XII y XV.

En cualquier caso, tras la llegada de los cristianos, los judaicos también se encontraron con el apoyo de los prelados seguntinos, señores de los alrededores. “Vivieron bajo la protección del obispo de turno y en un número que les permitió disponer de aljama con sinagoga”, explicaba García de Paz. Y así se mantuvieron hasta su expulsión de Castilla en 1492.

Por tanto, durante su permanencia en la Ciudad del Doncel, los semitas construyeron sendas sinagogas en las calles seguntinas, de las que –actualmente– no quedan restos. Se sabe que hubo un primer templo hebreo primitivo, conocido como el «antiguo», y uno posterior, denominado «sinagoga nueva».

La sinagoga primitiva
García de Paz señalaba que el complejo más antiguo era “sencillo, de una sola nave”, y se mantuvo en funcionamiento hasta la disposición regia de 1412 –sancionada por Juan II–, en la que se ordenaba que los judíos se agrupasen en «barrios protegidos». “En Sigüenza, el desplazamiento fue favorable para los afectados, cuyo nuevo domicilio era más apto para el comercio, pero tuvieron que abandonar su lugar de culto y levantar uno nuevo”, aseguraba el mencionado investigador en «Patrimonio desaparecido de Guadalajara».

Bajo este contexto, “se cree que la «sinagoga antigua» fue vendida a la Cofradía de San Juan Bautista”, señalaba José Luis García de Paz, tristemente fallecido. “Reconvertida en templo católico, la entrada se usó como capilla y el resto como sala de reuniones, que se alquilaba –incluso– para encuentros tan profanos como ensayar una obra de teatro”. Sin embargo, y en palabras de dicho experto, “una nueva reforma acabó con este uso, permaneciendo sólo como ermita, con una puerta al sur, sencillo altar y púlpito”.

El mencionado oratorio –ya en manos católicas– se continuó utilizando devotamente hasta el siglo XIX. Pero a mediados del XX, y por falta de cuidado, el edificio se degradó. Como resultado, “sólo quedan unos muros desprovistos de toda ornamentación”, ubicados en el callejón de San Juan, entre la plazuela de la Cárcel y la explanada existente frente al castillo.

No obstante, el propio García de Paz reconocía que la ubicación de este emplazamiento no es una opinión unánime. “Algunos investigadores discrepan con esta tradición y argumentan que el mencionado complejo estaba un poco más abajo, en un inmueble situado en el cruce de las calles San Vicente y Travesaña Baja”. Entre estos especialistas se halla Pilar Martínez Taboada, cronista de Sigüenza y profesora titular de la Universidad Complutense de Madrid.

La Sinagoga, en la C/ San Vicente, esquina Travesaña Baja. Foto: Pilar Martínez Taboada
La Sinagoga, en la C/ San Vicente, esquina Travesaña Baja. Foto: Pilar Martínez Taboada

“La primera judería estuvo en la Travesaña Baja y, a través de la Puerta del Altillo, se pasaba a la morería, que hoy sería la calle Herreros”, explica en declaraciones a Henares Al Día. De hecho, esta historiadora, urbanista y docente universitaria posee un documento en el que se señala que el templo hebraico se emplazaba “en el cantón [esquina] entre la Travesaña y la calle San Vicente”. A día de hoy, ese lugar “es una casa”, una circunstancia lógica, ya que “no ha quedado ningún resto físico” de las aljamas seguntinas.

El paso del tiempo ha sido inexorable, pero –además– se ha de tener en cuenta la estructura de este tipo de barrios y de las edificaciones que lo componían. “Eran construcciones que, exteriormente, eran muy sencillas, mientras que, en su interior, sólo las grandes sinagogas –como las de Toledo– presentaban una relevante entidad artística”. No era el caso de Sigüenza, ya que estos oratorios eran “un lugar de reunión y de enseñanza de la Torá [libro sagrado hebraico]”. Por tanto, sólo aquellos que eran «más suntuosos» –como los casos del Tránsito o de Santa María La Blanca– contaban con una decoración artística más profusa.

El cambio de emplazamiento
Pero tras la orden regia de 1412, por la cual los hebreos debían reagruparse en barrios amurallados, los judíos seguntinos domiciliaron la nueva aljama entre la calle de Puerta Nueva y la Puerta del Hierro. Allí también establecieron su lugar de culto. Este complejo recién construido “fue finalmente comprado por el Cabildo catedralicio poco después de la expulsión judaica, decretada en 1492, siendo vendido para viviendas a cambio de un censo anual”. “Se piensa que el edificio era un paralelepípedo largo y estrecho, con la cabecera mirando hacia oriente y un arco a la entrada”, argumentaba José Luis García de Paz.

En cualquier caso, el traslado de la población hebraica en 1412 hacia su nueva ubicación, provocó que sus hogares cayeran en el abandono. “Se quedaron muchas casas vacías, por lo que desde el Cabildo decidieron tirar estas edificaciones y dejar un espacio diáfano en su lugar, creando –así– la Plazuela de la Cárcel”, rememora Pilar Martínez Taboada. Un lugar intramuros que, posteriormente, fue ampliado, hasta alcanzar la fisionomía que presenta en la actualidad.

En consecuencia, la presencia hebraica tuvo una importante relevancia en la Ciudad del Doncel. Incluso, a nivel urbanístico. De hecho, la herencia judía de la localidad será uno de los asuntos protagonistas durante los fastos del VIII centenario de la «reconquista» castellana del municipio. “Es uno de los temas clave del programa y de la candidatura a Patrimonio Mundial de la UNESCO”, subraya la cronista local. “Queremos hablar de todos los protagonistas de la historia de Sigüenza”, por lo que se abordará el asunto hebraico en la Ciudad Mitrada.

De cualquier forma, la presencia judía en la provincia no sólo se circunscribió al municipio episcopal. Se extendió por todo el territorio arriacense. “La presencia de estos ciudadanos está perfectamente documentada en el espacio guadalajareño, quedando en muchas villas la toponimia de «calle de la Sinagoga» o de «barrio judío», como en la capital, Hita o Molina de Aragón”, concluía José Luis García de Paz en una de sus investigaciones. Por tanto, se ha de recuperar la memoria de esta parte de la historia. Es fundamental poder conocer el pasado, ya que como señaló el político, filósofo, escritor y orador romano Cicerón (106 a. C.–43 a. C.):

«No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños»

Bibliografía
HERRERA CASADO, Antonio. «Sigüenza, una ciudad medieval». Guadalajara: AACHE Ediciones, 1991.
GARCÍA DE PAZ, José Luis. «Patrimonio desaparecido e Guadalajara». Guadalajara: AACHE Ediciones, 2003.