Subir al castillo de la Luna (La Torresaviñán)

El castillo de La Torresaviñán, una atalaya entre la Sierra y el Señorío de Molina.
El castillo de La Torresaviñán, una atalaya entre la Sierra y el Señorío de Molina.

La provincia de Guadalajara es una potencia mundial en castillos, en la medida que posee más de medio centenar de fortalezas. La recuperación de los castillos, tal como recordó el malogrado Dr. José Luis García de Paz, constituye una de las principales obligaciones de esta tierra en materia de patrimonio arquitectónico. Porque los castillos son la esencia de Castilla, y el castellano es el sentimiento predominante en Guadalajara. Lejos del empaque militar o señorial de otros recintos medievales, el castillo de La Torresaviñán, erigido en esta pedanía de Torremocha del Campo, atrae no sólo por su ubicación estratégica, sino por su composición sencilla y almenada.

Situado en un paso vigía clave del valle del Henares, este castillo es conocido con el poético nombre de castillo de la Luna. A medio camino de una torre-fortaleza o castillo amurallado, se trata de un ejemplar intacto del siglo XII cuya misión fronteriza queda plasmada en la sobriedad de sus muros.

La “Torre de Saviñán” es la eterna atalaya entre la Sierra y el Señorío. Fue destruida parcialmente durante la Guerra de Sucesión y, actualmente, se encuentra en un mal estado de conservación. Sin embargo, su visita merece la pena no sólo por contemplar sus derrengados muros sino por las vistas impresionantes que se divisan desde su emplazamiento. Los especialistas consideran que este torreón, aislado de los principales caminos aunque ahora muy cercano a la autovía A-2, fue levantado por Don Manrique de Lara, señor de Molina, en el extremo de su señorío, con el fin de defender el límite de los territorios conquistados al reino taifa de Molina.

La torre mide 16 metros de altura y, desde su emplazamiento, el visitante podrá ensanchar la vista con un paisaje que abarca la Sierra de Megorrón en el límite con Cifuentes, las cercanías de Sigüenza, Alcolea del Pinar y, al este, el otero de Sacecorbo. Un deleite de visión para quienes quieran descubrir los caminos anchos y sugestivos de una provincia de belleza franqueable.
Fray Toribio Minguela, en su Historia de la Diócesis de Sigüenza, explica que Bernardo de Agén, conquistador de la Ciudad del Doncel, consigna “los muchos problemas que le causan las tropas árabes desde las fortalezas de Algora y Torremocha del Campo”. El castillo de la Luna cumplía una función defensiva al rebufo de las frecuentes escaramuzas que los historiadores señalan en esta zona durante el siglo XII. También en esa época se construyeron las fortalezas de Tortonda y de Torrecuadrada de los Valles. Las tres torres forman un territorio en su interior que fue ampliamente repoblado por Manrique de Lara durante el siglo XII. En 1154 el rey Alfonso VI donó este lugar al obispo de Sigüenza, posesión que alcanzó hasta el siglo XIX.

Además de la torre vigía, en este pueblo también merece una visita la iglesia parroquial de San Juan, obra del siglo XVI. Fue restaurada en 1996 y, aunque su interior no es destacable desde el punto de vista artístico, presenta una estructura alrededor de una sola nave y con una cúpula en el prebisterio.

La Torresaviñán es hoy una aldea de poco más de una docena de habitantes censados. Vestigios de un pasado señorial, álamos desnudos, cruce de caminos. El lugar encanta por la armonía de su arquitectura popular y por los rescoldos de su castillo, pero también por la quietud que desprenden sus callejas.