Uceda: el románico señorial

Cuando se habla de iglesias y monasterios medievales, a muchos nos vienen a la cabeza ejemplos de toda Europa. La catedral de Norte Dame en París o la Abadía del Monte Saint–Miche –emplazada en Normandía– son dos ejemplos de ello. Sin embargo, muy cerca de nosotros hay casos de construcciones con siglos de historia. No hay que irse muy lejos para poder empaparse con la magia de edificios milenarios, entre cuyas paredes se han sucedido las leyendas y los avatares históricos.

Una muestra se puede encontrar en Uceda, a escasos kilómetros tanto de Guadalajara como de Madrid. En esta localidad existe uno de los templos más impresionantes de la provincia. Se trata de Santa María de la Varga, un santuario digno de visita. De hecho, presenta una estampa muy sugestiva. En primer lugar, por su antigüedad, ya que se construyó durante la primera mitad del siglo XIII, respetando las trazas románicas del momento.

Y, también, por su aspecto actual. No en vano, uno de los rasgos definitorios de Santa María de la Varga es su ruina consolidada. En su interior se distingue el cementerio de Uceda, lo que confiere al conjunto una estampa propia del romanticismo del siglo XIX. Si el caminante se acerca durante el crepúsculo, creerá que se encuentra en uno de los escenarios utilizados por Gustavo Adolfo Bécquer para sus leyendas….

La importancia del templo
Pero, ¿qué rasgos presenta esta iglesia? El complejo se edificó en plena Edad Media, durante la primera mitad del siglo XIII. Por tanto, en su mayoría, muestra los rasgos estilísticos de la época. Empero, sus orígenes son anteriores. “Se construyó sobre una antigua mezquita por mandato del arzobispo de Toledo, don Rodrigo Jiménez de Rada. El complejo pertenece al último románico de la provincia, aunque con trazas de gótico”, confirman desde el departamento de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla–La Mancha.

Pero, sobre todo, el referido monumento –utilizado actualmente como camposanto– se caracteriza por su solidez, sus sillares de caliza bien tallados o su gran pureza de líneas. “Posee una planta de cortas dimensiones, llegando casi al cuadrado, dividida en tres naves cubiertas con bóveda de crucería y rematadas en la cabecera por un ábside central y dos absidiolos laterales de menor tamaño, semicirculares y cubiertos con bóveda de cañón ligeramente apuntada en el tramo recto y bóveda de cuarto de esfera u horno”, explican los investigadores. “El tejado del presbiterio central se refuerza, además, con un arco fajón de similares características a los triunfales”.

Una estructura recia que se refleja en los muros exteriores del complejo. “Columnas con capiteles de toscas hojas, apenas esbozadas sus siluetas, dividen los tambores de los ábsides en paños o paramentos verticales que se horadan con vanos de dispar traza. Una línea de impostas recorre horizontalmente toda la fachada de la cabecera a modo de alféizar de las ventanas. Unos canecillos sustentan la cornisa decorados con cabezas de animales y figuras masculinas de gran esquematismo”, describen desde la Junta de Comunidades. Además, “los contrafuertes que aparecen en el exterior de los paramentos contrarrestarían los empujes de las cubiertas”.

Y los restos existentes en el interior del antiguo templo no son menos sugestivos. “Las capillas se abren mediante arcos apuntados y doblados que se apoyan sobre pilares en cuyos frentes se adosan columnas. Sus capiteles se decoran con motivos vegetales y los ábacos de dichos capiteles aparecen alineados con la moldura en resalte que recorre los ábsides”, relatan los investigadores.

El acceso al santuario se podía hacer a través de dos puertas. La principal se halla emplazada en el lateral meridional del monumento. “Se encuentra compuesta por un muro saledizo con ocho arquivoltas y molduradas con alternancia de boceles y nacelas”. De hecho, “anuncia el estilo gótico con su pronunciado apuntamiento”. La otra entrada, en cambio, aparece en poniente, a los pies de la iglesia, y posee –únicamente– tres pequeños arcos.

Este conjunto de elementos ha permitido que Santa María de la Varga se encuentre, en la actualidad, protegida. Posee la consideración de Bien de Interés Cultural (BIC) desde hace 30 años. Recibió esta calificación el 8 de octubre de 1991. “La zona está declarada área de interés arqueológico y, además, destaca por su valor paisajístico, donde predominan las cárcavas y los yesos. Desde la iglesia románica se ve a la perfección Somosierra y la Sierra de la Cabrera. Asimismo, y más al sur, se puede observar el pico de San Pedro”, indican los especialistas.

Un entorno espectacular que, antaño, tuvo otra fisionomía. Actualmente, la antigua iglesia se encuentra en las afueras de Uceda. Pero no siempre fue así. “En la época medieval era el centro neurálgico de la villa”, aseguran los historiadores. Actualmente, “el templo carece de cubiertas, aunque conserva una de las cabeceras más bellas del románico de Guadalajara. Se compone de un ábside central flanqueado por dos absidiolos”.

Por tanto, nos encontramos ante un conjunto con siglos de historia a sus espaldas. De hecho, y según cuentan las crónicas, antes de ser un santuario románico fue una mezquita. Sin embargo, su evolución no finalizó aquí. Continuó hasta la actualidad. Lo que otrora fuera un lugar de culto, a día de hoy es un camposanto. Un hecho que no ha provocado que se hayan perdido los elementos patrimoniales más significativos del lugar. Todo lo contrario. Todavía se conservan. Esta riqueza, unida al impresionante espacio natural en el que se asienta, convierten a Santa María de la Varga en un punto que merece ser conocido. Y a tan sólo unos pocos kilómetros de Madrid y Guadalajara. ¡No te lo puedes perder!