Un desierto con almas

El pasado 19 de mayo de 2017, el diario Expansión me publicó un análisis sobre la despoblación en el suplemento especial editado en vísperas del Día de Castilla-La Mancha. Éste es el texto que escribí:

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La despoblación fue un proceso social y económico larvado en la década de los 60 del siglo pasado, a raíz de la decisión del Estado de industrializar el tejido productivo español, hasta ese momento eminentemente agrario. Esto impulsó el desarrollo de Madrid y de la periferia en detrimento de las mesetas. Los pueblos se quedaron vacíos. Y se inició entonces una tendencia –insólita en la Europa occidental- que ha mermado los recursos del medio rural hasta el punto de que en algunas comarcas los especialistas consideran irreversible su extinción.

Castilla-La Mancha es hoy una comunidad autónoma heterogénea en el que las extensas llanuras y las poblaciones populosas del sur –principalmente en Ciudad Real y Albacete- conviven con la dispersión demográfica y la baja densidad de población de la provincia de Cuenca y de las áreas rurales de Guadalajara y Toledo. En la comarca del Señorío de Molina, en el extremo noreste de la región, viven 1,63 personas por kilómetro cuadrado, una densidad menor que la de Laponia o la de Siberia. La provincia de Guadalajara aglutina 173 localidades por debajo de los 100 habitantes, mientras el 87% de los municipios de Cuenca no supera el umbral de los 1.000 habitantes. Hay una España despoblada pero hay otra extradespoblada en la que subsisten núcleos como Illán de Vacas (Toledo), el pueblo más pequeño de Castilla-La Mancha: cuenta con tan solo un vecino.

Operar cambios para reactivar un modelo moribundo –por no decir fenecido- en las aldeas más recónditas- es una tarea colosal que requiere cambios profundos en la estructura política y económica del país. Algo que ahora mismo sigue siendo una utopía por la falta de voluntad de los distintos Ejecutivos, la escasa coordinación interterritorial entre los distintos gobiernos autonómicos y la dudosa utilidad de buena parte de los fondos comunitarios.

La despoblación no sólo ha convertido a una decena de provincias del interior en un desierto con almas, sino que tiene unas consecuencias letales para la ordenación del medio ambiente y el coste de los servicios públicos. Durante la última Conferencia de Presidentes, Emiliano García-Page explicó que la localidad madrileña de Fuenlabrada tiene la misma población que toda la provincia de Cuenca. Sin embargo, mientras que la primera puede atender a todos sus habitantes con cinco centros de salud, Cuenca necesita 35. Renovar el modelo de financiación autonómica, atendiendo las necesidades de las regiones con menos peso demográfico, resulta clave para el desarrollo rural. Pero quedan otros objetivos pendientes: diseñar una estrategia nacional que supere los enfoques regionales, implantar una fiscalidad especial para el medio rural, priorizar las infraestructuras, extender la banda ancha o establecer incentivos y bonificaciones orientados al empleo.

Delibes contaba que el confort ha llegado a los pueblos demasiado tarde, cuando la gente ya se había marchado. Hacer que ésta vuelva es una tarea ciclópea, pero en la que España –incluida Castilla-La Mancha- se juega el futuro de la vida en el campo.