Atienza, la atalaya de la Serranía

La totalidad de los guadalajareños hemos escuchado hablar de Atienza. E, incluso, la ubicamos en el mapa. De hecho, se trata de una localidad que tampoco es desconocida para el resto de Castilla–La Mancha. E, incluso, su fama ha llegado a la Comunidad de Madrid. No en vano, es uno de los enclaves del centro peninsular con más monumentos por metro cuadrado. Recorrer sus calles y plazas es conocer –un poco más a fondo– la historia de España. Los diferentes estilos arquitectónicos –sobre todo, los medievales– se suceden en esta villa. Y si esto fuera poco, su trama urbana se encuentra dispuesta abrazando a un cerro, lo que convierte la convierte en la atalaya de la Serranía.

“En un escondido rincón de viejos repliegues, a la altura de la línea divisoria que deja la Cordillera Carpetovetónica, muy cerca de la Sierra de Pela, se asienta, a la salida del Sol, al pie de su monumental castillo roquero, la villa atencina”, confirma el investigador José Serrano Belinchón en su libro «Atienza, comarca montañosa y medieval». De hecho, “la realidad histórica y artística del lugar, que surgió como consecuencia de lo que la población llegó a ser a través de los siglos, se debe en buena parte a la situación estratégica de su enclave, como paso obligado entre ambas mesetas y como lugar de contacto entre los reinos de Castilla y Aragón”.

Por tanto, nos encontramos ante un asentamiento de gran relevancia. Sin embargo, hemos de ir a lo concreto: ¿Qué es lo que se puede ver en este punto? Entre los elementos más destacables se halla la plaza del Trigo, que –además– funge como uno de los centros neurálgicos del municipio. “Se constituye como uno de los cosos más originales y bellos que el visitante puede encontrar en esta Castilla de plazas hermosas”, explican los especialistas.

De hecho, en el perímetro del espacio se distinguen recursos de primer nivel, como la iglesia arciprestal de San Juan, reconstruida en el siglo XVI y definida por ser “una tremenda mole arquitectónica” de estilo renacentista. “De su interior destaca el retablo mayor, decorado con lienzos de Alonso del Arco y presidido por una imagen de San Juan Bautista. De igual forma, posee un órgano barroco del XVII, que se encuentra –aún hoy– en funcionamiento”, confirman desde el Ayuntamiento.

Asimismo, en otro costado de la plaza existe la posibilidad de recorrer los típicos soportales castellanos, pertenecientes a “viejas viviendas volanderas”. Un poco más allá se observa “una ventana esquinada con arco angular de dovelas”, que “carga de encanto su inconfundible rincón por el mediodía”, explica Serrano Belinchón. En último lugar, en el oeste de la plaza se suceden las casas señoriales, con “salientes aleros modelados en madera oscura y soportal sobre columnas dóricas”.

Pero la riqueza atencina no finaliza aquí. También se debe destacar el románico de la localidad, representado por varios templos. Entre ellos, San Bartolomé; Santa María del Val, donde destaca su portada con arquivoltas; o la Trinidad, un emplazamiento famoso por su ábside del siglo XII. En su interior se resguarda “el relicario que guarda dos supuestas espinas de la corona de Cristo, portadas a la villa la víspera de Navidad de 1402, según deseo expreso de doña Juana, infanta de Navarra”, relata José Serrano Belinchón. De igual forma, existe la posibilidad de visitar otros santuarios románicos, como Santa María del Rey o San Gil, en el que se domicilia el Museo de la Villa.

Asimismo, existen muestras de gótico inglés en la localidad. Más concretamente, en los restos del antiguo convento de San Francisco. “Las agujas de lo que fue este complejo, hoy disimuladas, dan forma a lo que queda del edificio y aseguran que fue de puro estilo inglés”, relata José Serrano Belinchón. “Esta construcción franciscana debió ser construida a mandamiento de doña Catalina Lancaster y Bravo de Laguna –viuda del comendador de Huélamo, don Hernando de Rojas Sandoval–, después de no pocos enfrentamientos con el Cabildo, que hicieron precisa la intervención directa de los Reyes Católicos y del mismo papa, el oriundo de Játiva, Alejandro VI”.

A pesar de estos tormentosos inicios, el monumento tuvo un importante papel en el municipio. “San Francisco sirvió de enterramiento para hidalgos y nobles del lugar, hasta que en 1811 la voracidad de las llamas napoleónicas dio al traste con su solidez arquitectónica, siendo destinado como almacén de trigo anexo a una fábrica de harinas”, explican los especialistas. Esto no ha sido óbice para que, en la actualidad, se mantengan algunos de sus elementos más destacados.

Un patrimonio que no cesa
Pero más allá de los edificios históricos de carácter religioso, se pueden visitar otros monumentos que, a lo largo de los siglos, han poseído diversos usos. Entre ellos, la posada del Cordón, un antiguo caserón del siglo XV en cuya portada destaca la gran trenza de piedra esculpida alrededor del dintel. Actualmente, se constituye como la sede del Centro de Interpretación de la Cultura Tradicional de la Provincia de Guadalajara, en el que se reúnen más de 600 piezas de gran valor etnográfico, aseguran desde el Consistorio atencino.

De igual forma, se han visitar las antiguas infraestructuras militares y defensivas de la villa, entre las que destacan sus murallas. De las mismas, todavía hoy se puede observar el arco de Arrebatacapas, “con puertas de entrada y de salida apuntadas, muy altas”, que permiten el paso de vecinos y visitantes hasta la plaza del Trigo, uno de los puntos neurálgicos de la villa.

Por otro lado, y en referencia a la fortaleza de Atienza, destaca por su estilo roquero. “Debido a su condición de inexpugnable, este castillo posee una sola entrada, que coindice con el estrechamiento superior de su cara norte”. Mediante el mismo, se puede acceder al recinto. Y se hace tras pasar por un arco semicircular. Una vez dentro, se conoce la “explanada longuiforme en la que, en otro tiempo, debió estar la plaza de armas y demás dependencias propias de una fortaleza de su categoría”. En dicho espacio se distinguen los antiguos aljibes licuadores de nieve y la afamada torre del homenaje, a la que se puede ascender y divisar gran parte de la Serranía. No en vano, Atienza es la atalaya de la comarca…

Por todo ello, el 26 de enero de 1962, el conjunto monumental y patrimonial atencino fue declarado monumento histórico–artístico. Un reconocimiento que no fue nuevo, ya que aparecieron referencias a esta villa en el cantar del Mio Cid…

Assiniestro dexan Atineza vna penna muy fuert.
La sierra de Miedes passaron la estonz.

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Bibliografía.
SERRANO BELINCHÓN, José. Atienza: comarca montañosa y medieval. Guadalajara: AACHE, 1993.