Brihuega, la «muralla del Tajuña»

Historia y patrimonio van siempre de la mano. Existen múltiples ejemplos que lo demuestran. El paso de los años no es vacuo y deja su huella en forma de monumentos. Una muestra de dicha realidad se encuentra en Brihuega, una de las localidades más impresionantes de Guadalajara. Y no sólo por lo bien que se come –algo que es obvio–. Si no también por la riqueza artística de sus calles, en las que se suceden iglesias románicas, palacetes y rastros de fortificaciones. Todo ello, además, acompañado de un marco natural sin igual. La localidad se emplaza en una ladera, asomada al valle del Tajuña. De esta forma, el visitante percibe una majestuosidad propia de Versalles…

Sin embargo, en esta ocasión sólo nos vamos a ocupar de una de las partes más llamativas del casco histórico. Nos referimos a sus murallas. De hecho, muchos de nuestros lectores ya se habrán deleitado con el gótico del «Arco del Cozagón». E, incluso, habrán paseado por lo que –otrora– fuera la fortaleza briocense. Pero, ¿saben que esta localidad estuvo completamente amurallada? ¿Y que el castillo ocupó un lugar primacial en la misma?
A pesar de ello, el patrimonio es algo vivo. Los edificios, por muy monumentales que sean, van sufriendo transformaciones. Así se adaptan al paso del tiempo. Evolucionar o morir.

Una realidad que también se contempla en Brihuega. En consecuencia, no se puede hablar de patrimonio sin hacer referencia a la historia. Son dos realidades que entrelazan sus manos. No se entienden la una sin la otra. Por ello, se ha de mencionar el origen árabe del pueblo. “Desde la llegada del Islam a la Península Ibérica, la villa fue un núcleo militar”, aseguraba María Magdalena Merlos Romero en su artículo «El castillo de Brihuega y sus orígenes islámicos».

En este sentido, hay que tener en cuenta que, tras la caída del Califato, la comarca briocense –como otros territorios circundantes– se integraron en la Taifa de Toledo. Una circunstancia que ocurrió a mediados del siglo XI. “El denominador común de los textos conocidos sobre este municipio es su carácter de enclave escogido desde época árabe, sustentado en la bondad del lugar y en su excepcional entorno natural. Sólo en este contexto se comprende la conformación de un conjunto arquitectónico en origen defensivo, al que con posterioridad se aunaron funciones residenciales y de recreo”, aseguraba Merlos Romero.

Esta realidad, como es lógico, se ha reflejado en el complejo defensivo de la villa, cuyo nacimiento se enraíza en aquella etapa. “El castillo original islámico se emplazó sobre un lugar de indiscutible valor estratégico, una peña que dominaba el valle del Tajuña y que aún hoy se mantiene como tal. Su núcleo original estaba conformado por un recinto casi cuadrangular. Y su asiento inicial se producía directamente sobre la roca viva, sin ningún tipo de superficie de transición. Este sistema suponía un ahorro en las obras de cimentación”, describen los arqueólogos.

Además, se ha de destacar la torre árabe asociada a este complejo y que todavía se distingue a simple vista, aunque con modificaciones importantes. “Constituye la crujía Este del castillo. Su planta es rectangular, de 20,6 metros por 10,5, con los lados mayores orientados de Norte a Sur. Sus laterales Este y Sur permanecen exentos, mientras que su cierre Norte quedó oculto por la torre del homenaje, añadida en época cristiana”, explicaba María Magdalena Merlos Romero.

De esta forma, “quedó perfilada la planta del sistema defensivo primitivo. Estaba integrada por una torre, que se constituyó como el elemento principal y destacado del mismo”. A pesar de ello, el perímetro del recinto “se encontraba reforzado por torres macizas de escasa proyección, características de las construcciones emirales y califales”. De hecho, todos los elementos que integran este sistema se encuentran documentados en la «arquitectura hispanomusulmana». “El conjunto defensivo que quedó establecido en Brihuega se enraizaba en la evolución tipológica de las construcciones del Alto Tajo en los siglos de dominio islámico, entre el IX y el XI”.

La llegada de los cristianos
Sin embargo, la historia siguió evolucionando. Algo que también ocurrió en época medieval. “El protagonismo de esta villa en la Edad Media vino fundamentalmente determinado por su papel en el señorío territorial del arzobispo de Toledo”, aseguran los especialistas. “Pero el proceso arquitectónico y urbano de Brihuega llevado a cabo por los arzobispos se estableció sobre la base de conceptos y transformaciones ya gestados por el monarca–taifa toledano Al–Mamún y por Alfonso VI sobre unas estructuras preexistentes”.

En cualquier caso, “el valor militar originario del enclave se perpetuará durante el dominio cristiano”. De todos modos, su fisionomía ha ido cambiando enormemente desde sus inicios árabes. Sobre el fortín islámico se fueron añadiendo estancias románicas e –incluso– se edificó una capilla gótica posterior. Además, el visitante puede comprobar que “el núcleo central del castillo consta de un espacio central, el más elevado, en el que hoy aparecen unas construcciones que debieron pertenecer a salones del palacio”, confirman desde el Ayuntamiento. “Delante de ello existe un amplio espacio abierto que sirve de cementerio”.

Sin embargo, la riqueza del complejo no finaliza aquí… “Adosado a este primitivo núcleo se distingue un conjunto de edificaciones –consistentes en una larga nave cubierta de bóveda de cañón– que hoy se utilizan como capilla de la Vera Cruz”, explican fuentes consistoriales. Asimismo, se debe mencionar el que, en su día, fue el templo del castillo. Éste se trataba de “un espacio de dimensiones cuadradas, planta poligonal, con cinco lados, y que constituye un elegante espacio de arquitectura gótica inicial, obra de los primeros años del siglo XIII”. Todo un lujo.

Pero si el caminante se queda con ganas de más, en el interior de los límites del –otrora– castillo también puede disfrutar de arte religioso. “Dentro del patio de armas se alberga la iglesia de Santa María de la Peña, soberbia obra «gótica de transición», edificada en el siglo XIII y posteriormente mejorada, así como las ruinas del que fuera convento franciscano”, señalan desde el Consistorio. En definitiva, “este recinto se conformaba una verdadera alcazaba o ciudadela”, corroboran los historiadores.

Las murallas
Además, se debe prestar atención al perímetro defensivo que posee la localidad y que –en su día– tuvo una gran relevancia. “La villa de Brihuega estuvo amurallada por completo. Su actual recinto es enorme, de una longitud de casi dos kilómetros, y puede seguirse con facilidad en su totalidad, aunque donde mejor se observan las murallas briocenses es en su costado noroeste, en el que, restauradas y con algunas almenas restituidas, evocan con fuerza su aspecto más primitivo”, aseguran desde el Ayuntamiento.

Entre estos restos destacan varias puertas, como la de «La Cadena», emplazada al Norte del municipio. De ahí partía el camino que se dirigía hacia Atienza. También se debe mencionar el acceso del «Juego de Pelota» –también conocido como de «Santa María»–. “Se trata de una puerta de estilo gótico. Data de la segunda mitad del siglo XIII, apreciándose marcas de canteros entre las que se encuentra la de «media luna»”, explican fuentes municipales.

Muy posterior es el «Arco de la Guía», aunque también pertenece al perímetro fortificado de la localidad. “Fue construido en el siglo XIX por el General Hugo, padre del escritor Víctor Hugo, durante la Guerra de la Independencia (1808 -1814), con el objetivo de abrir un hueco por el recinto amurallado para conquistar el castillo de la localidad”, indican desde el Consistorio. Pero, quizá, el resto más conocido sea el del «Cozagón», que se constituyó como el acceso más importante de la población, al dar paso al camino que se dirigía a Toledo…

Esta construcción es de estilo gótico, componiéndose de un doble arco que llega a tener una altura máxima de 10 metros. “Por esta puerta penetraron los personajes más importantes que visitaron Brihuega a lo largo de su historia, como Alfonso X el Sabio o el Cardenal Cisneros…”, aseguran los especialistas. A pesar de ello, en 1965 sufrió importantes modificaciones, ya que se vio afectada por la construcción de la plaza de toros de la villa, que se apoya sobre el antiguo perímetro defensivo existente en el municipio.

Por tanto, las murallas y el castillo briocenses son sólo una excusa más para visitar este municipio, enclavado en plena Alcarria Alta. Se trata de una localidad que habla de la historia de España, al ser fundada por los árabes y remodelada –posteriormente– por los cristianos. Una trayectoria que ha dejado huella en su patrimonio, en el que se combinan múltiples tradiciones arquitectónicas –como se observa en su sistema defensivo–. Y si esto, además, se combina con una buena gastronomía y una perfecta simbiosis con el entorno natural, conocer esta población se convierte en imprescindible…

Bibliografía:
MERLOS ROMERO, María Magdalena. «El castillo de Brihuega y sus orígenes islámicos», Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, 12 (1999), pp.: 41-60