Cifuentes, el manantial de la Alcarria

Muchos hemos escuchado hablar de Cifuentes. Incluso, los más afortunados, hemos recorrido sus calles. Un paseo en el que llaman poderosamente la atención dos elementos. Por un lado, la riqueza patrimonial de la localidad. Y, por otro, el arrullo del agua, que acompaña al viajero en todo momento. No en vano, la toponimia ya anuncia la riqueza hídrica del lugar…

Una de las teorías más asentadas asegura que el nombre del emplazamiento remite a sus «cien fuentes». De hecho, en el casco urbano cifontino nace uno de los ríos más conocidos de la provincia, homónimo a la villa. Una relevancia acuática que, además, se ve acompañada por el entorno en el que se enclava el municipio.

“Cifuentes aparece situado en el centro de un ancho valle de la Alcarria. Se encuentra rodeado de algunas suaves alturas serranas cuajadas de bosquejales, especialmente de pinos y olivares, así como anchos campos de cereal, que por el sur van precipitándose hacia el foso del Tajo, escoltado de maravillosos paisajes”, describe el cronista provincial de Guadalajara, Antonio Herrera Casado, en su libro «Cifuentes, villa condal».

Así, “sobre una lisa planicie, un cerro vigía sostiene el castillo de atrevida estampa, dando así una visión característica e inolvidable de este lugar, netamente alcarreño y castellano, que al ser iluminado del Sol de poniente, el brillo intenso de sus piedras rubias parece destacarle y hacerle vivo como una joya”.

Pero, ¿dónde comenzó todo? Los primeros pasos de este emplazamiento –tal y como se conoce en la actualidad– datan del siglo X. “Su origen cierto puede situarse en los primeros años de la repoblación de este territorio, tras la toma del mismo por el reino de Castilla”, explica Herrera Casado. “La conquista se consumó hacia 1085 por parte de Alfonso VI”. A partir de este momento, el asentamiento fue adquiriendo relevancia.

“La importancia de Cifuentes sobre la comarca quedó resaltada muy pronto. A finales del siglo XII, el obispo de Sigüenza hizo a este lugar cabeza de arciprestazgo, designando un ancho territorio para formarle. Era, por tanto, un pueblo importante”, aseguran los historiadores. Sin embargo, este proceso no finalizó aquí. Todo lo contrario. “A partir del último tercio del siglo XII, cuando Alfonso VIII tomó Cuenca, Cifuentes creció en influencia y población”.

No en vano, la villa se convirtió en un punto neurálgico de comunicaciones. Se instalaron en ella “industrias de tejidos de lana y de curtidos”, además de “batanes y tenerías en sus caudalosos ríos”. En este contexto, a comienzos del XIII, se estableció por “merced real” un “importante mercado franco semanal en el sitio”. La referida iniciativa se celebraba los jueves y los domingos, a lo que –además– se añadían dos ferias anuales.

“La primera, que se desarrollaba en invierno, se dedicaba al trato de mercaderías, especialmente aperos de labranza, sayales, telas y artículos manufacturados. La segunda, que se convocaba a finales de octubre, movía alimentos, embutidos, conservas y, en general, todo lo que haría falta consumir durante el invierno”, confirma el cronista provincial.

Con el paso de los años, la villa continuó con el ensanchamiento de su importancia política y económica. Así, en la época de Alfonso X el Sabio logró su independencia del Común de Atienza, “creando su propio alfoz o territorio aforado y comunal”. Sin embargo, “en 1253, el rey entregó el señorío de Cifuentes y de otros lugares cercanos –como Alcocer, Valdeolivas, Viana y Azañón– a su amante, doña Mayor de Guillén de Guzmán”.

A pesar de ello, otro monarca posterior –Fernando IV– “concedió varios favores a las gentes de la localidad”. Entre ellos, “la exención del pago de portazgos por todo el reino”, así como “la protección de sus habitantes y propiedades en todas las jurisdicciones”. Unas decisiones que generaron –a comienzos del siglo XIV– que la localidad “viera crecer su población y su riqueza a costa de su numeroso y fuerte grupo de arrieros y recueros”.

Una relevancia que continuó durante el mandato del infante don Juan Manuel, quien también fue señor de la villa. “Este singular personaje vivió largas temporadas en el castillo, escribiendo en sus salones algunas de sus más significativas obras”, confirma el cronista provincial. Poco después, los miembros de la familia de los Silva se convirtieron en señores de la localidad, siguiendo en la villa hasta la abolición de los señoríos en 1812.

Una medida –el fin señorial– que no supuso una decadencia para este municipio. “Cifuentes continuó constituyéndose, durante los siglos XIX y XX, el centro de una densa comarca, correspondiente a la Alcarria alta y parte de la Serranía del Ducado”. Y como curiosidad, durante la guerra de Independencia, vivió aquí el escritor Víctor Hugo, al ser hijo de un militar francés.

La muestra del pasado
Un devenir histórico que ha dejado como huella un importante legado patrimonial. “El castillo y la iglesia del Salvador presiden los dos cerros que vigilan a la villa, mientras que el resto del patrimonio va brotando entre las callejas y plazuelas, dando a la población ese sabor precioso de pueblo castellano, en el que se mezclan los solemnes edificios del pasado”.

Por ello, se deben visitar las murallas del siglo XIV, cuyos restos actuales “corresponden a dos torres, una de planta circular o otra de base cuadrada, unidas por un lienzo”. Asimismo, también se ha de conocer la fortaleza, de la misma centuria. Se trata de “un edificio de planta cuadrilátera, con cubos cuadrados en dos de sus esquinas, la noroeste y la suroeste; circulares en la nordeste y pentagonales en la sureste, constituyendo ésta la Torre del Homenaje”.

Asimismo, se ha de acceder a la iglesia de El Salvador, “una magnífica obra arquitectónica en la que se mezclan los más variados estilos, aunque su aspecto predominante es el de un templo gótico”, explican los expertos. “Fue construida hacia el séptimo decenio del siglo XIII, dejando detalles románicos en sus portadas, y un severo y elegante goticismo en su edificio e interior”.

Todo ello sin pasar por alto otros monumentos, como los conventos de los dominicos y de Belén; o el templo y el patio del Hospital de Nuestra Señora del Remedio. Y, por supuesto, la plaza Mayor, de traza triangular. “Fue primitivamente soportalada en su totalidad, manteniendo –hoy en día– esos soportales solamente en su costado oriental y en parte de los lados sur y norte”, concluye Antonio Herrera Casado.

Por tanto, Cifuentes combina tres elementos de gran interés. Por un lado, naturaleza –a través de su riqueza paisajística e hídrica–. Pero, también, historia –con más de 1.000 años a sus espaldas– y un patrimonio de gran riqueza, con edificios cívico–militares destacados –el castillo y las murallas–. ¡No te lo puedes perder!

Más sobre Cifuentes en: https://www.cifuentes.es/

Bibliografía.
HERRERA CASADO, Antonio. «Cifuentes, villa condal». Guadalajara: AACHE Ediciones, 1993.