Cifuentes, una villa que sorprende

Cuando escuchamos «Cifuentes», lo primero que nos viene a la cabeza es la abundancia de agua. El nombre de esta localidad remite a la gran cantidad de manantiales existentes en su entorno. Incluso, en su casco urbano nace un río, que lleva la misma denominación que la villa. Sin embargo, este municipio tiene mucho más que ofrecer. Su riqueza es sorpresiva. Combina el medio ambiente, el pasado y el patrimonio de una forma muy natural. Y lo hace sin esfuerzos. Una circunstancia que es posible gracias a siglos de historia, que se ven reflejados en sus calles.

Pero, ¿dónde comienza la existencia de esta población? “Sus orígenes son bastante oscuros. Durante el reinado de Alfonso VII se avanzó en la repoblación de la actual provincia de Guadalajara, actividad en la que tuvieron un papel de primera magnitud Atienza, Medinaceli, Molina y Sigüenza”, explica María del Mar Graña Cid, en «Urbanización y conexiones con el medio agrario durante la Baja Edad Media: el ejemplo de la villa alcarreña de Cifuentes».

De hecho, Atienza “en 1119 ya presidía un extenso territorio en proceso de crecimiento, con dirección al Tajo, en el que se integró Cifuentes”. En el espacio atencino fueron surgiendo núcleos de población –entre ellos, el cifontino–, algo que se debió a varios factores, como “la configuración geográfica del sur de la comarca, que se constituía una barrera natural frente a los musulmanes”, explica Graña Cid. Además, tras la «Reconquista», se impulsó “una política de concesión de privilegios de feria”, que fue un estímulo para la compra–venta de mercancías.

No en vano, el comercio llegó a ser muy relevante en los alrededores –también en Cifuentes–. Algo que se vio facilitado por “las grandes posibilidades del medio físico”, ya que la comarca “se constituía como una vía de comunicación natural entre el valle del Ebro y la meseta Sur”. No hay que olvidar el valor estratégico del lugar. En este contexto, el municipio “fue creciendo y evolucionando en su configuración como concejo y cabeza propia de su jurisdicción”, tras independizarse de Atienza en el siglo XIII.

Una de las actividades que más relevancia tuvo en Cifuentes fue la producción textil. “Son relativamente frecuentes las menciones a batanes y «tinturerías», tanto en la localidad como en los alrededores”, describen los historiadores. Y, como consecuencia, los trabajos vinculados al comercio fueron –asimismo– muy reseñables. Había que dar salida a todo lo que se generaba en el lugar. En este contexto, la arriería –o aquellas personas que se dedicaban al transporte de mercancías por tracción animal– tuvo un gran peso en la comarca.

De hecho, los señores de la localidad, junto con los monarcas castellanos, estimularon esta ocupación, gracias a “la concesión de exenciones y otras medidas favorables”, como la celebración de mercados. “Con estas decisiones se potenciaba una de las principales actividades de la villa cifontina, la arriería”, indican los investigadores.

Además, este pueblo se encontraba ubicado en las proximidades de los cuatro ejes comerciales más destacados del centro peninsular. Entre ellos, las de Cuenca, Segovia, Toledo y Soria. Asimismo, “por la población debía pasar el camino que unía la ciudad conquense con Medina del Campo, cuyos mercados –gracias al impulso regio– se convirtieron en los más importantes del reino desde la segunda mitad del siglo XV”, asegura María del Mar Graña Cid.

Sin embargo, el comercio no fue la única actividad que se desarrolló en el lugar. La ganadería también fue muy relevante, gracias a una serie de factores que la favorecieron. “Desde finales del siglo XII, la mencionada ocupación comenzó a tener un gran protagonismo en los concejos de Medinaceli, Atienza y Sigüenza. Y, sin duda, uno de los elementos determinantes para ello debió ser la facilidad de comunicaciones, ideal para la trashumancia”, explican los cronistas.

Una magnífica evolución
Esta progresión económica permitió a la villa ir creciendo en patrimonio. Por ejemplo, doña Mayor Guillén de Guzmán –señora del lugar– levantó una iglesia parroquial románica, mientras que la infanta doña Blanca impulsó la edificación de las murallas, de las que aún se conservan algunos restos. En esa misma época, hacia 1324, don Juan Manuel –quien había comprado la villa a doña Blanca en 1317– inició la construcción del castillo.

De hecho, “quedó la localidad entera protegida por la muralla, y en la parte más alta de la misma se estableció la fortaleza”, explica el cronista provincial, Antonio Herrera Casado, en «Guía de campo de los castillos de Guadalajara». “Su forma es cuadrangular, presentando –entre sus muros y las esquinas– varias torres que le dan un aspecto de irreductibilidad y soberana potencia”. El complejo cuenta con un único acceso, que se realiza a través de “dos arcos apuntados que se abren en el torreón que media el muro de poniente”.

Sin embargo, el crecimiento cifontino se pronunció a partir del siglo XV, cuando los Silva ya eran señores del emplazamiento. “Desde 1431 la villa ofreció síntomas indudables de prosperidad y desarrollo”, explica María del Mar Graña Cid. Por tanto, la relevancia de Cifuentes fue evidente desde la Edad Media, aunque hay muestras de presencia de otras culturas en la zona, como la árabe. Incluso, los romanos pasaron por el entorno. Y para muestra, los vestigios existentes en Gárgoles de Arriba, una pedanía cifontina. Este yacimiento se encontraba situado en la calzada que, en época clásica, unía Segontia (Sigüenza) y Segóbriga (en la actual provincia de Cuenca). El lugar “forma parte de un conjunto de enclaves de Roma encerrados en la primera llanura que abre el Tajo, tras abandonar el curso alto de su nacimiento”, explica Jorge Sánchez–Lafuente.

En consecuencia, la combinación de patrimonio monumental, histórico, hídrico y natural hacen de Cifuentes un destino único y sorprendente. Es cierto que la relevancia de este municipio se observó –sobre todo– a partir de la época medieval. Fue un importante centro productivo y comercial. De hecho, gran parte de sus iglesias, casonas, palacios y elementos defensivos tienen –como origen– la Edad Media. Sin embargo, también hay muestras de otras etapas, como la romana. ¡Déjese encandilar por la riqueza y por las sorpresas de este municipio!

Bibliografía
GRAÑA CID, María del Mar. «Urbanización y conexiones con el medio agrario durante la Baja Edad Media: el ejemplo de la villa alcarreña de Cifuentes», En la España medieval, 15 (1992), pp.: 121-136.
HERRERA CASADO, Antonio. «Guía de campo de los castillos de Guadalajara». Guadalajara: AACHE Ediciones, 2000.
SÁNCHEZ–LAFUENTE, Jorge. «La epigrafía y el entorno arqueológico de la villa romana de Gárgoles de Arriba (Guadalajara)», Lucentum, 5 (1986), pp.: 175-182.