El movimiento obrero de Guadalajara, historia de una lucha…

Ferroviarios de Sigüenza (Del libro Sigüenza. Imágenes para el recuerdo. Pág. 195.-1). (Fotografías: cortesía de Enrique Alejandre Torija)
Ferroviarios de Sigüenza (Del libro Sigüenza. Imágenes para el recuerdo. Pág. 195.-1). (Fotografías: cortesía de Enrique Alejandre Torija)

La provincia ha visto cómo –en su territorio– se han desarrollado diferentes tipos de sociabilidades. Logias masónicas, partidos políticos, casinos, ateneos, agrupaciones de amigos del país… Sin embargo, una de las relaciones políticas más duraderas de su historia ha sido la vinculada a la lucha de los trabajadores. La misma ha adoptado diferentes formas según el contexto histórico, económico, social y demográfico de cada momento. Pero desde muy temprano se vieron, en Guadalajara, ejemplos de organizaciones y demandas obreras.

Ya en el siglo XVIII se advirtieron «protestas» de trabajadores. Sobre todo, a finales de esta centuria, cuando se produjo una sucesión de crisis de subsistencias, malas cosechas, especulación con el trigo o aumento de los precios de los alimentos básicos. Todo ello, además, combinado con la influencia de los postulados de la Revolución Francesa, que también arribaron al territorio arriacense.

De esta forma llegaron los primeros años del siglo XIX, cuando se distinguieron diferentes conatos de «ludismo». Esta corriente laboral nació en Inglaterra y estaba basada en la destrucción de las máquinas industriales que se montaban en las factorías. Según los asalariados, dicha tecnología acababa con los puestos de trabajo. Y, por esta razón, no querían que se instalara en los talleres…

A pesar de ello, durante 1818 se compraron ingenios de hilar y cardar destinados a la fábrica de paños de la capital. “Es muy posible que la situación de crispación en la que se encontraban los obreros del complejo se viera aumentada por la adquisición de la mencionada maquinaria. Por tanto, no se puede descartar ningún episodio de violencia contra ella”, relata Enrique Alejandre en «El movimiento obrero en Guadalajara (1868–1939)».

“En Aragosa, los datos existentes apuntan a unos acontecimientos de similares características, ya que el 6 de octubre de 1874 el Juzgado de Primera Instancia de Sigüenza conminó a los papeleros Prades Martínez y Antonio Doménech a presentarse en él debido a la causa criminal que se instruía contra ellos «por daño en una fábrica de papel»”, narra este investigador.

Trabajadores de la empresa colectivizada Nueva Harinera. Guadalajara. AHN Causa General. 1821-02-0057. Blanco y Negro, 15-12-1936. (Fotografía: cortesía de Enrique Alejandre Torija)
Trabajadores de la empresa colectivizada Nueva Harinera. Guadalajara. AHN Causa General. 1821-02-0057. Blanco y Negro, 15-12-1936. (Fotografía: cortesía de Enrique Alejandre Torija)

Pero la situación no mejoró. El cierre en 1822 de la transformadora de paños de la capital supuso un aldabonazo en todos los sentidos. Y no siempre desde el punto de vista positivo. Su clausura no se suplió con la aparición de otras iniciativas productivas de calado. Además, “el progreso en los ramos de alimentación y de confección era escaso, ya que su desenvolvimiento no iba más allá de proveer lo que el mercado local demandaba. El tamaño de las empresas era muy reducido, lo que las confería un carácter artesanal”, explica Enrique Alejandre.

En consecuencia, “Guadalajara seguía siendo una provincia de campesinos y su capital, una ciudad de artesanos, carpinteros, yeseros, sombrereros, tablajeros, guarnicioneros, zapateros, alfareros, cesteros, herreros, carreteros, boteros y un sinfín de oficios”, explican Juan Pablo Calero y Sergio Higuera Barco en «Historia Contemporánea de la provincia de Guadalajara (1808–1931)». Se trataba, por tanto, de una localidad “con modos de fabricación artesanal, con materias primas tradicionales y con modelos económicos de siempre”.

A pesar de ello, durante el siglo XIX se observó una progresiva terciarización de la economía arriacense. “El sector servicios fue aumentando su importancia en este siglo, al encuadrarse en él los militares y el clero. En su seno también se insertaron los empleados de las administraciones públicas y de las empresas privadas, las profesiones liberales, los trabajadores del comercio y del servicio doméstico”, añade Alejandre en su libro.

Grupo de dependientes. (Fotografía: cortesía de Enrique Alejandre Torija)
Grupo de dependientes. (Fotografía: cortesía de Enrique Alejandre Torija)

Cada vez más organizados…
Pero no fue hasta finales del siglo XIX cuando se observaron los primeros ejemplos de un movimiento obrero organizado. En esta época se comenzó a desarrollar una lucha laboral de mayor entidad. “A la vez que tenían lugar ciertos levantamientos campesinos, se expresaron las primeras reivindicaciones y huelgas de la clase trabajadora. Frente al motín popular, los asalariados adoptaron nuevos métodos de protesta, como la asamblea, la manifestación y la huelga”, subrayan los investigadores.

“La primera reivindicación salarial colectiva del movimiento obrero moderno en la provincia fue llevada a cabo por los trabajadores del balneario de Trillo, cuando –en 1869– dirigieron un escrito a la Diputación de Guadalajara pidiendo la liquidación de los salarios que les adeudaban. Su petición no fue atendida”, confirman los especialistas.

Otras protestas de la época fueron desarrolladas por los salineros de Imón en 1886; por los trabajadores de la carretera de Atienza a Sepúlveda, en 1891; por los mineros de Hiendelaencina; por los empleados de la fábrica de resina de Mazarete; por los panaderos de Guadalajara; o por los segadores seguntinos, entre otros. Además, “se empezó a demostrar que las huelgas no eran asunto exclusivo de los hombres. En 1896, la mayoría de las actrices del Teatro Liceo de Sigüenza se declararon en paro, exigiendo un mayor salario”.

Y a pesar de los mitos construidos a su alrededor –que aseguran la existencia de buenas condiciones laborales para los empleados–, durante las obras de construcción del Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo –en la capital provincial– también se produjeron protestas. “A finales de septiembre de 1900, la mayoría de los profesionales pararon por no estar conformes con que se les exigiera comenzar el trabajo a las siete de la mañana”.

Las primeras organizaciones sindicales en Guadalajara
Así, comenzaron a surgir diferentes asociaciones proletarias y sindicatos provinciales. “Las ideas societarias alcanzaron a pueblos y ciudades como Brihuega y Guadalajara. Incluso, su influencia llegó hasta Hiendelaencina y Aragosa”, confirma Enrique Alejandre. En ésta última localidad se estableció –en enero de 1874– una sección de la «Internacional», gracias a los empleados de la fábrica de papel existente en el municipio.

Empero, a finales del siglo XIX Brihuega era la población más industrializada de la provincia. No es extraño, por tanto, que el 2 de febrero de 1870 un grupo de asalariados se constituyera como una «sociedad de resistencia» e ingresara en la Federación Regional Española (FRE), de inspiración bakuninista. “La organización briocense constó de una única sección de «Oficios Varios», estimándose entre seis y una veintena el número de sus miembros”, se asegura en «El movimiento obrero en Guadalajara (1868–1939)».

En la capital, durante la misma época, se debe mencionar la Asociación Cooperativa de Obreros de Guadalajara, fundada en 1870 y que mantenía relaciones con la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), también de ideología anarquista. “Fue la primera organización proletaria de la ciudad y siguió activa durante el inicio de la Restauración canovista gracias a Tomás Gómez, el auténtico líder obrero alcarreño en esos años”, aseguran Juan Pablo Calero y Sergio Higuera Barco.

Posteriormente, las ideas impulsadas por Pablo Iglesias –fundador del PSOE– también se dejaron ver en la capital. De hecho, en octubre de 1880 se creó la Agrupación Socialista arriacense. Uno de sus impulsores fue el cajista de imprenta Julián Fernández Alonso. “Junto a él, se encontraron Alfonso Martín y Enrique Burgos, así como otros impresores, que también formaron parte de esta entidad. Entre ellos, los tipógrafos Baldomero Huetos y Julián Gómez Crespo”, explican los especialistas.

“La labor de estas primeras organizaciones –anarquistas y socialistas– en la provincia constituyó el anticipo de lo que, décadas más tarde, sería un movimiento obrero cuantitativa y cualitativamente superior. Las semillas que dejó su labor germinarían en partidos y sindicatos más fuertes”, confirma Enrique Alejandre.

Mineros de Hiendelaencina. PRODUCCIÓN. 1-9-1920. (Fotografía: cortesía de Enrique Alejandre Torija)
Mineros de Hiendelaencina. PRODUCCIÓN. 1-9-1920. (Fotografía: cortesía de Enrique Alejandre Torija)

La singladura del siglo XX
Con el cambio de centuria, el movimiento obrero continuó madurando. Una circunstancia que se observó en las reclamaciones laborales, que también evolucionaron. Comenzaron a tener un mayor peso las peticiones de reducción de jornada, de descanso dominical o de incremento salarial. Por ejemplo, “la Sociedad de Albañiles de Guadalajara, perteneciente a la UGT, solicitó la jornada de ocho horas en todas las obras de la ciudad”, aseguran los investigadores.

Asimismo, el descanso dominical fue establecido por ley el 3 de marzo de 1904. Sin embargo, dicha regulación “no fue bien recibida por los patronos –y, especialmente, por los del comercio–, porque reducía su beneficio”. De hecho, los dueños de salchicherías y de tiendas de ultramarinos de la capital, o los comerciantes de tejidos de Sigüenza, no quisieron cumplir la mencionada normativa…

Precisamente, la demanda de mejoras laborales de los trabajadores desembocó en la convocatoria de la primera huelga general en Guadalajara. Tuvo lugar el 11 de septiembre de 1911 y fue secundada por “albañiles, tipógrafos, camareros y trabajadores de otros oficios”. “En la ciudad, las fuerzas del orden público disolvieron algunos grupos de obreros, deteniendo a tres de ellos que se encontraban en la Casa del Pueblo”, confirma Enrique Alejandre.

Hubo otras dos huelgas generales en la provincia. Una en 1916, convocada por la UGT y que contó un amplio apoyo. Y otra más en 1917, que “casi no tuvo repercusión en Guadalajara, donde la tranquilidad fue completa”. En cualquier caso, éstas no fueron las únicas protestas que conoció el espacio arriacense. Se ha de mencionar el paro de la construcción de 1914, en el que los obreros solicitaban un incremento de sueldo.

En estos años fueron apareciendo más organizaciones proletarias en la provincia. La Sociedad de Albañiles ingresó en 1901 en la UGT. Gracias a ello, este sindicato tuvo representación en Guadalajara. Los ugetistas fueron creciendo a lo largo de la primera década del siglo XX. “Y a partir de 1909, la mencionada organización experimentó un triple proceso: de institucionalización, mediante su recién estrenada representación en la capital con la victoria de los tres primeros concejales obreros; de consolidación, con la mejora de su infraestructura material; y de clarificación ideológica”, explican Juan Pablo Calero y Sergio Higuera Barco.

Igualmente, la apertura de la «Hispano–Suiza» en 1917 facilitó la implantación de la CNT. “La creación de una industria que empleaba a un número de trabajadores muy superior al de cualquiera de las que funcionaban en la capital, produjo cambios en el movimiento obrero”, indica Alejandre. “Algunos de estos nuevos asalariados procedían de Barcelona, donde el anarquismo dominaba entre las filas obreras”.

Pero esta central sindical también tuvo presencia en otros puntos de la provincia. “En la prensa aparecía la noticia de la existencia de un «Sindicato de Oficios Varios» de la CNT en Orea, tal vez por influencia de los ácratas conquenses. Este sindicato sostuvo una lucha constante contra el propietario de una aserradora de la localidad”, rememoran los historiadores.

De todos modos, “hasta la constitución de la CNT, la ausencia de una organización sindical específica de orientación libertaria había permitido a los ácratas alcarreños ingresar en las sociedades obreras de la UGT de Guadalajara y convivir con los militantes marxistas”, confirman Calero Delso e Higuera Barco.

¿Qué pasó con los comunistas?
Años más tarde también apareció la agrupación alcarreña del Partido Comunista de España. Según la especialista Modesta Soledad Serrano Rojo, dicha entidad surgió hacia 1928.

“Esta cédula estaba formada por José Martínez Andrés, trabajador de la fábrica «La Hispano»; así como por los señores Muela, Piñar, Rosas, Cubero, Pardo, Parapar, R. Serrano, V. Relaño, P. Wandelmer y Puerto”, indicaba la autora.

Este importante desarrollo del obrerismo en el primer tercio del siglo XX también desembocó en algunas protestas provinciales durante la Segunda República. Un ejemplo fue la huelga general de 1933, que se desarrolló el 11, 12 y 13 de mayo y que tuvo un amplio seguimiento. Durante el paro se publicó un manifiesto en el que se aseguraba que la movilización era “una llamada al Gobierno para que atendiera a una ciudad cuya economía se encontraba destrozada, pero dejando claro que no se realizaba en contra del sistema republicano”.

En enero de ese mismo año –1933– se desarrolló otra huelga general en la provincia. Esta vez, en Sigüenza. “La Agrupación Socialista y el Consejo de Obreros Ferroviarios –perteneciente a la UGT– exigían la destitución del Ayuntamiento de la localidad, de mayoría monárquica, que no estaba dispuesto a que diferentes problemas locales, como el del paro, se resolvieran”, se describe en «El movimiento obrero en Guadalajara (1868–1939)». “A la convocatoria acudieron 700 obreros, prácticamente la totalidad de la clase trabajadora seguntina”.

Por tanto, y como se ha podido observar, el movimiento sindical en Guadalajara cuenta con una gran historia a sus espaldas. Quizá, no tanto como en otros polos industriales españoles, más desarrollados que el arriacense –como el catalán, el madrileño o el vasco–. Pero sí poseyó un relevante desenvolvimiento. Sobre todo, en el siglo XIX y primer tercio del XX…

El devenir posterior de esta realidad se dejará para siguientes reportajes. Pero antes de finalizar se recordarán algunas figuras del sindicalismo arriacense durante el Franquismo. “El pionero de Comisiones Obreras en Guadalajara fue Roberto Muñoz Jabonero, chapista de profesión. Se atrevió a organizar el sindicato en 1967. Antonio Rico recogió el testigo de su actividad, desarrollando su militancia desde la fábrica de Vicasa”, concluye Enrique Alejandre.

Bibliografía.
ALEJANDRE TORIJA, Enrique. «El movimiento obrero en Guadalajara (1868–1939)». Madrid: Fundación Federico Engels, 2009.
CALERO DELSO, Juan Pablo; HIGUERA BARCO, Sergio. «Historia Contemporánea de la provincia de Guadalajara (1808–1931)». Madrid: Ediciones Bornova, 2008.
SERRANO ROJO, Modesta Soledad. «Los movimientos obreros en Guadalajara: historia comentarios y reflexiones». Guadalajara: Edición de la autora, 1990.