Guadalajara, tierra de gancheros

Hace más de 60 años –en 1961– salía a la calle una de las obras más conocidas de la literatura española del siglo XX. Se trata de «El río que nos lleva», de José Luis Sampedro. En la misma, el autor barcelonés rendía homenaje a los gancheros, aquellos profesionales que –durante siglos– transportaban las «maderadas» por el Tajo, desde su curso más alto hasta Aranjuez, Toledo y Talavera de la Reina. “Estos fueron los hombres más enteros, más íntegros y más humanamente hombres que he conocido”, aseguraba el literato antes de fallecer en 2013.

Dichos ciudadanos trasladaban elevadas cantidades de troncos sueltos, flotando en el agua. Al frente de la ganchería se encontraba el «maestro de río», quien dirigía a todo el grupo de profesionales, compuesto por tres compañías. En primer lugar, la delantera; en segundo, la de en medio; y cerrando se encontraba la zaga. Todos ellos llevaban como única herramienta el «bichero», una suerte de lanza con la que manejaban la maderada, saltando de leño en leño.

Este trabajo tuvo una luenga vida. En el Tajo se estuvo realizando durante cinco siglos, hasta la irrupción de la movilidad por carretera. Muchos autores han subrayado lo importante que era este tipo de transporte acuático tradicional, ya que permitía un acarreo ágil, rápido y barato de una materia prima –la madera–, que era muy pesada y costosa. Sobre todo, en época preindustrial, cuando los medios de carga no estaban tan desarrollados como hoy.

Por todas estas razones, hubo en muchos lugares de España donde se desarrolló esta actividad. Entre ellos, en el Turia, con apeaderos en Ademuz (Valencia); en el Gállego, que nace en el Pirineo Aragonés y desemboca en el Ebro; o en el Segre, otro curso fluvial pirenaico. Sin embargo, el caso del Tajo fue uno de los más conocidos, gracias a la obra de José Luis Sampedro, en la que se narran las peripecias de un conjunto de estos profesionales.

El grupo partía del curso más alto del río, hasta llegar a Aranjuez, Toledo o Talavera de la Reina. En consecuencia, una parte importante de su recorrido lo hacían por territorio arriacense. Ante esta circunstancia, desde diferentes instituciones –como la Diputación de Guadalajara o la Junta de Comunidades de Castilla–La Mancha– han querido recuperar la memoria de la referida labor, potenciando la visita de aquellos emplazamientos que recorrieron dichos trabajadores.

XXIII Fiesta Ganchera del Alto Tajo

De esta forma, invitan a conocer la provincia de Guadalajara de una manera diferente. La propuesta turística se iniciaría en el tramo más alto del Tajo, por donde el agua corre encajonada entre hoces y farallones. Se atravesarían los términos de Peralejos de las Truchas, Poveda de la Sierra, Taravilla, Peñalén, Zaorejas, Villar de Cobeta, Olmeda de Cobeta, Huertahernando, Riba de Sealices, Sacecorbo y Ocentejo,

Una vez que el cauce fluvial encara su tramo medio, se propone que el caminante continúe entre paisajes alcarreños, más abiertos y llanos. De esta manera, el viajero tiene la oportunidad de conocer –de primera mano– las panorámicas que arrojan los entornos naturales de Carrascosa de Tajo, Trillo, Durón, Sacedón y Zorita de los Canes. La propuesta turística terminaría –así– con la salida del cauce fluvial de la provincia arriacense, a través del embalse de Estremera, ubicado en los términos de Driebes e Illana.

Todo ello permitiría conocer un poco más a fondo los paisajes que disfrutaron los gancheros hace más de 50 años, durante el desarrollo de su labor. Un desempeño que lleva siendo puesto en valor desde hace 20 años por la asociación de Municipios Gancheros del Alto Tajo, que –anualmente– organiza la «fiesta ganchera». La mencionada entidad se encuentra integrada por las localidades de Peralejos de las Truchas, Poveda de la Sierra, Taravilla, Peñalén y Zaorejas, por lo que el homenaje se organiza de forma rotatoria en cada uno de los municipios referidos.

Incluso, fue tal la relevancia de esta actividad que ha sido reconocida este año por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial. Fue incluida en la candidatura internacional «Timber Rafting, transporte fluvial de madera», liderada por Polonia y en la que nuestro país participó gracias al compromiso de varias comunidades autónomas. Entre ellas, Castilla–La Mancha. “Esta declaración, además de su importancia cultural, también puede servir de foco de atracción para que visitantes de fuera y dentro de nuestra región se acerquen a vivir estas experiencias”, confirma la consejera de Educación, Cultura y Deportes, Rosa Ana Rodríguez.

El parque natural más grande de la región
Sin olvidar que gran parte de la ruta atraviesa el parque natural del río Tajo, que –con sus 176.265 hectáreas– es el espacio protegido de mayor extensión de la región, y el tercero de España. “Su gran diversidad de paisajes y de seres vivos, así como su excelente estado de conservación, hacen de este emplazamiento uno de los grandes referentes de la biodiversidad en nuestro país”, subrayan los responsables de Turismo de la Diputación arriacense. “El Tajo presenta en esta zona un trazado muy encajado, originando una extensa red hidrográfica en la que los cañones y hoces fluviales adquieren especial relevancia y desarrollo”.

Asimismo, en los alrededores se suceden formas singulares de ladera, como cuchillos, agujas y monolitos sobre rocas calizas y areniscas rojas. Y en los lugares más elevados, se distinguen las parameras, que –en muchos casos– se encuentran tamizadas por extensos sabinares. “El agua, por tanto, es un elemento protagonista en este espacio, que ha terminado por condicionar el clima, la orografía, la flora y la fauna”, confirman los especialistas.

En consecuencia, esta propuesta turística combina la historia con la etnografía, los paisajes exuberantes y la literatura. De hecho, una muy buena idea es ir repasando «El río que nos lleva», de José Luis Sampedro, según se va avanzando en el camino. Así, el lector puede ir reconociendo los diferentes escenarios que describe el literato, al mismo tiempo que se van recorriendo físicamente. ¡Todo un lujo!