La hipocresía de Castilla-La Mancha con el trasvase a las Tablas de Daimiel

Francisco Martínez Arroyo y José Luis Escudero, en los campos de lavanda de Brihuega. // Foto: JCCM

El trasvase de 20 hectómetros cúbicos solicitado desde la cabecera del Tajo hasta las Tablas de Daimiel coloca a la Junta de Castilla-La Mancha en una situación extraordinariamente comprometedora. El consejero de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural, Francisco Martínez Arroyo, justifica la derivación  por la situación “complicada” que atraviesan las Tablas: apenas el 5% de las 1.750 hectáreas de este parque nacional se encuentran encharcadas. Y José Luis Escudero, consejero de Desarrollo Sostenible, ha considerado este lunes “poco riguroso” comparar el trasvase del Tajo al Segura con el que ahora reclama para las Tablas.

¿Acaso la rapiña de agua en Entrepeñas y Buendía, y las consecuencias ambientales que ello acarrea, es menos grave por tratarse de una derivación sin salirse de la linde autonómica? Abochorna que el titular de un departamento encargado de velar por la sostenibilidad del territorio justifique la política trasvasista, y que lo haga recurriendo a una aldeana defensa de los intereses regionales. Máxime teniendo en cuenta que se trata del único miembro del Gobierno regional procedente de Guadalajara. A partir de ahora, su diminuta cartera –apenas dispone de 150 millones de euros de presupuesto anual de un total regional de 10.505 millones- quizá podría rebautizarse como Consejería de Desarrollo Insostenible.

Es cierto que las Tablas de Daimiel atraviesan una situación de excepcionalidad. Es cierto también que, tras la funesta etapa de Cospedal y pese a la fatigosa herencia del Memorándum, Emiliano García-Page recuperó la tradicional posición beligerante de Castilla-La Mancha con relación al río bravo de Iberia. Sin embargo, resulta incomprensible que mientras se arguye la defensa del ecosistema del Tajo para hacer frente a la voracidad de Levante, el Gobierno autonómico respalde sin fisuras la explotación de la llamada Tubería Manchega con los embalses de cabecera en nivel 3. Ambas cosas son incompatibles e incoherentes.

La realidad es que la “excepcionalidad” cíclica que atraviesan las Tablas de Daimiel se debe a varios factores. Primero, a la pésima gestión que la administración hace de este espacio: clama al cielo que Toledo esté exigiendo una derivación desde el Tajo a tierras manchegas sin que la comisión mixta del Gobierno regional y el Gobierno central encargada de gestionar el parque de las Tablas aún no se haya pronunciado. Y, segundo, a la extracción masiva de agua del acuífero 23 (5.500 kilómetros cuadrados de superficie) de la Mancha Occidental, perpetrada a través de multitud de pozos ilegales usados para los regadíos, tal como vienen denunciando las organizaciones ecologistas. En lugar de cerrar estos pozos, la Junta de Castilla-La Mancha se muestra dispuesta a seguir los pasos de Murcia, esto es, pedir más trasvases desde Entrepeñas y Buendía pese a la escasez de reservas en ambos pantanos.  

En el programa Agropopular de la Cope, Martínez Arroyo defendió sin ambages la Tubería de la Llanura Manchega, que engancha con el grifo del Tajo-Segura en el municipio conquense de Carrascosa del Campo y concluye en el embalse de Gasset (Ciudad Real). Esta infraestructura, financiada por los distintos gobiernos nacionales, está destinado a abastecer a decenas de municipios y regar las fincas de los agricultores de buena parte de Cuenca, Albacete, Ciudad Real y Toledo. Cuando apadrinó el proyecto, Barreda lo presentó como un “paso histórico” para combatir la sequía en estas comarcas y rechazó comparar la explotación intensiva de la cabecera del Tajo para los bombeos al Segura con las cantidades derivadas a La Mancha.

Éste es, exactamente, el mismo argumentario que ahora agitan Arroyo y Escudero, peones de una dirección política en la que Guadalajara ocupa un papel gregario. En el fondo, subyace la idea de que los trasvases solo son aceptables cuando son intrarregionales. Hay que matizar que cuando el total de la obra esté finiquitado ya hay aprobada una concesión para otro trasvase más desde el Tajo a esta zona de un máximo de 50 hm3 anuales. Esto significa que el Gobierno regional antepone los intereses de los regantes manchegos a los parámetros ecológicos que exige la conservación del río. Es decir, adopta exactamente la misma postura que critica –con toda justicia y razón- al Gobierno murciano y a los poderes públicos que se aferran al anacrónico y aberrante acueducto Tajo-Segura.

Este monumental ejercicio de hipocresía golpea a los socialistas ribereños y, por extensión, al conjunto del PSOE de Guadalajara, cuyos responsables han enmudecido en este asunto. Incluido el delegado de la Junta en Guadalajara, que opera como mera correa de transmisión no de las inquietudes de la provincia sino de las directrices institucionales y orgánicas que emanan desde Fuensalida. También sorprende el silencio de Agustina García Élez, alcaldesa de Talavera. “No se puede decir que hay agua excedentaria para trasvasar cuando, en situaciones de alerta en la cabecera, hay restricciones en abastecimiento y regadío”, clamaba hace tan solo unos meses la ex consejera del ramo. ¿Estas razones ya han caducado? A ello se suma la pobreza argumental de Escudero, cuyo puesto de consejero de Desarrollo Sostenible –una pomposa denominación que esconde los servicios de medio ambiente de toda la vida- se justifica precisamente si sirve para redoblar las labores conservacionistas. Hoy le ha dicho a los periodistas (cito de agencias): “Habrá que ver como se presentan las precipitaciones en los próximos meses para ver si es necesaria la derivación de agua a través de la Tubería Manchega para recuperar el humedal”. ¿Esto es todo lo que tiene que decir el máximo responsable medioambiental de la región? Patético.

No valen subterfugios de tinte regionalista si lo que se pretende es defender al Tajo de la agresión que supone el saqueo trasvasista abonado desde Murcia, Almería y Alicante. No vale exigir al sector hortofrutícola de Levante que se adapte a las desaladoras para satisfacer sus demandas y luego abanderar la activación de la Tubería Manchega. Y no vale criticar el modelo de agricultura intensiva absolutamente insostenible de la huerta murciana y luego pretender alimentar ese mismo esquema en la llanura manchega.

No hay trasvases buenos y malos, como el colesterol. Lo que hay, como ha denunciado tantas veces Joaquín Araújo, es la necesidad de preservar de una vez el río más maltratado de Europa.