La historia de Guadalajara hecha Gigante (y Cabezudo)

La Comparsa de Gigantes y Cabezudos (Foto Jesús Ropero.- Ayuntamiento de Guadalajara)
La Comparsa de Gigantes y Cabezudos (Foto Jesús Ropero.- Ayuntamiento de Guadalajara)

Ha sido la comidilla de estas ferias. Mucha gente preguntó por él. No estaba en el acto oficial  del 8 de septiembre, al que acudieron sus compañeros. ¿Qué había ocurrido? ¿Lo quitaron de la comparsa? ¿Desapareció? Nadie sabía a ciencia cierta. Todo eran dudas. Mangurrino no aparecía en la presentación de la rehabilitación de los Gigantes y Cabezudos arriacenses, que tuvo lugar durante la Festividad de la Virgen de la Antigua.

Pocos días después, y ante el revuelo generado en las redes sociales, el misterio se resolvía. La figura de este popular personaje de la Guadalajara del siglo XX también había sido restaurada. Y se encontraba en perfectas condiciones. Sin embargo, el Ayuntamiento tuvo que explicar su ausencia el 8 de septiembre. Se vio obligado a emitir un comunicado sobre este particular, ante la polvareda levantada en Twitter y Facebook.

Desde el Consistorio aseguraban que la comparsa de la ciudad se compone de 12 Gigantes y 19 Cabezudos, de los cuales sólo pueden salir 12 en cada desfile. Ante dicha limitación, la figura de Antonio Romera hubo de quedarse casa. No apareció por las calles de la capital. Sin embargo, el equipo de gobierno aseguraba que se encontraba en perfectas condiciones, y que también había sido rehabilitado. De hecho, regresó días más tarde, el viernes de Ferias…

El Mangurrino (Foto Jesús Ropero.- Ayuntamiento de Guadalajara)
El Mangurrino (Foto Jesús Ropero.- Ayuntamiento de Guadalajara)

Esta polémica deja entrever lo querido que es Mangurrino en Guadalajara. Un alcarreño nacido cerca de Brihuega, que ejerció diferentes oficios, como el de repartidor de la floristería Ocelos. Pero lo que le hizo famoso fue su manera de recorrer las calles, guitarra en mano –y clavel en chaqueta–, animando a los vecinos de la ciudad. Siempre con una sonrisa en la cara. Siempre amable. Siempre dispuesto a interpretar una oda a quien se lo solicitase.

Una agrupación con solera
El debate surgido hace unos días en torno a Mangurrino también demuestra la relevancia que tiene la comparsa en la capital. Es toda una institución. No se entienden las Ferias sin sus componentes. Mayores y pequeños los esperan. Los padres disfrutan de los bailes de los Gigantes, mientras que los niños corren delante de los Cabezudos, que les persiguen por las callejuelas de la localidad. Todo entre risas y un magnífico ambiente.

Sin embargo, pocos son conscientes que nos encontramos ante una tradición centenaria. Ya hay referencias de la misma en el siglo XV. En aquella época, estas figuras aparecían en la procesión del Corpus Christi. “La noticia más antigua procede de 1459”, asegura el historiador y técnico de patrimonio del Patronato Municipal de Cultura, Pedro José Pradillo.

Foto Jesús Ropero.- Ayuntamiento de Guadalajara
Foto Jesús Ropero.- Ayuntamiento de Guadalajara

“Los Cabezudos representaban a la herejía y al pecado, junto con la tarasca –el dragón–, que se constituía como el gran demonio”, indica el técnico municipal. “Luego se encontraban los Gigantes, que remitían a los reyes de la tierra que –según el discurso de la época– se encontraban a las órdenes de Dios bajo la advocación de la Sagrada Forma”, explica.

Sin embargo, años más tarde, durante el reinado de Carlos III –que se prolongó entre 1759 y 1788–, este tipo de representaciones se prohibieron en el Corpus. Una medida que estaba vinculada, entre otras razones, a motivos religiosos y de mantenimiento de la pureza del menaje teológico. “Se habían convertido en personajes teatrales, que desvirtuaban la verdad evangélica de la transubstanciación, según la monarquía”, explica Pedro José Pradillo.

Esta decisión generó que la aparición de los Gigantes y Cabezudos se trasladase a otras celebraciones. Una situación que se vio reforzada por una segunda circunstancia. Poco antes de la disposición de Carlos III, Francisco Londoño había renovado la comparsa arriacense. “Entonces, como la inversión estaba hecha, y al público le agradaba ver a estas figuras, las autoridades municipales decidieron incorporarlas a las fiestas de Guadalajara”, narra el técnico municipal.

Y unas décadas más tarde surgió la actual comparsa. Lo hizo a comienzos del siglo XX.  El motivo no era otro que potenciar las Ferias de la ciudad. “El Ayuntamiento quiso imitar a las localidades más grandes de España, como Madrid o Zaragoza”, explica el músico y folklorista, Juan José Molina. “En 1900 se compraron dos Cabezudos, los de don Quijote y Sancho Panza”, añade Pradillo. Unas figuras que todavía se conservan actualmente, y que serían los más antiguos de la agrupación, según confirma el cronista provincial, Antonio Herrera Casado.

Foto Jesús Ropero.- Ayuntamiento de Guadalajara
Foto Jesús Ropero.- Ayuntamiento de Guadalajara

Así, esta tradición se fue convirtiendo “en una seña de identidad de Guadalajara”. De hecho, nunca se ha dejado de celebrar. Sólo durante los años de la Guerra Civil sufrió un parón. Pero, desde entonces, no ha faltado a su cita. Un compromiso que ha permitido que, edición tras edición, tuviera más seguidores.

A pesar de ello, el paso del tiempo es inexorable. Y los Gigantes y Cabezudos se fueron deteriorando por el uso. La situación de la comparsa era manifiestamente mejorable. Los Gigantes se encontraban en tan malas condiciones que, en 1995, tuvieron que traerse los de Alcalá de Henares, para que la fiesta pudiera desarrollarse. Una situación que llevó a Juan José Molina y a Julio García Bilbao, expertos en la materia, a elaborar un protocolo de conservación y utilización de las figuras arriacense. Lo realizaron en la década de 1990. Tras redactar el documento, ambos autores se lo presentaron al Consistorio, que lo tuvo en cuenta.

Desde el Ayuntamiento alcarreño atendieron las peticiones y mandaron arreglar las figuras existentes en ese momento. Sobre todo, los seis Gigantes –Alfonso VI, Constanza de Borgoña, el capitán Al-Faray, la princesa Elima, Moctezuma y la Malinche–. “Desde el equipo de gobierno fueron muy receptivos. Nos aceptaron la idea y se pusieron manos a la obra. Incluso, cada año, hubo una nueva incorporación”, describe Juan José Molina.

Así, se pasó de seis a 12 Gigantes. Entre los nuevos ingresos habidos durante la década de los 2000 se encuentran las parejas formadas por los emperadores chinos; el melero Roque y la alcarreña Antigua; y el Marqués de Santillana y la Princesa de Éboli, muy vinculados a la provincia de Guadalajara. Con ello, se buscaba completar la agrupación, colocándola como una de las principales de España.

El inolvidable Mangurrino (Foto Jesús Ropero.- Ayuntamiento de Guadalajara)
El inolvidable Mangurrino (Foto Jesús Ropero.- Ayuntamiento de Guadalajara)

La importancia de la música
Sin embargo, éstas no fueron las únicas novedades que ha vivido la comparsa arriacense en los últimos años. También se han producido innovaciones relacionadas con la música. La más importante, la inclusión de la dulzaina y el tamboril durante los desfiles de Gigantes y Cabezudos. Una decisión que se produjo a inicios de la década de 1990, con Blanca Calvo como primera edil, quien apoyó esta idea desde el principio.

Hasta ese momento –confirma Molina– una charanga era lo que acompañaba a dicha agrupación. “E, incluso, en algunas ocasiones, ni siquiera había música”, denuncia. Una situación que cambio a inicios de los años 90. La gaita castellana regresaba a esta fiesta. “Se trató de una propuesta que hice a la alcaldesa”, confirma el folklorista. “Y ese primer año salimos Pablo Ortiz y yo interpretando los temas”, revive.

De hecho, Molina –que ya no escolta a la mencionada comitiva en sus desfiles– se congratula que, todavía hoy, Gigantes y Cabezudos vayan acompañados por la dulzaina. “Lo bueno es que, actualmente, la gaita y la comparsa son inseparables”, indica. Sólo hay que acudir a uno de los recorridos de la agrupación para corroborar que se mantiene una estupenda simbiosis. Y que la función de esta entidad sigue siendo la misma. Ésa que el cronista provincial, Antonio Herrera Casado, describe como “entretener a la gente y hacer un espectáculo para amenizar las fiestas”.
Por tanto,  la mencionada tradición ha ido recuperado un importante vigor durante los últimos años. “Las nuevas generaciones ven la comparsa como algo irrenunciable de las fiestas”, describe Juan José Molina. Esta importante aceptación social genera, a su vez, un compromiso de las administraciones públicas. El Consistorio, por ejemplo, está impulsando una política activa de cuidado y realce de estos personajes.

En consecuencia, y ante esta raigambre, no es extraño que la ausencia de uno de los Cabezudos más queridos por los arriacenses –Mangurrino– generase un gran revuelo. Las redes sociales hablaron. Y el Ayuntamiento, dispuso. Hasta este punto llega la identificación de los guadalajareños con esta celebración. Se trata de un pedacito de la historia de la ciudad.
Y, como señala el poeta escocés del siglo XVIII, Robert Burns:

«La historia es cuestión de supervivencia. Si no tuviéramos pasado, estaríamos desprovistos de la impresión que define a nuestro ser»

ferias_cabezudos06Los componentes de la comparsa
Los Gigantes y Cabezudos son imprescindibles en las fiestas de la capital. No se entenderían unas Ferias sin la aparición de sus miembros. En total, son 33, incluidos los dos pequeños caballos medievales que abren los desfiles. Una agrupación de grandes dimensiones que, según afirman los especialistas consultados, en nada tienen que envidiar a las de Pamplona, Zaragoza o Madrid.

Entre los miembros más destacados de la misma se encuentran los 12 Gigantes. Una cifra muy importante, si se tiene en cuenta que en otros lugares no se supera la decena y que, hasta finales de la década de 1990, la comparsa arriacense contaba con la mitad de miembros. Un incremento que, además, ha permitido profundizar en las tradiciones existentes en torno a esta celebración.

Así, con la incorporación de la pareja de chinos se hizo hincapié en la costumbre castellana de representar en estas comparsas a los diferentes continentes del mundo. De hecho, al duplo de los orientales se deben sumar Alfonso VI y Costanza de Borgoña, en representación de Europa; Moctezuma y la Malinche, por América; y la princesa Elima y Al-Faray, como figuras del mundo árabe. Además, a todos estos ejemplos se unen otros cuatro casos relacionados con la provincia, en un guiño hacia Guadalajara. Se trata del melero y la alcarreña, y el marqués de Santillana y la Princesa de Éboli.

Pero si los Gigantes son importantes,  los Cabezudos no lo son menos.  Alcanzan el número de 19. Entre ellos, están Mañico, Pachi, Bandolero, Sancho Panza, Don Quijote, Drácula, Demonio, Visera loca, Corregidor, Bruja, Tetuda, Española, Español, Moro, El Gordo y El Flaco. Asimismo, hay otros tres personajes con una importante raigambre arriacense: Mangurrino, la Follolla y el Agapito. Representan a personajes populares de la capital. “La inclusión de alguien destacado de la ciudad viene de antaño”, indica el músico y folklorista, Juan José Molina Robledo.

Por ejemplo, la Follolla era una señora de escasos recursos que vivía en el  barrio del Alamín y que contaba con una muy buena fama entre los vecinos, debido a su bondad. Además, está la figura de Mangurrino –que ya se ha mencionado anteriormente– o el Agapito, donada por la peña que lleva su nombre. “Se ha hecho una comparsa muy de Guadalajara”, confirma Juan José Molina Robledo a Henares al Día.

 

La restauración de 2017
Se ha mencionado que a finales de la década de 1990, coincidiendo con el primer centenario de la comparsa, se procedió a una intensa rehabilitación de los Gigantes y Cabezudos de Guadalajara. Sin embargo, no ha sido la única actuación de este tipo que se ha realizado en los últimos años. En 2017 se ha hecho una nueva restauración, en la que el Ayuntamiento ha invertido 30.000 euros y gracias a la cual se han renovado varios aspectos.

Entre ellos, el vestuario de todos los miembros de la comparsa, que también recibían un repintado. Además, se han arreglado los desperfectos que sufrían varias de las figuras de esta tradicional agrupación, se han renovado los cabellos de la Princesa de Éboli y de la Alcarreña, y se han repasado los mecanismos de la totalidad los Gigantes, entre otras muchas labores.

“Era necesaria esta restauración, porque las ropas estaban bastantes descoloridas, tenían desconchones en las caras y en las manos…”, asegura Juan José Molina Robledo. “Me he llevado una grata sorpresa. Todos los componentes se encuentran ahora en muy buenas condiciones de conservación”, concluye el mencionado experto.