La Serranía de Guadalajara, naturaleza e historia en estado puro

Estimado lector, cuando le mencionan la Sierra Norte, ¿qué le viene a la mente? Si piensa en naturaleza exuberante, rico patrimonio y costumbres ancestrales, está en lo cierto. “La mencionada comarca es un espacio que ofrece mil y una sorpresas paisajísticas, que guarda asentados desde hace siglos unas cuantas decenas de pequeños pueblos. Y que, en ellos, y entre sus caminos, aparecen maravillas que el viajero mantendrá perennemente en su recuerdo”, aseguran José Antonio Alonso, Antonio Herrera y Luis Monje Arenas.

Pero vayamos por partes. Comencemos con el medio ambiente serrano, que bien merece una referencia. Se trata de una riqueza que ha permitido que el territorio esté protegido. En 2011 recibió la calificación de Parque Natural, aunque anteriormente ya había sido reconocido con otras figuras. De hecho, allí se encuentra uno de los hayedos más meridionales de Europa. “La zona cuenta con una gran concentración de biodiversidad”, confirman los especialistas.

Desde el punto de vista del relieve, la serranía se ubica en el extremo oriental del Sistema Central y está formada por tres grandes bloques montañosos. El primero es el macizo de Ayllón, el más grande. En su interior se distinguen las cotas más elevadas de Castilla-La Mancha, como el Pico del Lobo, el Cerrón y la Peña Cebollera. “El Ocejón también se encuentra en este espacio, pero es mucho más bajo, aunque debido a su aislamiento y belleza es la montaña más emblemática de toda la comarca e –incluso– de la provincia”, inciden Alonso, Herrera y Monje.

El segundo bloque montañoso se corresponde con la Sierra de Pela, en la que se distingue “un impresionante paisaje de barrancas, entre las que se intercala –solitaria y hermosa– la laguna de Somolinos”. “Por último, la tercera gran unidad geomorfológica es el Alto Rey, a 1.850 metros, que se constituye como un sólido bloque que se separa del conjunto serrano merced al profundo tajo hendido por el Sorbe”, describen José Antonio Alonso, Antonio Herrera y Luis Monje Arenas.

Imagen de la aldea de La Vereda, en la Sierra Norte de Guadalajara.

La arquitectura negra
Precisamente, uno de los elementos más característicos de la comarca es un tipo de piedra, la pizarra, la cual se ha empleado para la construcción. Y, en este contexto, destaca la «Arquitectura Negra». “Se llama así por la oscuridad de sus elementos estructurales, consistentes en lajas de pizarra y madera, más gneis y barro”, relatan los expertos. “En esta fórmula prima el edificio y, dentro de él, sus funciones. La vivienda humana es el más complejo, grande y visualmente atractivo”, agregan.

Sin embargo, también se distinguen otros complejos habitacionales. Entre ellos, los hornos para hacer pan, “que son como un pequeño ábside semicircular que sale al exterior de la vivienda”. Además, “los elementos complementarios, que aparecen aislados o en pequeños grupos, son también muy definitorios de esta «Arquitectura Negra». Así, vemos los pajares, las cochiqueras o cortes, las tinadas y las majadas aisladas en los montes”, relatan Alonso, Herrera y Monje.

Todo ello sin olvidar las iglesias existentes en estos pueblos, muchas de las cuales fueron edificadas en los siglos XII y XIII, por lo que presentan rasgos románicos. Entre ellas, las de Bustares o Gascueña de Bornova. “Su interior es de nave única y con muy escasos vanos. Además, a lo largo de los siglos se uniformaron con los elementos comunes de los templos cristianos. Esto es: púlpito, confesionarios, bancas, coro alto y altares”, agregan Alonso, Herrera y Arenas.

Un largo devenir

Danzantes de Valverde de los Arroyos

Como hemos visto, la Serranía de Guadalajara tiene una gran riqueza natural y patrimonial, que se ve acompañada de una amplia historia. “Esta comarca es una zona de muy antiguo poblamiento, existiendo constatación de su hábitat ya desde el Paleolítico Inferior”, explican los historiadores. “Celtíberos, romanos, musulmanes y cristianos han ido dejando su poso histórico y cultural, transformando el terreno, adaptándose a él y valiéndose de sus recursos para sobrevivir”, complementan.

Una evolución que se ha acabado reflejando en las tradiciones de la zona, que se prolongan a lo largo de todo el año. Por ejemplo, durante el ciclo de invierno se celebran festividades como San Antón, San Blas, Santa Águeda o La Candelaria. Asimismo, ha de mencionarse la relevancia del carnaval en algunos municipios, como Villares de Jadraque, Almiruete o Cogolludo. La Cuaresma y la Semana Santa también son –igualmente– muy seguidas en diferentes lugares, destacando Hiendelanecina gracias a su reconocida Pasión Viviente.
Ya en primavera, los mayos y los sanjuanes tienen una muy buena acogida en la zona. Incluso, destacan casos como el de Valverde de los Arroyos, donde la Octava del Corpus se conmemora con danzas ancestrales; o Atienza, cuya Caballada está declarada de Interés Turística Nacional. Además, en el verano también se desarrollan bailes tradicionales en La Huerce, Condemios de Arriba, Galve de Sorbe y Majaelrayo.

De igual forma, el primer sábado de septiembre se puede acudir a la romería del Alto Rey –la fiesta «más elevada» de la provincia, al desarrollarse a 1.850 metros–, mientras que en el día de la Inmaculada los cencerrones aparecen en Cantalojas… “El Ocejón y los territorios circundantes aglutinan otros acontecimientos culturales y deportivos de relevancia, como el medio maratón de montaña o el festival «Ranas Folk»”, recuerdan los especialistas.

Para finalizar, se deben mencionar las muestras de religiosidad popular existentes en la comarca. “En muchos casos se da una yuxtaposición de elementos paganos con otros de la religión oficial cristiana. Esta relación entre lo mágico y lo religioso podemos encontrarla en muchos rituales y en elementos simbólicos de la arquitectura popular y de la artesanía”, explican los expertos. Por ejemplo, en algunas viviendas de la «Arquitectura Negra» se pueden encontrar cruces blancas de cuarcita en sus paredes, con el fin de proteger la casa.

En otros casos, se echa mano de elementos paganos de protección, como cuernos apuntando al cielo o flores de seis pétalos.

En consecuencia, esta zona es un espacio con una gran riqueza en múltiples aspectos. La sierra arriacense es un ejemplo de variedad y alternativas desde el punto de vista cultural, natural, patrimonial e histórico. Así, a buen seguro, la zona cubre las demandas de los caminantes más exigentes. Por tanto, está más que justificada una visita de varios días para poder conocer a fondo el mencionado territorio.

Bibliografía
Alonso Ramos, José Antonio; Herrera Casado, Antonio; y Monje Arenas, Luis. La Sierra Norte de Guadalajara: paso a paso. Guadalajara: AACHE, 2012.