Los mastines de la Sierra

Cabaña ganadera protegida por mastines paras evitar ataques de lobos. // Foto: Ecologistas en Acción.

Cualquier persona que sea de la Sierra o que visite con frecuencia esta comarca habrá comprobado que los mastines con los que los ganaderos protegen sus rebaños se están convirtiendo en un quebradero de cabeza.

Vaya por delante que entiendo perfectamente la preocupación del sector ganadero por los ataques de lobos. El ecosistema serrano no se entiende sin esta especie, pero es cierto que su presencia en la margen sur del Duero provoca unos efectos secundarios que deben ser prevenidos y paliados por la Administración. Y está claro que, a día de hoy, ni ganaderos ni políticos han dado con la tecla adecuada. Vaya por delante también que me gustan los animales: detesto a los urbanitas que se acercan al campo pretendiendo imponer sus costumbres, como si buscaran un decorado más que un paisaje vivo. Y, finalmente, vaya por delante que no quiero que una crítica puntual pueda extrapolarse al conjunto de quienes viven de la ganadería. Ocurre con frecuencia en Guadalajara, provincia en la que este lobby genera una inusitada adhesión –lógica, por otra parte- y un pánico cerval entre la clase política por su penetración social. Nadie, y mucho menos yo que provengo de un pueblo que es potencia ganadera en la Serranía, puede poner en cuestión la viabilidad y la aportación de un sector clave para las economías locales en el medio rural.

Dicho lo cual, como cualquier otra actividad, la ganadería debe estar sujeta a una regulación que no impida o limite las demás. La presencia de mastines en las cabañas ganaderas de la Sierra de Ayllón se está extendiendo sin control ninguno, lo que en última instancia podría acarrear una desgracia de graves consecuencias. Y entonces vendrán los lamentos. De momento, ya se ha constituido la Plataforma en Defensa del Mastín dentro del Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara. Entienden los ganaderos, con el apoyo de varias organizaciones conservacionistas, que esta especie constituye una herramienta de “defensa y disuasión” imprescindible ante los ataques que recibe su ganado. También piden a la Administración que señalice la presencia de mastines y ampare una legislación que proteja a este “perro guardián”. Admiten que ya se han producido quejas y denuncias por parte de turistas y vecinos de los pueblos afectados.

No tengo datos a mano porque el fenómeno es reciente. Pero a mí particularmente ya me ha ocurrido en alguna ocasión verme acorralado por dos o tres mastines a los que no les intimidan ni los palos ni la chapa de un vehículo, si es que el incidente te pilla en plena carretera. Son animales que no están adiestrados para distinguir un simple paseante por el campo de una amenaza para las ovejas. Por tanto, intimidan y atemorizan. No digamos ya si uno va acompañado de menores.

Al parecer, no soy el único que ha vivido una experiencia similar. Este verano ha sido una de las comidillas en las tertulias de barra y botellín. Y, en la página senderismoguadalajara.es, en concreto, en la entrada que hace alusión a la subida al Ocejón desde Majaelrayo, varios lectores y senderistas han planteado un debate alrededor de esta cuestión. Muchos de ellos denuncian la inseguridad a la hora de realizar una de las rutas turísticas más conocidas de Guadalajara.

Los testimonios están plagados de detalles tanto del recorrido que hicieron como de las vicisitudes que encontraron a su paso, por lo que dudosamente pueden tacharse de fakes. A mí me parece que explican con realismo la lacerante situación que supone encontrarte con mastines que impiden continuar el camino, que se enfrentan a los viajeros, que les aterrorizan y que incluso se han cobrado alguna víctima animal ante la ausencia de un pastor que controle a estos bichos. Muchas de estas personas detallan la huida precipitada que se vieron obligados a emprender. Además, subrayan que han pedido auxilio y han denunciado estas circunstancias ante el cuartel de la Guardia Civil de Cogolludo, sin que ello tuviera efecto alguno.

Lean, lean sus palabras porque resultan reveladoras de un problema que asoma y al que debería ponerse remedio antes de que tenga consecuencias irreversibles. No es una frivolidad ni una denuncia alarmista. Los ataques de mastines no son aislados. Representan un problema que exige responsabilidad por parte de los ganaderos o, en su defecto, la intervención de la Guardia Civil y del Gobierno regional. Búsquese la solución adecuada y conveniente para todos. Pero no es de recibo que, para garantizar la seguridad de los animales, se ponga en peligro la de las personas.