Molina de Aragón, la capital de todo un señorío

Molina de Aragón, situada al nordeste de la provincia, es una ciudad con una gran riqueza monumental. Su camino por la Edad Media domina la vista general que derrama sobre la colina la muralla que rodea el burgo y se funde con el castillo. Al fondo la Torre de Aragón vigila desde el cerro y hostiga la fortaleza recogida por la barbacana que se distingue desde lejos.

El paseo por sus calles nos imbuye de cruce de culturas y tiempos. Tan pronto nos introduce en el barrio judío de gran belleza medieval, que nos lleva a la morería al otro lado del río. Sobre el río cubre el paso el Puente Románico, símbolo de la villa, realizado en arenisca roja, está formado por tres arcos; junto a las pilaslos tajamares que se distinguen a uno y otro lado.

Sus templos cristianos de distintos momentos del arte nos llevan desde la serena belleza del románico de Santa Clara, en la plaza que lleva su nombre, a Santa María la Mayor de San Gil, totalmente reconstruida después de un incendio ya en el siglo XX; pasando por el renacimiento reflejado en San Pedro, con su preciosa espadaña mudéjar o el neoclásico del Convento de San Francisco.

Como testigo de su esplendor los palacios más significativos claman en sus blasones e inscripciones los nombres de sus insignes habitantes: Casa del Obispado Díaz de la Guerra, Palacio de los Arias, Palacio de los Montesoro… entre los que destaca el Palacio de los Molina, La Subalterna, que presenta un gran arco de medio punto abovedado en la portada con los escudos de los Molina, de Castilla y de León.

Monumentos
El castillo fue edificado sobre un antiguo castro celtibérico utilizado por los árabes durante su dominación. Declarado Monumento Nacional en el año 1931, es sin duda la fortaleza más grande y expresiva de Castilla-La Mancha. De las ocho torres que llegó a tener este magnífico alcázar tan sólo cuatro han conseguido llegar en pie hasta nuestros tiempos : son las de Doña Blanca, de Caballeros, de Armas y de Veladores. Todas ellas se encuentran comunicadas entre sí por un adarve protegido de almenas. El recinto externo de la fortaleza, lo que podríamos denominar albácar de la alcazaba, o campo de armas, es muy amplio. En tiempos de doña Blanca albergaba un barrio entero.

El castillo ha sido protagonista a lo largo de la historia de múltiples batallas, tanto en la Edad Media, como en la Guerra de la Independencia y guerras carlistas. En el castillo molinés destaca además la presencia de una gran torre aislada, al norte de la fortaleza, y en su punto más elevado, que se denomina la Torre de Aragón. Fue la primitiva construcción, sede del castro celtíbero, puesta en forma de defensa por los árabes, y diseñada por sí sola como un auténtico castillo independiente, que sin embargo estuvo siempre comunicado con el castillo mayor a través de una galería subterránea.

Iglesia de Santa Clara: Aparece adosada al Convento de las Clarisas por el norte y poniente. Es de la segunda mitad del siglo XII, protogótica. Los muros son de sillares y el interior de una nave con soportes románicos, coronados por capiteles de finales del siglo XII. El arco triunfal es ligeramente apuntado, y la cubierta de crucería simple, del tipo cisterciense en el crucero y bóveda apuntada en la capilla mayor. El ábside y la portada sur son románicos. Conserva una escultura del siglo XVII del Crucificado y una Inmaculada del XVIII.

Iglesia de Santa María la Mayor de San Gil: Primero fue un edificio románico del siglo XII, siendo posteriormente reedificada en el XVI. Su interior es de tres naves, separadas por arquerías de medio punto sobre las que corre un ándito. La nave central se cubre por cañón y lunetos y la capilla mayor por cúpula semiesférica gallonada. La sacristía guarda buenos lienzos del siglo XVII.

La gran portada principal y otra con pilastras adosadas son clasicistas. En su interior se conserva el magnífico retablo renacentista de la parroquia de El Atance.

Iglesia de Sta. María del Conde: Junto al Ayuntamiento, en la Plaza de España, se levanta la Iglesia de Sta. María del Conde, la más antigua de las fundadas por Manrique de Lara, primer señor y conde de Molina, en el siglo XII, de estructura románica. Fue completamente reedificada en los siglos XVI y siguientes. Es de planta de cruz latina con portada a poniente en la que parece una severa decoración clásica de pilastras y frisos. Fue restaurada en 1985. En la misma plaza hay una casa con escudo.

Sobre el río Gallo, que atraviesa la ciudad de noroeste a sur. Conocido popularmente como el Puente Viejo, fue construido en la época de la repoblación del burgo, hacia los siglos XII-XIII. Construido con sillar de arenisca roja, está formado por tres arcos escarzanos, tamajares triangulares y redondeados, con “giba” acentuada en el centro. Es uno de los símbolos más significativos del pasado medieval de la villa.

Convento de San Francisco: Fundado por la Infanta doña Blanca, Señora de Molina, en el siglo XIII; es gótico con añadidos clásicos y barrocos. En el lado de la epístola, una portada con escudos de la Orden. La torre es barroca del XVIII, con sillería y con dos cuerpos, coronada con la popular veleta conocida como El Giraldo. La capilla de la Orden Tercera, del siglo XVIII, presenta al exterior un ábside semicircular y pequeña portada de rica decoración y molduraje barroco. Actualmente es sede del Museo Comarcal de Arqueología y Ciencias Naturales.

Iglesia de San Pedro: Aunque de origen románico, fue rehecha totalmente en los siglos XVI-XVII. La cabecera y crucero son góticos del siglo XVI, y el cuerpo de la iglesia de la segunda mitad del XVIII.

Casonas molinesas: De gran interés son sus construcciones civiles que salpican sus calles estrechas y pintorescas. No deben dejar de admirarse, por ejemplo, la casona del llamado Palacio de los Molina (hoy un emblemático establecimiento de restauración), con escudos, rejas y el tradicional portón central adovelado, y la Casa del Obispo Juan Díaz de la Guerra, en el Arrabal de San Francisco, de finales del siglo XVIII. En la Plaza de Tres Palacios pueden observarse numerosos escudos y grandes portones. En la plaza de S. Miguel se ve una portada renacentista con medallones de S. Pedro y S. Pablo, de fines del XVI.

Arquitectura Civil molinesa: Históricamente la urbe molinesa ha estado jalonada de numerosos y palacios, de un tipismo constructivo muy acusado. Aunque muchos han desaparecido a lo largo de los siglos, entre los que quedan deben destacarse el Palacio del Virrey de Manila, del siglo XVIII, con su magnífica portada barroca. Mandado construir en 1740 por Don Fernando de Valdés y Tamón quien, después de diez años de mandatario en el virreinato de Filipinas, regresó a España y se casó con una molinesa, decidiendo construir su palacio en la ciudad de Molina. Entre los muchos valores que posee este palacio destaca el carácter que confiere al entorno urbanístico en que se ubica.

El Palacio del Marqués de Villel muestra igualmente en su portada blasón de armas y galería de arquillos bajo su pronunciado alero. El Palacio de los Montesoro y el de los Marqueses de Embid, son otros buenos ejemplos de esta inconfundible arquitectura civil molinesa.

Fiestas
Varias son las celebraciones de Molina que componen el calendario festivo de la ciudad: el Butrón, la Romería a la Virgen de Hoz, la feria medieval, la festividad del Carmen, las ferias y la Inmaculada.

Se inicia el año con la Fiesta del Butrón, el día 1° de mayo, romería de los molineses a la ermita de la Virgen de la Hoz, la que era costumbre el asistir, al menos un miembro de cada familia además de las autoridades de la ciudad; su origen fue una rogativa a la virgen para que acabaran las numerosas pestes que asolaban el territorio. Hoy se ofrece una gran sardinada para todos los asistentes a la romería.

El domingo de Pentecostés se celebra en el Barranco de la Hoz La Loa a la Virgen, representación de un auto sacramental que escenifica la lucha entre el bien y el mal, acaba con el triunfo de bien danzas y alabanzas a la virgen.

Feria Medieval de la Convivencia el tercer fin de semana de junio, en la que se representa parte del Cantar del Mío Cid, divertidas actuaciones de calle, mercado en el casco antiguo de la ciudad y cena medieval en la plaza Mayor.

La tarde del 15 de julio, los caballeros de la Cofradía Militar del Carmen, vestidos con un vistoso uniforme blanco y rojo, escoltan la imagen de la Virgen del Carmen por las calles de Molina. Distinguiremos a la Escuadra de Alabarderos y a la Guardia de Honor por sus levitas blancas con cuellos y puños encarnados, y por su alto morrión negro en la cabeza. Portan, además, alabardas y picas de los siglos XVI y XVII. La banda de trompetas y tambores viste chaqueta encarnada. En el palacio del Ayuntamiento velarán el Estandarte, relevándose cada media hora, hasta las doce de la noche.

El origen de esta Cofradía se remonta al Fuero de Molina del s. XII, en el que Manrique de Lara estableció la obligación de tener caballo a aquellos habitantes que dispusieran de cierta riqueza. Ese cuerpo de caballeros que defendieron el Señorío perdió su carácter militar con Doña Blanca, quinta señora de Molina, la cual organizó el Cabildo de Caballeros en hermandad religiosa, la cual ha existido desde entonces.

Merece la pena esperar en el recorrido entre la Iglesia de Santa María la Mayor de San Gil y el Palacio del Ayuntamiento, para ver el vistoso baile de las banderas, con espectaculares filigranas realizadas por los portadores de la insignia.

Ferias y fiestas del 31 al 5 de septiembre en honor al Sto. Cristo de las Victorias y en recuerdo de las antiguas ferias de ganado que se celebraban en esta ciudad.

Por último, para concluir el año o calendario festivo este se cierra con la festividad de la Virgen de la Inmaculada, el día 7 de diciembre, con gran devoción que profesan los molineses a esta virgen, por ello así el Papa León X en 1518 concedió una bula extraordinaria a la ciudad, por la cual la noche del 7 de diciembre se celebra una misa de Gallo: y también se reúnen las familias anticipando la celebración de la Navidad.

Fiestas que despiertan el regocijo y el buen sentir de las gentes de Molina y también de aquellos que nos visitan en esos días.

Gastronomía
La cocina tradicional molinesa tiene unos rasgos peculiares que justifican por sí solos un viaje a esta comarca.

En muchos de sus pueblos todavía pueden degustarse los típicos productos de «matanza», sus jamones y su exquisito «morteruelo».

Otros platos típicos son los «asados de cordero al horno», los «bolos con morro», las «manitas de cordero con sofrito de tomate», las «setas a la plancha» o al «ajillo» y «las migas».

Las «truchas asalmonadas» de nuestros ríos, se preparan de muy diversas maneras, fritas, escabechadas resultando siempre exquisitas. También son famosas las codornices y perdices a la Bea.

En invierno en el Alto Tajo son un verdadero manjar los platos trufados con trufa negra autóctona, especialmente las calderetas de cabrito. Y para mojar ese pan cocido en horno de leña, que todavía se hace en muchos pueblos. En el apartado de dulces son famosas las «patas de vaca», los «huevos de dulce» y la «leche frita».