Pasear por El Olivar

Mirador de El Olivar sobre la comarca de la Alcarria y los embalses del Tajo.
Mirador de El Olivar sobre la comarca de la Alcarria y los embalses del Tajo.

La Alcarria está plagada de pueblecitos que, en algunas ocasiones, están alejados de las carreteras principales y que tiene un encanto especial y sorprenden siempre a quienes les visitan. El Olivar es uno de estos lugares. Tiene el encanto de sus calles, de sus casas, de su iglesia, del entorno. Y, sobre todo, del paisaje que le rodea con vistas que a más de uno le dejará boquiabierto.

El Olivar se encuentra en plena meseta alcarreña, al borde mismo de la depresión que forma el valle del Tajo en las remansadas aguas de Entrepeñas. Dispone de buena carretera de acceso. El viajero debería coger la N-320 hasta El Berral y después desviarse a la carretera de Budia hasta el cruce de una llana y larga carretera que nos lleva a El Olivar. Es la misma vía que conduce a Alocén, otra localidad extraordinariamente sugestiva de esta comarca.

Nada más entrar en El Olivar nos recibe, a la izquierda, la bella estampa de la ermita de la Soledad, obra del siglo XVI. Es un edificio esbelto, de planta cuadra y construido en piedra de sillar de la comarca. La fachada se sitúa sobre el muro de saliente con dos vanos gemelos con orlas y pilastras que terminan en un clásico friso con hornacina y una imagen de la virgen. Dispone de frontón triangular. Sobre la fachada hay dos puertas de arco semicircular que dan acceso al interior del edificio y remata una espadaña vacía y sin campana. En el interior se guarda una talla de la virgen.

Pocos metros más allá, también a la izquierda y en enclavada en un parquecillo, se levanta la noble picota, signo de villazgo, construida en el siglo XVII.

Al entrar en el pueblo nos sorprende su amplia y cuadrada Plaza Mayor. Puro pragmatismo castellano. De frente, el esbelto edificio de las casas consistoriales que, aunque remozado, no desentona con el entorno. A la izquierda queda la imponente mole de la iglesia parroquial dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, siendo una magnífica obra del Renacimiento. Construida entre 1570 y 1580, está distribuida a través de una planta alargada elaborada con materiales de la tierra, especialmente, la piedra. La portada es de arco de medio punto con columna a ambos lados y frito triangular en la parte superior y, delante, una barbacana de piedra. En su interior guarda un retablo del siglo XVIII muy bien conservado.

El paseo por El Olivar puede iniciarse en la Plaza Mayor. El viajero atisba rápido que se trata de un pueblo muy bien conservado, arreglado y limpio. El ayuntamiento ha querido conservar la construcción típica alcarreña, de madera y piedra caliza de la comarca y es verdad que lo ha conseguido. Todas las casas arquitectónicamente utilizan los mismos materiales, están remozadas y muy arregladas y en nada desentonan una con la otra. En pocos pueblos podemos ver esa simetría arquitectónica tan especial. El filósofo Félix de Azúa tiene escrito que el milagro de la transformación de España durante los últimos 40 años, más que en las grandes ciudades, donde se presupone la modernidad, se observa en las provincias. Precisamente, allí donde el progreso había estado siempre ausente. Esta evolución ha permitido afinar la sensibilidad por aquello que da identidad a un entorno. Y aquí, en El Olivar, se palpa a cada paso fruto del respeto con el que sus lugareños han tratado a su caserío.

Imponente iglesia parroquial de El Olivar, erigida en el siglo XVI.
Imponente iglesia parroquial de El Olivar, erigida en el siglo XVI.

Cerca de la biblioteca, atravesando la iglesia por la calle Cementerio se llega hasta el faro, que no es más que una estructura metálica que aguanta las antenas de telefonía. Conviene recorrer las calles Soledad y Estepa para alcanzar el borde de la meseta, donde irrumpe un magnífico mirador de la depresión del Tajo. Abajo se puede ver el embalse de Entrepeñas, el promontorio donde se sitúa la ermita de la Esperanza de Durón, la zona de las carrascas –también en el término municipal de Durón– y, al fondo, pero casi a tiro de piedra, las Tetas de Viana. A media ladera, es posible otear el pueblo de Mantiel y, un poco más a la derecha, se encuentra Chillarón del Rey. Una solitaria cruz de madera hace las veces de calvario. Hay que detenerse con parsimonia a contemplar estas vistas.

Regresamos sobre nuestros pasos hacia el lado de levante del caserío, mediante pequeñas calles ahítas de encanto: calle de la Plaza, Mayor, Las Parras, Ciriaco Romo. Impresiona el grado de conservación óptimo de la arquitectura rural alcarreña.

De nuevo en la plaza hay tiempo para visitarla, y antes de partir definitivamente, el viajero tiene la opción de buscar el mirador del Rebollar, al que se accede tras un corto paseo, de media hora, que nos permite de nuevo ver todo el paisaje que ofrece esta parte de la Alcarria. El Olivar es un pueblo para el disfrute de la calma y la quietud.