Pseudónimo: Viejo_roble@sabia_nueva
Autor: Rafael Conde García
3º Premio
“Soy como un árbol. Mis hojas podrán cambiar de color, pero mis raíces permanecen firmes”.
Estoy seguro de que ni Valentina ni Cirilo han escuchado esta frase, pero tengo la certeza de que los dos son ejemplos vivos de la esencia de esa frase y que, día a día, siguen dando muestra de esa resistencia, tenacidad y seguridad que refleja la frase.
Valentina y Cirilo con sus ochenta y ochenta y cinco años son como “esos viejos árboles” que decía Labordeta. Ellos nacieron en estas tierras, a los pies del Alto Rey, tuvieron un negocio en Madrid, pero volvieron al pueblo cuando se jubilaron: echaban de menos sus orígenes, la conexión con su tierra y con sus gentes. Regresaron para renovar los lazos invisibles con el pueblo y sus moradores.
Rosi y Juan Carlos, hijos de Valentina y Cirilo les dijeron que estaban locos, volver al pueblo ya con los sesenta y ocho cumplidos, él y con los sesenta y tres, ella: “Ahora que podéis disfrutar de la ciudad y de todas las comodidades, que podéis ir a las consultas de los médicos, a las revisiones del hospital… ¿Cómo se os ocurre volver a recluiros en medio de la sierra?”.
Valentina y Cirilo opinaban que los que estaban un poco locos eran los que se quedaban en la gran ciudad pudiendo tener la oportunidad de disfrutar del aire puro del pueblo, de lo que cunde el tiempo en este lugar y de la ausencia de prisas, de la charla de los vecinos y también de los forasteros que pasaban por allí los fines de semana y… ¡hay que ver cómo aprovechan ese retorno a lo conocido y familiar!
Junto con esta entrañable pareja, se sientan en los bancos de la plaza otras personas de su edad: Germán, Hortensia, Carmen, Federico… Disfrutan de la ausencia de los humos de los coches, de la tranquilidad del pueblo. Permanecen ajenos a los ruidos y y ajetreos de la capital y de las grandes ciudades.
Rosi y Juan Carlos van comprendiendo poco a poco la elección que han hecho sus padres. Desde Madrid y Alcalá de Henares acuden con frecuencia a Gascueña para visitarlos y se dan cuenta de que esas raíces que sus padres añoraban se han vuelto a afianzar con fuerza en la tierra y están propagándose de nuevo : la renovación se puede observar en la cara que ponen cuando hablan de sus recuerdos, de la romería al Alto Rey y del viento que azota a los pendones que suben los romeros, de los encuentros con las gentes de los pueblos vecinos: Bustares, Prádena, Aldeanueva, El Ordial… de las risas, de las meriendas…esa renovación del germen inicial se puede ver en la tersura que adquieren sus caras arrugadas cuando rememoran esas vivencias…porque la sonrisa que aparece en sus caras con la evocación de aquellas celebraciones es mejor que cualquier tratamiento de farmacia para el cuidado de la piel; cuando se vuelven a sentir protagonistas de esos encuentros donde lo verdaderamente importante es participar y no aparentar, en los que lo que importa es relacionarse con la gente y compartir lo que se tiene con los demás. Son esas ocasiones cuando las raíces se vuelven a regenerar y aumenta la base que sustenta el sentido de su vida. Convirtiéndose en una nueva fuente de energía para ellos.
Ser partes vivas y sentirse piezas activas de esa sociedad que es el pueblo, donde cada cual tiene un papel importante, por muy pequeño que sea, frente al anonimato en el que se vieron sumidos en la urbe; sentir que el ritmo que tienen es respetado por sus vecinos y por su entorno y no verse arrastrados por la vorágine y las prisas, son aspectos que hacen que ellos se sientan mejor.
Valentina y Cirilo no reniegan de la gran ciudad, reconocen que fue importante en su momento, pero en esta etapa vital ponen en valor aquellas cosas de las que no pueden disfrutar allí: la pausa, el silencio, la tranquilidad, la cercanía de las personas.
Rosi y Juan Carlos han comprobado que la vuelta de sus padres al pueblo ha facilitado que nuevas personas conozcan la zona: tanto una como el otro han ido con amigos al pueblo y les han enseñado este maravilloso entorno. No hacen falta “redes sociales” para atraer a otras personas, no hace falta una difusión masiva, simplemente el método “boca a oreja” funciona y así, han ido acudiendo a Gascueña gentes que han podido comprobar lo que ofrecen estas tierras y, quién sabe, puede que algunas de estas personas también acaben echando nuevas raíces.