Sigüenza de plata y oro, Atienza de trigo y sal

Atienza y Sigüenza son las perlas de la Serranía, algo así como nuestras” joyas de la corona”. La peña muy fuerte y la ciudad mitrada viven momentos de esperanza. Su esplendor pasado es innegable, su presente, animoso, su futuro, prometedor. Atienza consiguió años atrás el título de uno de los “Pueblos más bonitos de España” y Sigüenza, siéndolo también, aspira a brillar más aún, iluminada como ninguna, en la campaña de una conocida marca de bombones. Y ambas y sus entornos, conjuntamente y del brazo, aspiran a ser declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Una y otra se merecen sendas distinciones y nuestro apoyo.

Sigüenza, de Santa Librada
La arqueta de plata repujada del sepulcro de Santa Librada, patrona de la ciudad y de la diócesis, se exhibe actualmente de modo destacado con motivo de la exposición “A témpora” que acoge la catedral. En el espacio central que configuran el altar de la santa y el mausoleo de D. Fadrique de Portugal, obispo impulsor de su construcción, destaca la referida arqueta que contenía los restos de la santa. Tras ser traídos por D. Bernardo de Agén desde la región de Aquitania, de donde procedían la santa y el obispo, este mandó depositarlas en la recién construida catedral, tras la conquista de la ciudad en 1124. El arca de plata fue donada por el obispo Gión a mediados del siglo XIV y luego depositada en el referido altar, inaccesible al público. La exposición “Segontia, entre el poder y la gloria” ha permitido poner ante los ojos del visitante esta valiosa pieza que se encontraba integrada en el grandioso retablo plateresco de Alonso de Covarrubias, en el transepto norte del crucero de la catedral.

Sólo por ver este magnífico retablo y sepulcros merecería la pena ver la exposición y la catedral, pero ambas tienen muchos más elementos que ver y que justifican su visita. Además de los conocidos tesoros artísticos de la catedral, la capilla del Doncel o de la Anunciación, el coro, la Sacristía de las Cabezas, el claustro, etc., la exposición recorre la historia de la catedral y la tierra de Sigüenza desde sus “tiniebla en la historia” pasando por la “edad de oro seguntina” para acabar con “el legado del señorío episcopal medieval de Sigüenza”. Oro y plata en nuestra ciudad mitrada, perfectamente reflejados también en el magnífico Catálogo de la Exposición.

Perderse por Sigüenza puede ser trabajoso, calle mayor arriba, San Vicente y Travesañas abajo, pero gratificante si lo hacemos de modo apacible, sin perdernos la iglesia de Santiago, San Vicente, la casa del Doncel, las Clarisas, la plaza de la cárcel…Y seguir paseando, y pasando sin prisa bajo sus múltiples arcos, del Portal Mayor, de San Juan, y puertas, del Sol, de Hierro… Sin olvidarnos de pasar bajo la puerta del castillo o bajo la frondosidad de la Alameda y degustar un merecido refrigerio. Cerramos los ojos ¿Nos imaginamos estos lugares complementando con una nueva iluminación a la que recientemente se ha estrenado de la catedral?

No hagamos ascos a un dulce de chocolate, también cubierto de oro. ¿Por qué no apoyar con nuestro voto si con ello contribuimos a que Sigüenza cabalgue en la cresta de la ola? Su meta es la celebración del 900 aniversario de la reconquista de la ciudad en 2024 y la declaración de la ciudad como Patrimonio de la Humanidad. Objetivo que se logrará, gracias a todos, codo con codo y mano a mano con Atienza.

Atienza, la del Trigo y la Sal
La campaña para la declaración de Sigüenza y Atienza como Patrimonio de la Humanidad tiene uno de sus fundamentos más valiosos en el concepto y denominación del “Paisaje Dulce y Salado” de sus comarcas, en honor a los valles y salinas situadas en los márgenes de ambos ríos. Aunque adscritas la mayoría de las salinas al obispado y al municipio de Sigüenza, no cabe duda que muchas de sus ubicaciones estaban en el antiguo territorio atencino y así se denominan en uno de los mejores libros publicados sobre el tema: Las salinas de la comarca de Atienza, de A. Trallero.

Desplazándonos desde Sigüenza a Atienza comprobamos su abundancia y la razón por la que la sal se consideró el “oro blanco” de la antigua Roma. Y cómo fue posible que, tras la concesión de su explotación por Alfonso VI a Sigüenza, sirviera en gran parte para financiar las obras de la catedral segontina. Lo que es más difícil de explicar es el estado de abandono en que han quedado y la impresión que se llevará la comisión encargada en su día de avalar la propuesta. Quizás propongan su inclusión en la Lista de Salvaguarda Urgente, pues, como dicen sus directrices, “El elemento requiere medidas de salvaguardia de extrema urgencia porque se enfrenta a graves amenazas debido a las cuales no cabe esperar que subsista sin las correspondientes medidas inmediatas de salvaguardia”, ya que “su viabilidad corre peligro a pesar de los esfuerzos de la comunidad, el grupo o, si procede, los individuos y Estado(s) Parte(s) interesados”. ¿Qué están haciendo estos para su preservación?

Pasadas las salinas de Imón, las más importantes de la comarca, iremos atravesando campos de cereal, mucho trigo al que también se llamó el “oro de la tierra”. Llegando a su burgo medieval pasaremos a la Plaza del Trigo por debajo de su Arco de Arrebatacapas. Sus soportales conservan el eco de la mercadería que antaño hacía allí sus ventas y trueques en muchos casos del preciado cereal.

El encanto y la sorpresa aumentan también cuando recorremos sus calles, que imaginamos resonando con el eco de sus caballos. Y si visitamos sus museos, civiles, religiosos, etnológicos la sorpresa se convierte en admiración: Museo etnográfico de la Casa del Cordón, museos de San Gil, de San Bartolomé, el de la Trinidad…. Este comparte con la catedral de Sigüenza su tardorománico “Cristo de los cuatro clavos”, una de sus joyas más valiosas. Con sus poco más de 400 habitantes, Atienza posee la mayor concentración de museos y edificios religiosos y civiles de esta sierra despoblada.

No hagamos asco a una exigente ascensión. Subir al castillo, a poco más de 500m nos permitirá contemplar en 360º las llanuras atencinas o una perspectiva inédita del Cerro del Padrastro con su castro. Y en no mucho más de 2 km podemos acercarnos a la iglesia de Santa María del Rey con su cementerio y hasta la misma ermita de la Estrella. ¿Por qué empeñarnos en el turismo de fin de semana, con sus aglomeraciones y profusión de coches, cuando podemos hacer un paseo sosegado en día no feriado por estas vetustas ciudades castellanas?

El colofón a nuestra visita y el premio a nuestro esfuerzo pueden obtenerse en cualquiera de sus ventas y mesones, porque también aquí pastan y se hornean las crías de las ovejas churras castellanas, de tan exquisita y apreciada carne. Nuestro esfuerzo turístico y cultural merece un adecuado colofón gastronómico. La declaración de Patrimonio de la Humanidad también sería un preciado remate y premio a los esfuerzos de nuestras ciudades serranas punteras.