Aldeanueva de Guadalajara reivindica su iglesia románica

Cuando se menciona el arte medieval en Guadalajara, muchos pensamos –automáticamente– en el «Románico Rural». Las iglesias de Campisábalos, Bustares , Carabias, Gascueña de Bornoba, Jodra del Pinar, Beleña de Sorbe, Villacadima o Albendiego forman parte de dicho itinerario. Incluso, se distinguen otros ejemplos en Atienza, Molina de Aragón, Brihuega, Córcoles, Sigüenza o Villaescusa de Palositos.

Sin embargo, uno de los ejemplos más desconocidos de este estilo se encuentra a escasos kilómetros de la capital. Más concretamente, en Aldeanueva de Guadalajara, donde su parroquia –dedicada a «Nuestra Señora de la Asunción»– procede de finales del siglo XIII. “Esta datación tardía es muy posible, dado el desplazamiento de fechas que, en la actualidad, estamos concediendo a los monumentos románicos de nuestra tierra”, confirma el cronista provincial arriacense, Antonio Herrera Casado, en el libro «El Románico de Guadalajara».

A pesar de ello, se trata de un oratorio «rural de repoblación». “Está fundamentado en la cristianización de la zona tras su toma por los castellanos durante el Medioevo”, explica Mariano Rueda Juan, en «Aldeanueva de Guadalajara. Perfiles de su historia». “Reconquistados los territorios, empezaron a constituirse los núcleos de población y, consiguientemente, sus iglesias”. Unos edificios que eran “austeros y sin lujos”.

El caso de Aldeanueva se constituye, de esta forma, como una obra «románica–mudéjar». “Por la época de construcción del edifico, y de acuerdo a sus características de planta y alzado, estamos ante una edificación típicamente románica, aunque por los matices ornamentales y de presentación, así como por los materiales de construcción y disposición de los mismos, es un edificio que puede catalogarse como mudéjar”, explica Herrera Casado.

En cualquier caso, y de acuerdo a la “norma general del románico”, el altar se encuentra orientado hacia el Este. Además, en el muro de poniente, sobre el que –inicialmente– hubo una espadaña, se alza ahora una torre maciza. “Es de perfil achatado, planta cuadrada, sillares en las esquinas, mínimas saeteras para dar luz a la escalera, cornisa sobre el segundo cuerpo, y vanos para las campanas en lo alto”, se subraya en el libro «El Románico de Guadalajara».

En el tabique que mira a Occidente aparece una puerta de reducidas dimensiones, en la que se distingue un arco de herradura apuntado, revestido de ladrillo. A día de hoy, este acceso se está cegado, aunque inicialmente permitía el paso al cementerio que estaba anexado al oratorio, y del que ya no quedan restos. “Siglos después de su construcción se añadió al complejo tanto la sacristía como el atrio”, explica Herrera Casado.

En la pared septentrional de la parroquia de Aldeanueva de Guadalajara se distinguen aleros de ladrillo, que forman “filigranas propias del estilo mudéjar”. “En la parte exterior, en la cabecera del templo, aparece el ábside semicircular, de mampostería, con una cornisa apoyada en tallados modillones”, describe el cronista provincial.

Asimismo, el acceso principal al templo mezcla “los detalles románicos con los mudéjares”. Más concretamente, se distinguen “dos arquivoltas de arista viva descansando sobre lisos capiteles que apoyan en sus respectivas columnas”, así como “un frontal de ladrillo en el que surge un dibujo de entrelazo propio de la decoración árabe”. Además, “el detalle decorativo más interesante de la portada se encuentra en el alfiz, que muestra unos sencillos –pero curiosos– lazos de ladrillo sobre la clave y en las dos esquinas superiores”, añade Mariano Rueda Juan.

La importancia de lo interno
Pero si el exterior de esta iglesia es digno de mencionar, el interior del oratorio no se le queda a la zaga. Se caracteriza por “su grandiosidad y amplitud”, relatan los especialistas. Su nave única se halla delimitada en cuatro tramos por “los muros laterales de mampostería con hiladas de ladrillo”, que acaban en arcos apuntados. La techumbre de la iglesia –al menos, en su parte interna– es de madera, distribuida en dos aguas.

El ábside, en cambio, como ya se mencionaba, es de planta semicircular y se encuentra “totalmente cerrado por un denso racimo de ladrillos”. “Está construido con un zócalo bajo de sillares irregulares, surgiendo sobre él un muro de sillarejo en el que se abren tres minúsculas ventanitas, de tipo saetera, rodeadas de ladrillo”, se explica en «El Románico de Guadalajara». Al mismo tiempo, “se cubre de una espléndida cúpula de un cuarto de esfera, toda ella construida con ladrillo compactado con mortero de cal y arena”.

El presbiterio “se abre delante” y se constituye como un espacio rectangular, comunicado con el ábside a través de “un gran arco triunfal construido en ladrillo, apoyado en cuatro columnas”, explica Herrera Casado. El mencionado emplazamiento “se cubre con una bóveda de medio cañón, totalmente de ladrillo, estando separado del ábside por un arco formero de la piedra”.

Un importante tesoro
Pero, más allá de la relevancia del conjunto arquitectónico, se ha de destacar el impacto del arte orfebre custodiado en su interior. Se trata de 11 piezas elaboradas entre los siglos XVI y XIX. De ellas, destacan un «copón» de plata, del primer cuarto del XVII; un «hostiario» de la misma centuria; una «custodia» argéntica de 52,5 centímetros; un «incensario»; o una «naveta», con decoración vegetal.

Asimismo, también se deben poner en valor otros elementos existentes en el templo aldeanovense, como un par de «cálices», un «relicario» o una «concha», todos del siglo XVIII. También se ha de mencionar el «portaviaticos» o una «cruz procesional», “de color de plata y buen estado de conservación”, indica Mariano Rueda Juan. “Tiene 91 centímetros de altura, mientras que sus brazos miden 56 centímetros”.

Sin duda, el de Aldeanueva es un conjunto arquitectónico digno de poner en valor. Además, para realzar su importancia, el templo ha sido restaurado en diferentes ocasiones. Una de las primeras tuvo lugar en 1973. El trabajo fue muy bien ejecutado, obteniendo –por ello– el Premio Provincial a la mejor restauración, durante el Año Europeo del Patrimonio Artístico.

Desde entonces –hace casi 50 años– el templo de Aldeanueva de Guadalajara ha estado bajo el cuidado de vecinos, especialistas e instituciones. Gracias a ello, se ha conseguido conservar en muy buenas condiciones este centenario monumento. Sin duda, se trata de un ejemplo de románico magníficamente conservado y domiciliado a menos de 15 kilómetros de la capital provincial. ¡No te lo puedes perder!

Bibliografía:
RUEDA JUAN, Mariano. «Aldeanueva de Guadalajara. Perfiles de su historia». Guadalajara: AACHE, 2015.
HERRERA CASADO, Antonio. «El románico de Guadalajara». Guadalajara: AACHE, 1994.