Cervantes en la Alcarria

Jornadas Cervantinas en Trillo y Torija, este fin de semana. // Foto: JCCM
Jornadas Cervantinas en Trillo y Torija, este fin de semana. // Foto: JCCM

Leo en una nota de prensa que el Gobierno de Castilla-La Mancha ha organizado este fin de semana unas Jornadas Infantiles Cervantinas en Trillo y Torija que, básicamente, han consistido en empapar del Quijote a los niños de estas localidades alcarreñas: talleres de dibujo y pintura, cuentacuentos, hinchables y otros juegos, siempre con Cervantes y su obra como protagonistas. El nuevo director provincial de Cultura, Faustino Lozano, ex alcalde de Jadraque, ha afirmado que estas jornadas “consiguen que los más pequeños se acerquen a la cultura y a la lectura a través de uno de los grandes genios de la literatura, como es Cervantes”.

Poco que objetar. Acercar a los niños y niñas a Cervantes es un ejercicio respetable de pedagogía literaria. El problema es no hacerlo con otro tipo de referentes que forman parte las raíces de Guadalajara. Me explico.

No seré yo, asaeteado como casi siempre me encuentro por las huestes castellanistas, quien sea sospechoso de no defender la acción cultural de Castilla-La Mancha. Hace mucho tiempo que llevo diciendo que, siendo irreversible el proceso autonómico que degeneró en el engendro histórico y jurídico-político de juntar Castilla con La Mancha, lo mejor que puede hacer Guadalajara es adaptarse y sacarle el máximo partido. Pero esto implica inexorablemente aceptar el flujo cultural entre las cinco provincias.

La Junta de Castilla-La Mancha cumple con su función, a diferencia de los cuatro años del páramo cospedalicio, cuando organiza exposiciones de la talla de las que ahora se exhiben en Sigüenza (aTempora) y Molina de Aragón (Los siglos del Barroco en el Señorío de Molina y Entre Albogues y Clarines).Todas trufadas por la huella del IV centenario cervantino. Pero tanto el actual Ejecutivo como los anteriores han adolecido de sensibilidad para dispensar un trato singular a Guadalajara, que es la única provincia completamente singular en Castilla-La Mancha. Un descuido doloroso teniendo en cuenta la cantidad de políticos -más bien políticas- que han pasado por la Consejería de Cultura desde la era Bono.

De la misma manera que no se puede concebir España sin aceptar su pluralidad, la mejor idea para vertebrar una región invertebrada como Castilla-La Mancha es respetar las diferencias históricas, culturales, arquitectónicas, lingüísticas, costumbristas, etnológicas y gastronómicas de sus territorios. Ninguno de los sucesivos gobiernos autonómicos ha entendido esta perogrullada. Y ello, unido al factor geográfico, explica por qué aún hoy, 34 años después de aprobarse el Estatuto de CLM, Guadalajara sigue sintiéndose más cerca de Madrid que de Toledo.

Inculcar El Quijote a los niños alcarreños resulta nutritivo y conveniente. Pero debería hacerse lo mismo con el Arcipreste de Hita, Alvarfáñez, los Mendoza, Cela, Buero Vallejo, Sampedro o Ramón de Garciasol. Por citar solo algunos ejemplos –variados- de la identidad guadalajareña. El día que la intelligentsia manchega que dirige la política regional entienda que se pueden exaltar los duelos y quebrantos sin esconder los bizcochos borrachos, tal vez entonces Castilla-La Mancha empiece a hilar sus descosidos.