Checa, una villa con mil potencialidades

Cuando se menciona Guadalajara, nos vienen a la cabeza localidades como Sigüenza, Pastrana, Molina de Aragón, Atienza o Brihuega. Todas ellas, con una gran trayectoria histórica. Sin embargo, existen otras muchas posibilidades que muestran la diversidad de la provincia, como Checa. Se trata de un municipio enclavado en pleno Señorío molinés, que cuenta con 286 vecinos –según la última actualización del INE– y en el que el caminante tiene la oportunidad de disfrutar de unos días de asueto entre historia y naturaleza.

De hecho, una vez se encuentre en el enclave, podrá conocer vestigios checanos milenarios, entre los que destaca el castro de Castildegriegos (S.II a.C.) o la necrópolis de Puente de la Sierra (s. V – II a.C.). “Las influencias célticas de los siglos VIII y VII, así como las ibéricas de la costa mediterránea, calaron en las poblaciones de la Edad del Bronce y del Hierro que poblaban las tierras que hoy comprenden Guadalajara, Teruel, Zaragoza y Soria”, confirman los historiadores.

“El sistema defensivo de Castildegriegos –en Checa– es muy laborioso. Se construye en torno al siglo III a. C. con grandes bloques de piedra tallada, extraídos de la roca que preside el cerro, creando –de esta forma– un foso que protege el recinto”. La estructura del complejo amurallado es muy clara. “La entrada al mismo se encontraba en la zona norte y se hallaba custodiada por una torre, que se asentaba sobre una zona más ancha de la muralla, en la que se ha encontrado una escalera de acceso”, explican fuentes consistoriales.

Sin embargo, esta comunidad despareció un siglo antes de nuestra Era. “El castro fue destruido por un incendio”, mientras que la necrópolis dejó de recibir finados en esa misma época. “Podría tratarse de un traslado o de un exterminio, ya que dicho periodo es de grandes convulsiones debido a la conquista romana”. Tras ello, la comarca sufrió una importante depresión, estado muy deshabitada –al menos– hasta el periodo árabe. En ese momento, comunidades de bereberes repoblaron el lugar con pequeñas aldeas.

Pero no fue hasta el arribo de los cristianos cuando –en realidad– el entorno comenzó a presentar relevancia. Los investigadores mencionan el siglo XII como la fecha en que Checa inició su estructura actual. “La primitiva población estuvo enclavada en un núcleo muy reducido, circunscrito al entorno de la plaza Mayor y de la iglesia parroquial, protegido de forma natural por las peñas de arenisca rojiza y por el río Genitoris”, confirman los investigadores.

Una vez que el enclave se constituyó como población, se encuadró en Castilla, a cuyos reyes siempre perteneció, salvo seis años que formó parte de la monarquía aragonesa. Fue entre 1369 y 1375. Durante este sexenio, Pedro IV –gobernante de Aragón– otorgó la jurisdicción checana a Juan García de Vera. Sin embargo, fue una medida fugaz, ya que –enseguida– la población regresó a manos castellanas. A partir de ahí, el lugar vivió una progresión vertiginosa.

Adquirió el privilegio de villa en 1553. Desde ese momento, el pueblo creció y se consolidó, debido a su dinamismo económico. Fue tal el impacto de esta población que llegó a ser sede de un arciprestazgo, del que dependían diversos enclaves de los alrededores. Entre ellos, Adobes, Alcoroches, Alustante, Baños de Tajo, Chequilla, Megina, Motos, Orea, Peralejos de las Truchas, Pinilla de Molina, Piqueras, Setiles, Taravilla, Terzaga, Tordellego, Tordesilos o Traíd. “Son pueblos que, en la actualidad, están –casi todos– muy despoblados, pero que gozaron de cierta importancia en tiempos pasados”, explicaba la investigadora Natividad Esteban López.

La relevancia económica de la población
Así, Checa fue adquiriendo dinamismo económico. Sobre todo, tras alcanzar el privilegio de villazgo y la consecución de la paz en la zona, mediante la finalización de las guerras con árabes y aragoneses. “Se produjo un desarrollo de las industrias y de la producción del hierro”, que fue su manufactura principal, confirman los investigadores. De igual forma, la explotación maderera y la artesanía se constituyeron como actividades importantes en la villa.

Sin embargo, las ocupaciones ganaderas también tuvieron un impacto muy relevante en el entorno. Y, para muestra, la trashumancia, que llegó a emplear a decenas de checanos. Un impacto que –progresivamente– fue recudiéndose, debido a la implementación de nuevas prácticas intensivas y a la llegada de la movilidad ganadera en vehículos a motor. A pesar de ello, y con el objetivo de recuperar la tradición trashumante del municipio, se inauguró un museo especializado en dicha actividad, que se emplaza en las «Antiguas Escuelas».

“Es un interesante centro de interpretación, configurado como un espacio temático donde podemos aprender cómo era la vida tradicional de los ganaderos trashumantes, así como diferentes aspectos de la vida natural y cotidiana de los habitantes de esta privilegiada comarca”, indican los técnicos de Turismo de la Junta de Comunidades de Castilla–La Mancha. Por ello, presenta “un sentido eminentemente pedagógico, que comulga con el espíritu de difundir el rico patrimonio paisajístico y cultural de Checa”.

Además, en las Eras, situadas al Este del pueblo, todavía quedan algunos vestigios de la trilla, como suelos cubiertos de guijarros, que forman motivos geométricos. Por otra parte, se han de destacar el centenar de pajares que aún quedan en pie, y que se encuentran dispersos por la sierra. “Son auténticas casas de labranza, donde muchos checanos habitaban desde mayo a septiembre”, para poder desarrollar sus labores profesionales.

Pero la luenga historia de la localidad ha propiciado que existan otros muchos monumentos en el casco urbano. Entre ellos, muy relevante es la iglesia parroquial del siglo XVII, aunque con importantes transformaciones en el XIX. También se han de mencionar las ermitas de Nuestra Señora de la Soledad, de Santa Ana, del Santo Cristo y de San Lorenzo, todas del siglo XVIII. De esta misma centuria es el Ayuntamiento, un gran complejo dividido en dos plantas, como tantas otras casonas que se suceden en sus calles y plazas. Entre ellas, el palacio de La Gerencia, que fue la casa solariega de los condes de Clavijo y que está datada en el siglo XVI.

Por tanto, Checa tiene mucho que ofrecer al visitante. Desde historia a patrimonio civil y religioso, pasando por los complejos arqueológicos celtíberos, que –aún hoy– se pueden visitar en su término municipal. Incluso, existe la oportunidad de conocer más a fondo actividades como la trashumancia, tan importantes en los alrededores durante siglos. En consecuencia, querido lector, cuando escuches mencionar a la provincia de Guadalajara, no sólo evoques Sigüenza o Pastrana. También piensa en la villa checana…

Bibliografía
ESTEBAN LÓPEZ, Natividad. «Orfebrería del antiguo Arciprestazgo de Checa. Siglos XII al XVI». Wad-al-Hayara: Revista de estudios de Guadalajara, 25 (1998), pp.: 309–334.