FG ante el espejo

Dos imágenes de Felipe González, recién elegido líder del PSOE y ya como ex presidente del Gobierno. // Foto: El Periódico.
Felipe González, recién elegido líder del PSOE y ya como ex presidente. // Foto: El Periódico.

He leído durante los últimos días dos libros sobre Felipe González que ejemplifican bien la trayectoria del líder político que durante más tiempo ha sido presidente del Gobierno en la democracia. El primero es un libro escrito en 2014 por el propio González (o al menos firmado con su nombre), en el que desgrana los retos de la economía mundial y traza una radiografía severa de las condiciones que llevaron al capitalismo al borde del colapso con las sucesivas crisis financiera y económica desde 2008 en adelante. El segundo es un volumen que encontré en la Cuesta de Moyano, publicado en 1982, meses antes del arrollador triunfo socialista en las generales de octubre de ese año. Se titula Felipe González. Un estilo único, está firmado por Víctor Márquez Reviriego y está planteado en formato de conversación larga, al modo en el que Gracián sentenció: “Habla, dixo el filósofo, para que te conozca” (El Criticón).

El contraste entre las reflexiones del Felipe de comienzos del 82 al de ahora ilustra la mutación de un político progresista, siempre enemigo del comunismo, que ahora reprocha a los jóvenes impetuosos que azotan la socialdemocracia por la izquierda los aires de renovación que él mismo encarnó. La historia no se repite y cada momento plantea circunstancias diferentes, pero el perfume gramsciano de las palabras de González y su insistencia por “la mayoría del cambio” no son homologables exactamente al discurso ametrallador que proclama tomar el cielo por asalto, aunque sí se acerca al Pablo Iglesias que reivindica a Palme.

Portada del libro de Víctor Márquez Reviriego sobre FG (1982).
Portada del libro de Víctor Márquez Reviriego sobre FG (1982).

El ímpetu de cambio y de ruptura con unas estructuras obsoletas traza un paralelismo entre el Felipe González anterior a su llegada al poder y el Pablo Iglesias que aspira a romper la hegemonía del PSOE en la izquierda. “La complejidad del Estado moderno, en España, y en muchos países del mundo, ha planteado un distanciamiento difícilmente salvable entre quienes detentaban el poder del Estado-Nación y los ciudadanos concretos. Esto está motivando una respuesta, una exigencia de estos ciudadanos, de acercamiento del poder representativo a su comunidad concreta”, sostenía González desde la oposición.

Antes de tocar el poder, Felipe González ya era un líder consolidado en la secretaría general del PSOE, un icono mediático de la “nueva política” y un dirigente viajado con unas relaciones muy estrechas tanto con los líderes europeos (como Willy Brandt, Mitterrand o Bettino Craxi) como los latinoamericanos. Especialmente destacada era su amistad con el colombiano Belisario Betancourt, con el venezonalo Carlos Andrés Pérez o con el dictador panameño Torrijos, a quien acompañó en coche en su primer viaje para cruzar el Canal.

González defendió en el libro de Víctor Márquez que “Europa ha perdido una buena parte de su rol mundial” y sostuvo que “una buena porción del poder financiero mundial se ha trasladado de Europa, e incluso de EEUU, hacia los países del petróleo”. Según el ex presidente, “los problemas se mundializan. Las respuestas deben organizarse al mismo nivel. De lo contrario sólo habrá respuestas violentas, salvajes, motivadas por impulsos hegemónicos y egoísmos nacionales.

El libro de Víctor contiene una anécdota jugosa, sobre todo, si compara con la imagen que ahora proyecta González. López Rodó contaba que Bruno Kreisky, canciller austríaco entre 1970 y 1983, socialdemócrata, le había transmitido la siguiente frase: “tienen ustedes la suerte de que les haya salido un líder socialista de derechas”. En el libro, FG lo niega. Y añade: “si de verdad López Rodó pensara eso tal vez tendría menos nerviosismo la derecha ante un posible triunfo del Partido Socialista…”

Portada del libro 'En busca de respuestas' (Debate, 2014), firmado por Felipe González.
Portada del libro ‘En busca de respuestas’ (Debate, 2014), firmado por Felipe González.

Es curioso también cómo el propio ex presidente vaticina con acierto la llegada a La Moncloa ese mismo año, aunque yerra al calcular que estaría solo ocho años de gobierno. “Yo no tengo ambición de poder –le dice a Víctor Márquez- y algunos dicen que eso es un elemento negativo”. Y agrega que “la política moderna es una política bastante gerontocrática”.

Estamos en 2016 y Felipe González aún sigue siendo uno de los hombres con mayor peso e influencia en España, el político español con mayor visión y relaciones internacionales, la pieza clave que explica la abdicación del Rey Juan Carlos y el muñidor socialista que aún mueve la tramoya de su partido, ahora dicen que empeñado en una Gran Coalición. También es un político que ha reconocido que el referéndum de la OTAN fue un error propio de su bisoñez, el señor que despidió a Barrionuevo y Vera en la puerta de la cárcel de Guadalajara y el ex consejero de Gas Natural empeñado en dinamitar el prestigio que le llevaron a ser la esperanza del cambio.

“Siempre he sido una persona sin ninguna ambición en materia económica. No me angustia nada salir de la política, como ocupación. Del proyecto socialista creo que no saldré”. Corría la primavera del 82 y Felipe González contaba 40 años cuando pronunció estas palabras.

Hay que leer y comparar lecturas para poner a los políticos, y a cualquiera, ante su espejo.