Guadalajara también protege sus cuevas

Cuando pensamos en espacios protegidos de la provincia, enseguida evocamos el Alto Tajo, el barranco del Río Dulce o el Hayedo de Tejera Negra. Sin duda, son territorios de una gran relevancia ecosistémica y turística, que se han de conservar para que las futuras generaciones continúen disfrutando de sus valores. No obstante, en Guadalajara existen otros muchos enclaves con un gran impacto, que han de ser visitados –al menos– una vez en la vida. Por ejemplo, la Cueva de la Canaleja, enclavada en la comarca del Ducado, declarada Microrreserva y Lugar de Importancia Comunitaria (LIC), e incluida en la red Natura 2000, por su relevancia ecológica y por alzarse como un refugio de fauna.

De hecho, este territorio –de 163,34 hectáreas– cuenta con grandes valores ecológicos y turísticos, localizándose en la cuenca del río Tajuña, dentro del término municipal de Abánades. “Este valle estrecho y encajado discurre sobre un sustrato calizo a más de 1.000 metros de altitud”, se explica dentro del Plan de Gestión de dicho espacio protegido. El emplazamiento se encuentra definido por “un paisaje ondulado, en el que se desarrollan formaciones de encinar con sabina negra y enebro en las áreas más rocosas, junto a matorrales espinosos y quejigares, que aparecen en las umbrías y en los lugares más húmedos”.

La gruta cuenta con una longitud de 70 metros y una profundidad de 13. Su abertura es de diez por dos metros, dando acceso a una primera sala de unos 25 por 17 metros. De esta estancia parte una estrecha galería ascendente que da paso a una segunda habitación, de unos 22 por 21 metros. Esta última cavidad se caracteriza por ser “descendente y con el suelo cubierto de guano proveniente de las colonias de quirópteros”.

De hecho, “su inclusión en la Red Natura 2.000 se debe al valor de la cuenca como refugio de distintas especies amenazadas de murciélagos, principalmente durante la época reproductora”, explican desde la Consejería de Desarrollo Sostenible. Entre ellos, el ratonero grande y el murciélago de cueva. Ambos casos forman colonias de crías, estando ausentes durante el periodo de hibernación.

Asimismo, en la caverna también se pueden distinguir ejemplares de murciélagos grandes y pequeños de herradura; murciélagos enanos; murciélagos ratoneros pardos y grises; o murciélagos orejudos. “Se ha identificado como único «Elemento Clave» para la gestión de este espacio Natura 2000 el grupo de especies de quirópteros cavernícolas que forman colonias reproductoras en el interior de La Canaleja, al representar los valores naturales más característicos a esta Zona Especial de Conservación”, se explica en el Plan de Gestión.

Estas especies pasan la mitad de sus vidas dependiendo de sus refugios. Por tanto, las condiciones y sucesos relacionados con éstos tienen un papel predominante en la ecología y evolución de sus poblaciones. Una circunstancia que “les hace muy sensibles frente a los cambios que pueda experimentar el medio como consecuencia de ciertas actividades humanas, como el uso de fitosanitarios, los cambios de uso del suelo y, principalmente, las molestias en las áreas de refugio y de alimentación”, aseguran los investigadores.

En cualquier caso, durante el crepúsculo, es un espectáculo observar la salida de estas comunidades en busca de comida a los bosques de los alrededores, que se hallan formados por quejigares, encinares o sabinares. Unas masas arbóreas que están acompañadas por salviares, aliagares e, incluso, por conjuntos de tomillar–pradera.

Además, se han llegado a documentar migraciones de los quirópteros de La Canaleja hacia otras grutas arriacenses. “Se han detectado movimientos con diversas cuevas de la provincia de Guadalajara mediante estudios inéditos que utilizan el anillamiento científico”, aseguran desde la Junta de Comunidades. Estas grutas se localizan en la Hoz de Santamera –a 35 kilómetros del punto de partida– y en una galería localizada en la cola del embalse de Alcorlo –a unos 50 kilómetros de Abánades–, y asociada a la minería de plata del siglo XIX en Hiendelaencina.

La importancia de la difusión
Por tanto, nos encontramos ante un conjunto faunístico y florístico de relevancia, cuyos valores han de ser divulgados. La población debe conocer la relevancia del enclave. No en vano, entre los usos y actividades autorizables se encuentran el acceso a la gruta con fines turísticos y para el desarrollo de actividades de educación ambiental en el entorno inmediato de la cavidad, “siempre que no se produzcan afecciones sobre los recursos naturales objetos de gestión”.

Para conocer esta microrreserva, se ha de llegar hasta el municipio de Abánades. Y, una vez en el casco urbano, se saldrá del pueblo por el valle del Tajuña, con dirección al norte. En uno de los primeros de los valles perpendiculares existentes en el margen derecho del río, se tomará un camino que permite una breve ascensión. Desde el mismo, ya se observará la cavidad, situada a unos 1.090 metros de altitud sobre el nivel del mar.

Por tanto, hay posibilidad de llegar andando hasta la cavidad desde la localidad. Se trata de una caminata de dificultad baja, que se puede hacer en apenas una mañana, incluida la llegada y el regreso hasta el destino. Durante el recorrido, se conocerán no sólo los valores faunísticos y florísticos existentes en torno a la cueva. El viajero también tendrá la oportunidad de conocer –de primera mano– la riqueza ecológica del Tajuña.

Asimismo, hay que tener en cuenta que esta Zona Especial de Conservación se caracteriza por un clima mediterráneo templado–fresco, con un régimen de lluvias más frecuentes en otoño y primavera, un “pequeño estiaje” invernal y otro más acusado en verano. En cuanto a las temperaturas, existe una gran oscilación térmica, con heladas habituales en los meses más fríos. Por tanto, es recomendable visitar el entorno durante los inicios primaverales, antes de la llegada de las lluvias y de los calores estivales, y una vez superados los hielos invernales.

Además, el turista contará con la oportunidad de finalizar la jornada comiendo en uno de los restaurantes de la localidad, durmiendo en uno de los alojamientos abiertos en el pueblo, recorriendo su patrimonio monumental –entre el que destaca la iglesia parroquial de San Pedro– o asistiendo a alguno de los eventos que se realizan en el lugar, como sus fiestas patronales o la recreación histórica de la «Batalla Olvidada», acaecida durante la Guerra Civil española (1936–1939). ¡Todo un lujo!