“Hiendelaencina aspiró a convertirse en capital de Guadalajara gracias a la minería”

Tomás Gismera, durante la presentación del libro sobre el patrimonio minero de Hiendelaencina, este verano. // Foto: HD

TOMÁS GISMERA, autor del libro ‘Hiendelaencina: crónicas para una historia’

“La Sierra ha perdido gran parte de su patrimonio por la falta de atención de las administraciones”

“La minería trajo progreso y multiplicó la población de Hiendelaencina hasta los 8.000 habitantes”

“El final de las minas se produjo por la anarquía en la gestión de las sociedades mineras, la carencia de comunicaciones y la incapacidad de los políticos para entender lo que significaba ese desarrollo”

“La despoblación no tiene solución porque la realidad ha cambiado y ocurre que en Atienza me siento madrileño y en Madrid me siento atencino”

“El cierre de la Casa de Guadalajara llegó porque Cospedal, Guarinos y Román suspendieron las ayudas. No les interesaba electoralmente”

Tomás Gismera es escritor, historiador, narrador, ensayista y, ante todo, serrano. Nacido en la villa de Atienza en 1958, se ha destacado desde entonces por ser uno de los mayores defensores de la cultura atencina y de la comarca de la Sierra Norte. Autor de numerosos libros y artículos sobre la historia y las tradiciones de esta tierra castellana, conversa en una entrevista con Henaresaldia.com, entre otros asuntos, sobre la revolución que supuso para Hiendelaencina el descubrimiento de la minería, que centra su último libro: Hiendelaencina, crónicas para una historia. También analiza el destrozo del patrimonio histórico en la comarca de la Serranía o la falta de perspectivas de futuro a raíz de la despoblación.

¿Cómo y con qué motivación surgió la idea de hacer el libro sobre Las Minas?
Es un proyecto personal. Hiendelaencina es una localidad de la Sierra Norte cercana a Atienza, mi pueblo natal, y decidí investigar sobre su historia porque todavía es un gran desconocido dentro de las rutas turísticas de la provincia. La intención es difundir su historia y que cada vez más gente descubra estas poblaciones.

Sostiene en el libro que “la minería cambió la vida de un pueblo que, decían, no tenía historia”. ¿Qué significaron las minas de Hiendelaencina para esta población y para Guadalajara?
Las minas significaron un boom impresionante que cambió radicalmente la vida de esta población desde entonces. Cuando surgieron las explotaciones, Hiendelaencina era una aldea pequeña de unos 200 habitantes, una población que se disparó hasta alcanzar las 8.000 personas en los años siguientes. Hiendelaencina luchó por convertirse en la capital de la provincia y por beneficiarse de todo el progreso. En cambio, las autoridades de Guadalajara no comprendieron el auge industrial que supusieron los yacimientos mineros de la plata y las principales salinas de Castilla para la provincia, a mediados del siglo XIX.

Portada del libro sobre las minas de Hiendelaencina escrito por el autor atencino.

¿Qué escritores y cronistas abundaron en este patrimonio industrial?
Hablo en el libro de Chicharro que trabajó como secretario en el Ayuntamiento de Miedes y escribió varias obras sobre la comarca, Atienza, Miedes, Torija e incluso una historia sobre Hiendelaencina. Una obra que se expuso en la Exposición de Guadalajara de 1876 y que de forma increíble se perdió. Quizá los numerosos pleitos que mantuvo con el Ayuntamiento de Miedes le llevaron a destruir su legado. Por otro lado, destacó también Bibiano Contreras, médico en Jadraque y en Las Minas. Su padre fue uno de los primeros accionistas de las minas.

A lo largo de cincuenta o sesenta años se hizo pensar que Hiendelaencina pasaría a ser una de las primeras poblaciones de España o, cuando menos, de Guadalajara. ¿Por qué se frustró?
Se frustró principalmente porque el negocio de la explotación minera fue anárquico en los primeros años, entre 1850 y 1870. Hasta Hiendelaencina llegaba todo aquel que quería enriquecerse rápidamente, banqueros, industriales, bandoleros, que fundaban y explotaban las sociedades mineras sin ningún orden ni control. La falta de organización del trabajo provocó una sobreexplotación de la tierra que hizo que los minerales se agotaran. El progreso sobrepasó a la sociedad Guadalajareña y los políticos de Guadalajara no entendieron nunca esa realidad ni supieron gestionarla.

Hiendelaencina alcanzó la cumbre industrial a partir de 1844, al descubrirse los primeros filones de plata pero a finales del siglo, cuando la industria comenzó a dar sus primeras bocanadas, Hiendelaencina ya no era la misma. Pareja Serrada habló de la falta de un plan serio para las minas. ¿Cuándo y por qué comenzó el ocaso de esta explotación minera?
El declive comenzó hacia 1880 en parte por la sobreexplotación que se produjo de los yacimientos. El problema de las comunicaciones también contribuyó a este ocaso. Las carreteras no llegaron a Hiendelaencina hasta principios del siglo XX. Esta falta de medios de transporte hizo que el producto y la mano de obra se encarecieran y no llegaran a la población. En definitiva, este déficit en comunicaciones y electricidad derivó en el fin de la minería, a pesar del desarrollo industrial que experimentó la zona.

¿Qué transformaciones urbanísticas experimentó este municipio a raíz de las minas? Hiendelaencina cambió profundamente. Se construyó una ciudad nueva con todas las comodidades como calles amplias, plaza, iglesia, diversos comercios, casinos e incluso prostíbulos. La población alcanzó los 4.000 habitantes y había que satisfacer las necesidades de los vecinos.

Hiendelaencina no es el único municipio de Guadalajara con explotación minera. ¿Ha sabido la provincia aprovechar este patrimonio?
Guadalajara no ha sabido poner en valor ni vivir de esta riqueza patrimonial de la Sierra y está todo abandonado. Los gobernadores e industriales de la comarca entendían que esta zona era agrícola y ganadera. Además, las minas estuvieron gestionadas por los ingleses y franceses, foráneos a los que no se quería beneficiar, aunque emplearan a trabajadores. El retraso en las comunicaciones fue otro inconveniente importante en este sentido.

Monumento al minero en la localidad serrana de Hiendelaencina.

¿Qué opinión tiene del Museo de la Plata abierto en Hiendelaencina?
Es un trabajo excepcional que el pueblo ha llevado a cabo con muy pocos medios y fondos documentales, porque la gente es muy reacia a donar objetos y patrimonio personal. Este museo trata de divulgar la historia y la industria minera de la localidad, a través de fotos, la muestra de minerales, la maquinaria y las publicaciones y fotografías de la época.

Usted es de Atienza y conoce a fondo la Sierra Norte. ¿Cómo calificaría el estado de conservación del patrimonio en esta comarca?
Las administraciones no prestan la suficiente atención y esto ha conducido a que mucho patrimonio se haya perdido, aunque se han hecho grandes esfuerzos para preservarlo y difundirlo en los últimos años. Jadraque y Sigüenza son dos claros ejemplos de cómo gestionar bien el patrimonio y cuidar un casco histórico. En cambio, los aljibes árabes del castillo de Atienza están penosamente abandonados y el conjunto de las salinas del Valle del Salado y las ermitas atencinas están prácticamente perdidas.

Atienza tiene actualmente 444 habitantes censados, según el INE. En 2012 sumaba 502. ¿Qué futuro tiene el pueblo?
El futuro de Atienza y de toda la comarca es difícil de preservar por la falta de servicios básicos, a pesar de la llamada de atención que se hace en torno a la despoblación y al abandono de los pueblos. La gente necesita otros servicios que aquí no encuentra. Los pueblos son centros de vacaciones con casas vacías y calles sin vida.

¿Tiene arreglo la despoblación en Guadalajara?
Creo que no existe salida a la despoblación. Salí de Atienza a los 9 años para estudiar y desde entonces he regresado allí de vacaciones. Me apasiona mi pueblo, pero ya no es la misma realidad. Cuando emigras, hechas raíces en otro sitio y formas una familia. Como decía Justo Sanjurjo que se marchó a Argentina y trabajaba para medios españoles, en España soy argentino y en Argentina soy español. A mí me ocurre igual, en Atienza soy madrileño y en Madrid me siento atencino. 

¿Por qué han fracasado las iniciativas para el asentamiento de neorrurales?
La integración social en los pueblos es complicada. La gente rural mira a las personas que vienen de la ciudad con recelo y por encima del hombro como si los nuevos vecinos vinieran a darles lecciones sobre cómo vivir. Además la falta de industria o centros educativos hacen que la gente se tenga que desplazar continuamente a otras localidades diariamente y no aguante esta rutina por mucho tiempo.

¿Qué debería hacerse en la Sierra que no se hace para impulsar el turismo?
La gestión y la promoción turística que se desarrolla en la Sierra Norte son positivas. En los pueblos de la arquitectura negra, una zona que ha podido conservar su autenticidad paradójicamente por el aislamiento y la falta de comunicaciones, la oferta de alojamientos rurales y de restaurantes es creciente y un medio de vida para algunas familias. Impulsar otro tipo de iniciativas que atraigan turismo todo el año como gestionar visitas al Alto Rey en enero es complicado. Los políticos no invierten en zonas donde vive poca población y no existen servicios básicos.

Desde el punto de vista medioambiental y turístico, ¿está siendo útil el Parque Natural de la Sierra Norte?
El Parque Natural de la Sierra Norte y la comarca son conocidos y valorados cada vez más por el público gracias a la labor que muchos serranos comprometidos con la tierra hacen para difundirlo y promocionarlo en las redes sociales. Sin embargo a los políticos les falta sensibilidad con el medio rural. No es suficiente con participar en la fiesta patronal del pueblo y hacerse la foto. Deben dar respuesta a sus necesidades cuando se les reclame.

Durante muchos años estuvo ligado a la Casa de Guadalajara en Madrid. ¿Las instituciones de Guadalajara prestaron suficiente apoyo para evitar el cierre?
A la Casa de Guadalajara le sucedió igual que a los pueblos de la provincia. Se quedó sin gente que acudiera y participara en los actos. Los socios continuaron colaborando con su cuota por sentimiento, pero el papel que desempeñó la Casa como refugio de la gente de Guadalajara que emigró a Madrid hace 50 años desapareció porque la mejora de las comunicaciones eliminó la barrera de la distancia. Además, el Gobierno de Cospedal eliminó las ayudas públicas a las Casas Regionales y aquella decisión fue un mazazo. Esa falta de apoyo se repitió con Guarinos al frente de la Diputación y Román como alcalde de Guadalajara. Demostraron una gran insensibilidad en aquel momento hacia la Casa de Guadalajara, probablemente, porque no les interesaba electoralmente. Como prueba de esta indiferencia es que la casa donó la colección de su biblioteca a la Diputación cuando cerró y tres años después no hemos recibido ni un agradecimiento. En los últimos años, algunas instituciones no creyeron ni apoyaron la continuidad de la Casa de Guadalajara e incluso su clausura fue un alivio para ciertos políticos. Respaldar su futuro era una cuestión de voluntad política. Mientras, la ex presidenta de Diputación, María Antonia Pérez León, se esforzó para evitar el cierre, Román suspendió el convenio que mantenía con el centro en 2008.