Jadraque y los Zurbaranes

FOTOS: RAÚL CONDE

“Jadraque, París y Londres”. Esta frase se hizo popular a caballo de los siglos XVIII y XIX, cuando la villa jadraqueña fue referente europeo en el transporte de plata procedente, en su gran mayoría, de las minas de Hiendelaencina. La Sierra de Guadalajara ya no está en condiciones de explotar un negocio tan próspero, pero dudo mucho de que París y Londres tengan entre sus vecindarios a gente tan animada para la fiesta como la que habita Jadraque.

El último concurso de migas pudimos comprobar la animación de sus peñas y asociaciones, la explosión de júbilo en la calle, el ambiente en sus bares y restaurantes como Casa Justi, donde siguen despachando un bacalao que ríase usted del de Casa Labra. El propio alcalde, Héctor Gregorio, nos contaba el entusiasmo de las gentes del pueblo a la hora de volcarse en la organización de las fiestas e incluso los “piques” entre los partidarios de las diferentes citas en el calendario.

En el caso del concurso de migas, que ganara una u otra caldera era lo de menos. Lo importante era el espíritu festivo, entre humo, hogueras y dulzaineros, de un pueblo volcado en sus fiestas y tradiciones. En el concurso pude compartir jurado junto a un nutrido grupo de periodistas de Guadalajara, queridos colegas a quienes por encima de todo nos une la pasión por informar de esta tierra indómita que no deja de sorprendernos en sus múltiples veredas y rincones.

Jadraque. Hito de la Alcarria y puerta de la Sierra. 1.400 habitantes, aproximadamente. Territorio del camino cidiano. Cabecera comercial de una extensa comarca enclavada en el corazón de la provincia. Escala entre Guadalajara y Soria. Refugio de Jovellanos y de Goya. Jadraque es el castillo del Cid, en el cerro más perfecto del mundo según el bisturí orteguiano, pero también el cabrito asado y las coplas de Ochaíta, la voz de la Alcarria. A su patrimonio histórico, paisajístico y gastronómico suma estos días un aliciente de extraordinario interés: la exposición Los Zurbaranes de Jadraque, con motivo de los 150 años de la consagración de la monumental iglesia de San Juan Bautista.

La muestra, abierta de jueves a lunes de 10 a 14:30 h y de 16 a 19 h y cuya clausura está prevista para el 16 de enero, exhibe entre otras joyas dos obras de Francisco de Zurbarán ante las que uno podría detenerse varias horas para disfrutar de su contemplación. Por un lado, el Cristo recogiendo sus vestiduras después de la flagelación, que habitualmente se conserva en la sacristía de la mencionada iglesia. Por otro, La Inmaculada Concepción niña, depositado habitualmente en el Museo Diocesano de Sigüenza y perteneciente a la Fundación Perlado Verdugo, de Jadraque.

Ambos ofrecen aspectos pictóricos sobresalientes, pero la joya de la corona es la Inmaculada niña, pintado hacia 1630. Se trata de un cuadro “peregrino” por los numerosos lugares en los que se ha expuesto, dentro y fuera de España. Después de 52 años de ausencia, ha vuelto a Jadraque y es fácil sospechar que no le será fácil a los parroquianos de este lugar ver cómo después de la exposición regresa al Museo Diocesano de Sigüenza, creado en 1968 por el obispo Laureano Castán Lacoma. Esta pintura constituye un símbolo para Jadraque. Condensa parte de su historia y forma parte de su imaginario colectivo.

José María Bris, ex alcalde de Guadalajara y jadraqueño de pro, escribe en Nueva Alcarria que la exposición de los Zurbaranes refleja “la importancia de Jadraque en la historia eclesiástica”, al tiempo que detalla el proceso que llevó al cuadro a recalar en el Museo Diocesano a cambio de una subvención anual de 5.000 pesetas para el Colegio de San Ildefonso de Alcalá de Henares. El cuadro fue un regalo de Jovellanos a Juan Arias de Saavedra, su tutor en el citado colegio.

“Desde que se llevaron el cuadro, Jadraque tuvo un sentimiento de tristeza, de sentir un vacío, como si le hubiera sido arrebatado un trozo de su historia y siempre con la esperanza de su vuelta”, subraya Bris, quien señala que trasladó en su día al Ayuntamiento una respuesta del obispo Jesús Pla Gandía en la que le admitía que la obra pertenecía a Jadraque y que volvería a este pueblo “cuando las condiciones de seguridad fueran suficientes”.

Desde el punto de vista artístico, el cuadro subyuga por su belleza. Es el dogma de la virginidad representado en la Virgen con aspecto de niña y casi de rasgos infantiles. Destaca la delicadeza con la que Zurbarán pinta las extremidades, la posición de las manos y el contraste de la palidez de azules y dorados con el blanco inmaculado –nunca mejor dicho- de la saya. Hay que fijarse también especialmente en el impresionante broche que lleva la Virgen.

Además de los Zurbaranes, hay otras piezas de interés en la exposición: un Cristo de los milagros atribuido a Pedro de Mena, tallas barrocas originales de Martínez Montañés, un San Juan Bautista anónimo, un conjunto delicadísimo de cálices y custodias, y también una impresionante maqueta con una reproducción a escala de la iglesia parroquial de Jadraque cuyo autor es Jesús Díaz González.

La maqueta está hecha a base de madera, resina, escayola y polietileno. Merece la pena detenerse en ella por su factura técnica, pero también para tener una visión amplia de la iglesia. La cercanía al casco urbano, el hecho de estar encajonada entre el propio entramado del caserío, impide observar las dimensiones de una basílica, consagrada el 15 de octubre de 1871, que dispone en su cabecera de un impresionante retablo de estilo barroco del siglo XVIII. Del primitivo, perdido durante la guerra civil, solo se conserva la escultura de San Juan Bautista. El resto procede de un retablo adquirido por los vecinos en Carrión de los Condes (Palencia). Las rejas de hierro del crucero, las diferentes capillas y las tres bóvedas de medio cañón completan un recorrido que a buen seguro sorprenderá al viajero. La portada es de estilo manierista, con elementos ornamentales alejados de la sobriedad del clasicismo.

Aprovechen lo que queda del calendario previsto y vayan a ver la exposición de los Zurbaranes. Viajen hasta Jadraque. Paseen por sus callejas, deténganse en sus plazas, coman en sus buenos mesones, recorran el museo de la Saleta de Jovellanos y escalen hasta la loma del castillo, desde la que se divisa una espléndida vista de la sabana alcarreña y de los riscos de las serranías.