Cifuentes es una localidad conocida por sus diversas potencialidades. Su entorno natural es de los más impactantes de España, ubicándose a las puertas del Alto Tajo. El agua –además– corre a raudales por su término municipal. Su nombre deriva de la expresión «Cien Fuentes». Además, por sus calles han caminado escritores de primer orden, con el Infante Don Juan Manuel o el literato francés Víctor Hugo. Incluso, su historia y patrimonio son dignos de mención. Y para muestra, el caso de su castillo, que en 2024 se encuentra de aniversario. Cumple ocho siglos desde que comenzase su construcción en su forma actual. ¡Casi nada!
La fortaleza “es el símbolo medieval y arquitectónico por excelencia de esta villa alcarreña”, confirma el cronista provincial de Guadalajara, Antonio Herrera Casado. “Este edificio remata airoso la colina que domina la población y que se vislumbra en la remota distancia”. El complejo comenzó a edificarse en 1324, por mandato de Don Juan Manuel. Con el paso de los años, volvió a manos regias y durante el reinado de Juan II fue donado a Álvaro de Luna, quien –a su vez– lo cedió a Juan de Silva, alférez de Castilla y primer conde de Cifuentes.
Este último aristócrata “reformó el complejo, abriendo ventanales y edificando galerías para mejorar su habitabilidad”, explica el investigador Amador Ruibal. “La alcazaba se encontraba rodeada de amplio foso aún visible es de mampostería–sillarejo por hiladas, con refuerzo en los ángulos. Presenta una planta rectangular”. Además, se debe añadir otra nueva torre, cuadrada, situada en el centro del muro mejor protegido, “por estar en él la puerta principal del monumento, cuya entrada se abre en la cara que mira al norte”, explican los historiadores.
Se trata de un acceso “en codo, con arco apuntado y bóveda, que penetra en el patio por doble arco”, añaden los investigadores. Las paredes castilleras son “de considerable altura”, llegando a superar la decena de metros. “Las torres eran de mayor elevación, pero a día de hoy se encuentran desmochadas en su coronamiento, ya que no conservan las almenas ni el parapeto, no sobrepasando la talla de las cortinas, salvo la del homenaje, que supera los 15 metros”. Por tanto, su estampa externa se ha mantenido hasta la actualidad “sin apenas reformas ni modificaciones”, confirma Herrera Casado.
En cambio, el patio de armas resultaba de “reducido tamaño”, al estar bordeado por dos plantas de habitaciones adosadas a los muros. A través de ellas, se alcanzaban las torres. Además, mediante una escalera de caracol –empotrada en el espolón de la referida atalaya–, también se puede llegar al siguiente nivel de la construcción, en el que se distingue una bóveda de ladrillo. Asimismo, se cuenta con la oportunidad de arribar a los adarves y a la terraza defensiva, dependencias a las que se accede mediante otra escalera realizada ex profeso.
“Desde esta terraza, que conserva restos de la escaragüaita o torrecilla vigía, es posible pasar una nueva y corta escalera, al camino de ronda y alcanzar las torres cuadradas y las estancias, pasando a las cámaras construidas entre las atalayas sudoeste y la central, donde se emplaza la entrada, aprovechando el espacio ganado mediante un muro exterior que las une, levantado para aumentar el lugar habitable”, añade Ruibal. “Desde aquí, se descendía –de nuevo– al patio mediante una escalera construida en el grosor del muro oeste, junto a la entrada”.

Los restos de la muralla de la localidad, que parten directamente de la fortaleza, “son obra de fuerte tapial”, subraya el cronista provincial de Guadalajara. Acompañadas con torres cuadradas macizas, “evidenciaban el hecho de que hubo una fortaleza anterior en el mismo sitio que la actual, con un gran recinto o albácar constitutivos de los restos que nos han llegado”. El perímetro exterior cuenta con “una clara tradición mudéjar”.
Además, “todo el castillo actual se encuentra construido de mampostería, con hormigón recubierto de sillarejo, con un espesor que oscila entre medio y medio y dos metros”, explica Herrera Casado. “Sus hiladas están bien tendidas en sentido horizontal”. La alcazaba, además, “conserva varias estancias con los huecos para la chimenea de la cocina, bancos laterales y los sistemas diversos de acceso al adarve”. En uno de los arcos apuntados queؘ permiten el acceso al monumento se puede observar el escudo de su impulsor, el infante don Juan Manuel.
El monumento aludido fue testigo de grandes acontecimientos, llegando a acoger entre sus muros a relevantes personalidades. De hecho, la fortaleza fue la vivienda de la «Casa de Pastrana» durante el siglo XVIII, naciendo entre sus muros la Princesa de Éboli el 29 de junio de 1540. “También fue utilizada en todos los conflictos posteriores, como la guerra de Sucesión o en la de la Independencia, cuando fue ocupado por los franceses, que fueron expulsados del lugar por «El Empecinado»”, explica Amador Ruibal. “En el XIX se reforzó para ser utilizado en la primera conflagración carlista, convirtiendo los grandes ventanales del complejo en las aspilleras para tiro de fusil que –ahora– se distinguen y se utilizará –finalmente– en la guerra civil de 1936”.
Una trayectoria de la que se han querido hacer eco en Cifuentes, reflejándolo en su blasón. “La heráldica de la villa consiste en un castillo roquero, y varios arroyos fluyendo desde la montaña en que se asienta”, explica Antonio Herrera Casado. “La localidad mantiene este escudo desde su conquista, en el siglo XI, y ello es porque ya entonces poseía una pequeña alcazaba en lo alto del cerro que domina la población”. En definitiva, se trata de una fortaleza “montana, de espléndido aspecto y completa en su estructura”.
Por tanto, nos encontramos ante un momento con siglos de historia a sus espaldas. En 2024 se cumplen 800 años desde su construcción y, a lo largo de estos ocho siglos, ha acogido entre sus muros multitud de lances y relatos, protagonizados por figuras pretéritas castellanas de primer nivel. Incluso, su perímetro también fue recorrido por literatos de impacto nacional e internacional. En consecuencia, durante los próximos meses se han organizado una serie de actos que pretenden rescatar la memoria e historia de esta fortaleza, para vivificarla. Al fin y al cabo, y como señaló el escritor británico Gilbert Keith Chesterton (1874–1936):
«Uno de los extremos más necesarios y más olvidados en relación con esa novela llamada Historia, es el hecho de que no está acabada».
Una villa con historia![]() Por ejemplo, a la configuración geográfica de la comarca, que “se constituía una barrera natural frente a los musulmanes”. Además, tras la mal llamada «Reconquista», se impulsó “una política de concesión de privilegios de feria”, por lo que el comercio llegó a ser muy relevante en el enclave. En este contexto, el municipio “fue creciendo y evolucionando en su configuración como Concejo y cabeza propia de su jurisdicción”, tras independizarse de Atienza en el siglo XIII. En 1253, el rey entregó este señorío a su amante, doña Mayor de Guillén de Guzmán”. A pesar de ello, otro monarca posterior –Fernando IV– “concedió varios favores a las gentes de la localidad”. Uno de los más importantes fue “la exención del pago de portazgos por todo el reino”, así como “la protección de sus habitantes y propiedades en todas las jurisdicciones”. Unas decisiones que generaron –a comienzos del siglo XIV– que la localidad “viera crecer su población y su riqueza a costa de su numeroso y fuerte grupo de arrieros y recueros”. Esta progresión económica permitió al enclave ir aumentando en patrimonio. “Desde 1431 la villa ofreció síntomas indudables de prosperidad y desarrollo”, explica la María del Mar Graña Cid. Por tanto, la relevancia de Cifuentes fue evidente desde la Edad Media. Un impacto que se ha conservado hasta la actualidad. “Cifuentes continuó constituyéndose, durante los siglos XIX y XX, en el centro de una densa comarca, correspondiente a la Alcarria Alta y parte de la Serranía del Ducado”, concluye el cronista provincial. Una centralidad que continúa manteniéndose en la actualidad, en la presente centuria. |
Bibliografía GRAÑA CID, María del Mar. «Urbanización y conexiones con el medio agrario durante la Baja Edad Media: el ejemplo de la villa alcarreña de Cifuentes», En la España medieval, 15 (1992), pp.: 121-136. HERRERA CASADO, Antonio. Cifuentes, villa condal. Guadalajara: AACHE Ediciones, 1993. HERRERA CASADO, Antonio. Guía de campo de los castillos de Guadalajara. Guadalajara: AACHE Ediciones, 2000. RUIBAL, Amador. Castillos de Guadalajara. León: Ediciones Lancia, 1992. |

Historiador y periodista, especialista en comunicación ambiental y en Masonería mexicana. El reporterismo es mi vocación. Ahora informando desde Guadalajara. “Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” (Benito Juárez, 1867).