La sierra norte de Guadalajara, tierra de «Arquitectura Dorada»

La comarca más septentrional de la provincia cuenta con valores naturales, históricos y etnográficos de primer orden. No en vano, se encuentra declarada Parque Natural y, además, se constituyó como frontera entre árabes y castellanos durante varios siglos, lo que le ha permitido poseer un relevante impacto histórico. Una realidad que –como no podía ser de otra manera– se ha reflejado en la arquitectura de la comarca. Muchos de sus pueblos se encuadran en el «Románico Rural», debido a que sus templos parroquiales y/o ermitas pertenecen a la mencionada corriente estilística.

Sin embargo, en esta ocasión, el protagonismo lo tendrán las edificaciones de los pueblos serranos en su conjunto. De hecho, cuando mencionamos a este territorio arriacense, nos viene a la mente –casi automáticamente– la «Arquitectura Negra». Pero existen otras muchas opciones. Entre ellas, la «Arquitectura Dorada», que se alza como “la gradación tipológica intermedia entre las edificaciones integrales de pizarra y otros ejemplos populares, como los de mamposterías y sillerías de caliza y arenisca de las serranías de Atienza y Sigüenza, o la de los entramados, piedra y barro de la cuenca del Henares”, aseguran los investigadores Esther Alegre y Tomás Nieto, en «Guía de la Arquitectura Negra de Guadalajara».

De hecho, los enclaves adscritos a dicha definición se caracterizan por “la utilización masiva de los materiales locales, madera, barro, cuarcitas y pizarras, lo que da como resultado unas construcciones miméticas, confundidas con el terreno, integradas en un paisaje grandioso”. Los ejemplos más destacados de la «Arquitectura Dorada» se encuentran en la Sierra del Alto Rey, destacando municipios como Arroyo de las Fraguas, Bustares o Las Navas de Jadraque.

Las Navas, un pueblo para visitar
Precisamente, se ha de poner de relieve la importancia de este último pueblo. Es un claro ejemplo de la «Arquitectura Dorada». “Las Navas, además, se constituye como un conjunto homogéneo en su configuración y en perfecta armonía con el entorno”, confirman Eulalia Castellote Herrero y Marina Alba Pardo. De hecho, en la localidad se conserva una gran cantidad de edificaciones originarias. “Son de una o dos plantas, con espacio bajo cubierta o sobrado para almacenar el grano. Son más numerosas las viviendas de un solo piso con cámara superior. Normalmente, la cubierta es a dos aguas, aunque –a veces– se achaflana uno de los muros, dando lugar a un tercer faldón”. Además, y para respetar la fisionomía arquitectónica local, todas las calles están enlosadas con gneis…

Este pueblo también se define por un urbanismo sencillo y ordenado. “Existen dos núcleos importantes de edificaciones. Uno corresponde a las construcciones destinadas a las viviendas y sus anejos. Y otro, un poco más alejado, está compuesto por los casillos o tainas para el ganado”, indican Castellote Herrero y Alba Pardo. Asimismo, “en el pueblo encontramos dos plazas, unidas por una amplia calle. En el primero de estos lugares [situado en la parte alta de la población] surge la iglesia”, relatan Alonso Ramos, Herrera Casado y Monje Arenas. En el segundo, que se abre en la parte baja del pueblo, se domicilia el Ayuntamiento.

Unas opciones dignas de visitar
Por tanto, Las Navas de Jadraque es una clara muestra de la «Arquitectura Dorada». En cualquier caso, y a pesar de las especificidades de esta opción, existen continuidades entre las dos grandes tendencias constructivas de la serranía caracense, la «Negra» y la «Dorada». Ambas tipologías “comparten la organización funcional interior [de los inmuebles], los modelos estructurales y constructivos, así como la utilización del barro como conglomerante, además de las maderas como estructura y recargadero de los huecos”. No hay que olvidar que el diseño de estos edificios “siempre ha estado condicionado por las posibilidades de extracción, de transporte y por las técnicas de colocación de los distintos materiales”.

Algo que también se observa en las «construcciones auxiliares» de la zona. Entre las muestras más características se hallan las tinadas para el ganado, que presentan una planta rectangular y cubierta a dos aguas. “De igual forma, disponen de una cámara realizada con vigas de madera, que se utiliza para guardar la hierba destinada a la alimentación del ganado”.

Asimismo, se debe destacar la existencia de lavaderos públicos, muchos de los cuales –todavía hoy– se encuentran en funcionamiento. Los mismos presentan “postes de madera sobre los que se apoyan troncos sin trabajar, que actúan como vigas. Y, sobre ellos, se sujetan maderos más pequeños –también sin desbastar–, que fungen como correas”, explica Tomás Nieto. La cubierta se edifica a base de “teja cerámica curva en los casos más retocados, como los de Las Navas de Jadraque, Bustares o Arroyo de Fraguas”.

Sin embargo, la tradición arquitectónica de la sierra también se distingue en otras edificaciones públicas. Entre ellas, los hornos comunales, donde los vecinos horneaban su pan. En algunas localidades –como la bustareña– aún se encuentran en uso. En cualquier caso, las mencionadas infraestructuras “representaban, como ocurría en el caso de los lavaderos, el principal centro de reunión –fundamentalmente– de las mujeres, al igual que las fraguas eran el punto de encuentro casi único –exceptuando las iglesias y sus pórticos– de los hombres del pueblo”.

Pero lo más relevante es que estos ejemplos suponen el testimonio de la tradición arquitectónica del norte arriacense. “Representa inevitablemente la imagen construida de una forma de supervivencia local, una arquitectura hecha para un clima, una luz, un paisaje y unas personas determinadas”. En definitiva, “un ejemplo de lógica y de racionalismo que permanece por encima de las contingencias temporales”.

De hecho, tanto las edificaciones «Negras» como las «Doradas» se imbrican a la perfección con el ambiente que les rodea. Sólo hay que dar un paseo por Las Navas de Jadraque para comprobarlo. Todos estos municipios no suelen muy grandes –pocos superan el centenar de vecinos– y se emplazan en valles escarpados, elevadas sierras o laderas empinadas, ofreciendo una imagen idílica al visitante. Sin duda, se trata de una alternativa perfecta para disfrutar en cualquier momento del año. ¡No te lo pierdas!

Bibliografía.
ALONSO RAMOS, José Antonio, HERRERA CASADO, Antonio, y MONJE ARENAS, Luis. La Sierra de Guadalajara, paso a paso. Guadalajara: AACHE Ediciones, 2012.
CASTELLOTE HERRERO, Eulalia; y ALBA PARDO, Marina. Arquitectura Negra de Guadalajara. Toledo: Consejería de Educación y Cultura. Junta de Comunidades de Castilla–La Mancha, 2001.
HERRERA CASADO, Antonio, TOLEDANO IBARRA, Ángel Luis, y GONZÁLEZ ESPLIEGO, Luis Antonio. La Romería del Santo Alto Rey. Guadalajara: AACHE Ediciones, 2019.
LÓPEZ MARTÍN DE LA VEGA, Rafael, «La Arquitectura Negra de Guadalajara», Añil: Cuadernos de Castilla–La Mancha, 21 (2000), pp.: 41-42.
NIETO TABERNÉ, Tomás, «La arquitectura tradicional del Ocejón. Arquitectura Negra y Dorada. Teoría e instrumentos para la protección. Tipologías singulares», Cuadernos de etnología de Guadalajara, 47–48 (2015–2016), pp.: 355-426.
NIETO TABERNÉ, Tomás, y ALEGRE CARVAJAL, Esther. Guía de la Arquitectura Negra de Guadalajara. Guadalajara: AACHE Ediciones, 1998.