Liceo Caracense, abierto por obras

En los próximos días se retirarán los andamios y quedará al descubierto el patio del Instituto Liceo Caracense de Guadalajara después de cuatro meses de obras de restauración. Entonces se podrá apreciar en su conjunto la policromía que ha aparecido al retirar cuatro siglos de pigmentos sobre la madera de pino original obra de Alonso de Covarrubias en el s.XVI. Los primeros en percibir el cambio, los estudiantes del centro y también asistentes estos días a las visitas ofrecidas por la Delegación Provincial de Cultura y Deportes junto con el Museo de Guadalajara.

Abierto por obras es el nombre genérico que se le ha venido a dar a las visitas a monumentos artísticos de renombre durante su restauración o rehabilitación. La más conocida es la de la catedral de Vitoria, que lleva funcionando desde el año 2000, coincidiendo con la duración de los trabajos en el templo y que ha supuesto un verdadero boom turístico para la capital alavesa, atrayendo a más de dos millones de visitantes hasta la fecha.

Con esa misma filosofía, han sido varios los grupos de visitantes que han tenido la oportunidad de ver el desarrollo de los trabajos en lo que en su día fue el palacio de Antonio de Mendoza e iglesia de la Piedad, de la mano de los técnicos de la unidad didáctica del Museo de Guadalajara. Se trata de la primera restauración de la que se tiene constancia, más allá de rehabilitación integral del edificio que se llevó a cabo a finales de los años 1980 para su reapertura como centro de educación secundaria.

Las obras han costado algo más de doscientos mil euros con cargo a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y los Fondos Next Generation de la UE y han tenido unos objetivos específicos delimitados, como son la consolidación de los dinteles de madera del patio, la estabilización de la piedra de capiteles y balaustradas, la limpieza de la portada de la Iglesia y también la intervención en el escudo de Carlos V, muy afectado por el paso del tiempo. La dirección técnica está a cargo de María Campoamor Martínez y Cecilia Hernández de la Torre, de R. Restauración de Bienes Culturales, entre cuyo portfolio se encuentra la restauración del Retablo Mayor de la Iglesia Parroquial de Fuentelencina, el mejor ejemplo de arte plateresco de Guadalajara.

Originalmente edificado para la poderosa familia de los Mendoza, poco queda del palacio original tras las sucesivas transformaciones en su adaptación a los distintos usos a través de los siglos, desde beaterio con Brianda de Mendoza, a convento, cárcel e institución educativa sucesivamente. Las huellas de los diferentes arquitectos son visibles tanto en las fachadas exteriores como en los elementos decorativos del interior, tal y como explican los guías en las visitas. Sus características se pueden consultar tanto en la web del Ayuntamiento como en la del mismo IES Liceo Caracense, y en el Portal de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, además de en los escritos del cronista de Guadalajara, Antonio Herrera Casado, donde se da cuenta de que el palacio se emplazó sobre lo que habría sido una de las cuatro sinagogas con las que contaba la Guadalajara.

En estos meses, el grueso de la intervención ha estado orientado a la recuperación en el patio central de la policromía –según explican desde la dirección técnica de la obra-, además de a la consolidación de las maderas. La eliminación de las capas y capas de tintes en las zapatas del patio ha permitido revelar la pintura original del s.XIX, a falta de conocer el resultado de los análisis en laboratorio. Esa misma pintura, que ha preservado la madera en estos siglos, ha requerido ahora de un proceso de limpieza manual, con un posterior tratamiento anti plagas y un barnizado protector que le da un aspecto inusual, diríase que expuesto, con nuevos colores en algunos puntos y que se estima dure unos diez o quince años en función de la rigurosidad del clima.

Durante las obras han quedado al descubierto dos ménsulas de piedra bajo el tejado a la derecha del patio, hasta ahora ocultas, con las formas de un perro y un gato; tal vez un guiño de los artesanos que trabajaron con Covarrubias en el s.XVI, según los expertos.
En otro punto del recinto, la fachada de la iglesia de La Piedad, la intervención ha sido básica pero muy necesaria -según la guía y técnico del Museo de Guadalajara, Laura Quiles-, centrada en la limpieza de verdín y palominos. Posteriormente se colocará una malla protectora anti anidamientos.

En el escudo de Carlos V, la restauración ha ido encaminada a reparar las grietas en la gran losa de piedra, cuya ubicación original se situaba sobre la antigua puerta del mercado de Guadalajara -en lo que hoy es el acceso desde la plaza de Santo Domingo a la calle Mayor-, hasta su traslado al palacio a mediados del s.XIX.

Aunque las sucesivas transformaciones no permiten ver la planta original de la iglesia proyectada por Alonso de Covarrubias en el s.XVI, subsisten elementos originales renacentistas de gran valor, como el patio central. Los capiteles de las columnas de piedra, de decoración orgánica autóctona, como las hojas de roble, se han dado en llamar alcarreños, dado que el arquitecto repitió el modelo en sus muchas obras posteriores, sobre todo en la ciudad de Toledo. Los materiales utilizados en el palacio se cree que procedían de las propiedades de la familia Mendoza: madera de pino de Soria o tal vez Cuenca y piedra de Tamajón y Horche, y entroncan según los entendidos con la tradición constructora mozárabe, a la vez que remiten a una economicidad en los recursos.

A modo de comparación, expertos en arte como la guía turística de Guadalajara Susana Ruiz Herrera apuntan a un coetáneo de este edificio pero en su versión más pudiente en piedra: el palacio ducal de Cogolludo, donde el empuje económico de la familia Medinaceli logró un resultado más refinado aunque sus características renacentistas ya se encuentran en el más modesto edifico de los Mendoza.

Se da la circunstancia de que la restauración ha coincidido con el centenario del fallecimiento del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, que a instancias del conde de Romanones, a la sazón ministro de Instrucción Pública de la época, trabajó en la rehabilitación del edificio a principios del s.XX y hasta su fallecimiento en 1923. Los edificios proyectados por el que es considerado como el gran arquitecto de Madrid configuran la imagen arquitectónica de la capital de España a día de hoy y también se puede decir que la de Guadalajara, pues suyos son los principales monumentos decimonónicos de la ciudad, como el palacio de la duquesa de Sevillano, hoy colegio Maristas, y el conjunto de Adoratrices, donde destaca el emblemático panteón funerario para la familia Desmaissières.

El antiguo convento de La Piedad fue institución educativa desde el s. XIX y hasta la apertura del nuevo IES Brianda de Mendoza en 1972. En la actualidad, el edificio acoge hoy a más de quinientos alumnos de Enseñanza Secundaria, Bachillerato y de un módulo de Formación Profesional B específica, orientada a la integración de alumnos con dificultades.

Las obras comenzaron en julio, así que han sido estos primeros meses de curso cuando alumnos y profesores han convivido con andamios y restauradores. Dadas las especiales características del edifico, así como su rica arquitectura y ornamentación, en el centro están acostumbrados a convivir con la Historia. Así lo cree su director, Alejandro Mediavilla, quien hace una valoración positiva de esta situación inusual. “Los profesores de Geografía e Historia han ofrecido conocerlas a sus alumnos; la restauración en sí no ha afectado a la vida del centro más allá del aprovechamiento que han hecho los profesores para sus clases”, explica. La convivencia con los restauradores también ha servido a los alumnos de Tecnología para conocer las técnicas empleadas -apunta el responsable del Instituto-, y también para dar a conocer al alumnado esta formación y sus salidas laborales.

El IES Liceo Caracense tiene horario de apertura al público durante los fines de semana y a diario se permite el acceso, respetando los intercambios de clase de los alumnos. Al tratarse de un edificio de especial interés artístico y turístico son muchos los turistas que al transitar por el casco histórico de Guadalajara, traspasan las verjas, mapa en mano, atraídos por la arquitectura decimonónica del inmueble visto desde la calle Teniente Figueroa. Las visitas programadas estas últimas semanas han tenido una gran aceptación y de hecho han sido varios los horarios que han tenido que doblarse dada la alta demanda generada. Las explicaciones a pie de andamio se han ofrecido también a distintos colectivos de interés de la ciudad.

Ajenos a los andamios, los estudiantes llenan de vida los envejecidos muros del palacio, en un transitar diario que resuena en el antiquísimo patio. Aunque ya no existe el pozo, ni la palmera centenaria, ni tampoco la galería acristalada del piso superior que aún recuerdan los antiguos alumnos, en pocos días, una vez retiradas las lonas, se podrán admirar como si fueran nuevos los policromados de la madera, en la certeza de que los elementos decorativos consolidados en estos meses seguirán perdurando en el tiempo para disfrute de las próximas generaciones.