Manuel Pérez Villamil, en la Catedral de Sigüenza

Manuel Pérez Villamil, en la catedral de Sigüenza
Manuel Pérez Villamil, en la catedral de Sigüenza

Hijo del abogado seguntino del mismo nombre, Manuel Pérez Villamil, y de María del Carmen García Somolinos, Manuel Pérez Villamil nació en Sigüenza (Guadalajara) el 3 de octubre de 1849. En Sigüenza llevó a cabo sus primeros estudios y posteriormente los continuaría en Guadalajara para pasar más adelante a la Universidad Central de Madrid, donde llevó a cabo estudios superiores, doctorándose en Derecho, así como en Filosofía y Letras, estudios que llevó a cabo entre 1864 y 1870.

La Capilla de Luis de Lucena, probablemente, se salvó de la piqueta gracias a Pérez Villamil
La Capilla de Luis de Lucena, probablemente, se salvó de la piqueta gracias a Pérez Villamil

Comenzó su vida laboral como abogado al lado de su padre, representando en algunos  pleitos al diario madrileño “El Siglo Futuro”, al tiempo que comenzaba su vida periodística. Profesión, la de Derecho, que no tardaría en dejar a un lado para dedicarse a la docencia, llegando a ser Catedrático de Teoría e Historia de las Bellas Artes en el Centro de Estudios Católicos de Madrid, al tiempo que opositaba al cuerpo de Bibliotecarios y Archiveros, incorporándose a la institución en 1886.

Sus primeros pasos periodísticos los llevaría a cabo en esta década, la de 1870, en la revista Hispano Americana “Altar y Trono”.

En los primeros días de junio de 1882 contrajo matrimonio en Madrid con la aristócrata Concepción de Pineda. Anotemos, como curiosidad, que para contraer matrimonio la novia tuvo la necesidad de obtener la licencia correspondiente de la Real Cancillería como nieta del marqués de Campo Santo. Anotando que, a partir de entonces, sus amores patrios quedarían divididos entre la provincia de Guadalajara y la de Murcia, investigando y dando a la luz, sobre su tierra de acogida, algunas obras de interés en torno a sus pasadas industrias y el trabajo de la mujer, siendo recordado por su defensa del patrimonio histórico artístico y más concretamente por la permanencia en aquella capital del famoso “Belén de Salzillo”. Obra que le fue entregada para su custodia en el Museo Arqueológico Nacional, logrando, mediante diferentes artimañas, que en lugar de que la colección de figuras terminase en manos particulares, acabase, como lo hizo, siendo de dominio público en la capital murciana, hecho que ocurriría, para la historia de Murcia, en 1914.

A través de la Ilustración Católica, Pérez Villamil dio a conocer la tierra de Guadalajara a una parte de España
A través de la Ilustración Católica, Pérez Villamil dio a conocer la tierra de Guadalajara a una parte de España

Para entonces, para cuando contrajo matrimonio, Manuel Pérez Villamil se había convertido en un destacado periodista. Había comenzado a colaborar con la revista “La Ilustración Católica” que terminaría adquiriendo para convertirse en su director entre el verano de 1879 y los inicios de 1887. Igualmente dejó sus escritos en revistas y diarios como “La Ciencia Cristiana”, “La Lectura Dominical”, “La Crónica”, etc., en muchas ocasiones firmando con seudónimo, o con sus simples iniciales: “M.P.V.”.

 

A través de “La Ilustración Católica” se dio a conocer al gran público con artículos en los que el arte y la religiosidad alternaban con otros en los que se mantuvo presente la provincia de Guadalajara, principalmente a través de las comarcas de Sigüenza y Atienza, sobre las que escribió varios artículos, en torno a la catedral seguntina los primeros, y su ya conocido “Viaje al Alto Rey”, sobre la segunda.

Formó parte de la histórica “Peregrinación Española a Roma”, que tuvo lugar en 1876, ejerciendo en la ocasión como corresponsal para varios periódicos madrileños, y dando a la luz, al término de aquella, un completo relato del viaje que llevó por título “La Peregrinación Española en Italia”.

Posteriormente compaginará su vida entre la docencia, la Academia de la Historia, el Cuerpo de Archiveros y, por supuesto, la investigación histórica.

Manuel Pérez Villamil en la lectura de su discurso de ingreso en la Real Academia, frente a él, Juan Catalina García
Manuel Pérez Villamil en la lectura de su discurso de ingreso en la Real Academia, frente a él, Juan Catalina García

Fue elegido Académico de número de la Real de la Historia en 1906, haciendo efectivo su ingreso con la lectura de su discurso el 12 de mayo de 1907 siendo apadrinado por quien entonces era Cronista Oficial de la Provincia de Guadalajara, además de Senador y Secretario Perpetuo de la entidad, amigo personal de Pérez de Villamil, don Juan Catalina García López. Uno de sus grandes amigos junto a Francisco Navarro Villoslada, de quien se sentía discípulo y seguidor. Manuel Pérez Villamil era ya, desde el 7 de mayo de 1875, a propuesta firmada el 16 de abril de aquel año por los académicos numerarios Fernández Guerra, Gómez Arteche y Coello, académico correspondiente por Sigüenza, de la Historia. El discurso de ingreso versó sobre “La tradición histórica indígena en la historia de nuestras artes contemporáneas industriales”.

Hacía muy poco tiempo que Pérez Villamil había publicado una de sus obras más significativas: “Arte e Industrias del Buen Retiro; La Fábrica de la China. El laboratorio de piedras duras y mosaico, obradores de bronces y marfiles”, dado a la imprenta con la colaboración del coleccionista madrileño, político e industrial, entre otras muchas cosas, Francisco de Laiglesia y Auset; libro que obtendría el premio “al talento” de la Real Academia, y que sería recibido con cierto alborozo por los historiadores de Madrid, puesto que era la primera obra que aparecía en torno a tan importante industria como hubo en la capital de España, destruida durante los años de dominación francesa.

La Catedral de Sigüenza, la obra clave de Pérez Villamil
La Catedral de Sigüenza, la obra clave de Pérez Villamil

Para la provincia de Guadalajara en general, y para Sigüenza en particular, la gran obra legada para la posteridad sería su historia de la “Catedral de Sigüenza”, contando con las aportaciones del clérigo Román Andrés de la Pastora, así como de su sobrino, don Ambrosio Mamblona, quien sería piedra clave para futuros estudios seguntinos en general y de la catedral en particular. Hasta entonces, ambas, desigualmente desconocidas para la gran historia de España.

No era aquel, el del premio al talento, el primero que recibía Pérez Villamil, puesto que en sus comienzos recibió, el 5 de mayo de 1878, el de la Academia Bibliográfica Mariana de Lérida por su obra “Representación de la Virgen Santísima en el Arte Cristiano”. Y unos años antes -1872-, el premio de la Ilustración Popular de Valencia, por su romance histórico “La muerte del moro Zafra”, cantando y contando una leyenda en torno a este personaje descubierto en una de sus primeras visitas al monasterio de Huerta, según propia confesión, en el libro a él dedicado.

Su vida comenzó a apagarse en 1916, tras el decreto oficial de su jubilación, publicado en el mes de octubre, el día 10, por el que cesaba en su cargo de jefe de tercer grado del cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios por razones de edad y salud. Había perdido vista, habla y movilidad, a pesar de que continuaba trabajando en sus informes para la Real Academia. Tenía pendientes algunos estudios de Arte, que publicaría en los inicios de 1917 en algunas revistas especializadas y ofreció su última conferencia en el Ateneo de Madrid el 21 de febrero de aquel año 1917. La conferencia versó sobre la porcelana del Buen Retiro. Su estado de salud no le permitió ofrecerla por sí mismo por lo que, escrita en un sinfín de cuartillas, fue leída por el vizconde de San Enrique, proyectándose numerosas fotografías de la colección del Sr. Laiglesia.

Manuel Pérez Villamil, en sus últimos años
Manuel Pérez Villamil, en sus últimos años

Fue aquel uno de sus últimos actos públicos ya que la enfermedad se agravó hasta no permitirle salir de casa. Su fallecimiento apenas ocuparía unos renglones en los periódicos, nacionales y provinciales, se había producido el día 11 de diciembre en su domicilio familiar de la calle de  Ferraz número 84, de Madrid.

Para la posteridad dejó un importante legado en obras de gran calado para la historia patria y guadalajareña:
-Recuerdos del Monasterio de Piedra (Madrid, Imprenta de D. Antonio Pérez Dubrull, 1873).
-La Peregrinación Española en Italia, 1876 (Madrid, Imprenta de F. Maroto e hijos, 1876).
-Representación de la Virgen Santísima en el Arte Cristiano (Madrid, 1878).
-Filosofía de lo bello, según San Agustín (Madrid, 1887)
-La Catedral de Sigüenza, erigida en el S. XII, con noticias nuevas para historia del Arte en España (Madrid, Tipografía Herres, 1899)
-Arte e Industrias del Buen Retiro; la Fábrica de La China. El Laboratorio de piedras duras y mosaico. Obradores de bronces y marfiles (Madrid, 1904)
-La Tradición Histórica Indígena en la Historia de nuestras artes contemporáneas industriales (discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, editado por dicha institución  en 1907).

Pérez Villamil fue el encargado de hacer el informe para la protección Histórico-Artística del Palacio del Infantado
Pérez Villamil fue el encargado de hacer el informe para la protección Histórico-Artística del Palacio del Infantado

Aparte de estas, fue traductor de algunas otras, del francés e italiano al español, colaborando con las editoriales Bonnet y del Amo, de París y Madrid, respectivamente. Del mismo modo que tradujo del latín y del italiano algunas otras, puesto que dominaba aquellas lenguas, francés, latín e italiano, quedando como más significativa de estas traducciones la que llevó a cabo sobre “Las Florecitas de San Francisco de Asís”, firmada bajo el seudónimo de “Un hermano de la Orden Tercera”, a la que pertenecía.  Igualmente, continuó la labor emprendida por Juan Catalina García López en la edición de las “Relaciones Topográficas de Guadalajara”, debiéndose a Pérez Villamil el tercer volumen, al tiempo que, fallecido García López, tuvo el encargo de informar a la Real Academia sobre los monumentos provinciales de Guadalajara necesarios de catalogación y conservación, entre ellos el Palacio del Infantado y la Capilla de Luis de Lucena, informes, junto a otros de distinta procedencia publicados en los Boletines de la Real Academia, a través de los que vieron la luz, entre otros:
-Estudios Históricos (1515-1555), por el Excmo. Sr. Don Francisco de Laiglesia (Tomo 54, enero 1909).
-La demolición de la torre del Reloj de la Catedral de Zamora (Tomo 55, julio-septiembre 1909).
-Episcopologio valenciano. Tomo I, por el Dr. D. Roque Chabás (Tomo 56, enero 1910).
-Arte Antiguo (Tomo 57, julio-septiembre 1910).
-D. Juan Catalina García y López (Tomo 58, enero 1911)
-La Capilla de Luis de Lucena, vulgo de los Urbinas, en la ciudad de Guadalajara (Tomo 64, enero 1914)
-La iglesia de Santa María de Monserrate, sita en esta Corte (Tomo 65, julio-agosto 1914)
-Biografía de Sor María de Jesús de Ágreda, sacada de sus obras inéditas y publicadas por D. Eduardo Royo en la nueva edición de “La mística Ciudad de Dios” (Tomo 66, enero 1915).
-El cinocéfalo del Cerro de los Santos, y el de Cádiz (Tomo 67, julio-agosto 1915).
-El señorío temporal de los obispos de España en la Edad Media. Informe dado a la Real Academia de la Historia, con motivo de la Historia de la antiquísima villa de Albalate del Arzobispo, escrita por el Dr. D. Vicente Bordaviu Ponz, cura párroco de la misma villa (Tomo 68, enero 1916).
-Real Cartuja de Miraflores, en Burgos (Tomo 70, enero 1917).
-Documentos de Colón en la Casa Ducal de Veragua (Tomo 70, enero 1917).

Igualmente fue nombrado, en sustitución del Marqués de Polavieja, vocal de la Comisión Ejecutiva de Excavaciones de Numancia, en 1914, así como de los hallazgos arqueológicos que tuvieron lugar en la localidad de Coria, en la provincia de Cáceres.

A todo esto se unirán artículos, conferencias, charlas… En su mayoría, al día de hoy, desconocidas. El tiempo las ha borrado de la memoria impresa.

Al día siguiente de su fallecimiento recibió sepultura en la madrileña Sacramental de San Justo.