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En 2022 se cumplen 40 años de la firma del Hermanamiento entre Guadalajara (España) y Guadalajara (Jalisco–México). Una efeméride que no ha pasado desapercibida para las instituciones y diversos sectores sociales de la capital provincial. Sin ir más lejos, durante la feria del libro de nuestra ciudad –desarrollada en «La Concordia» entre el 12 y el 15 de mayo– se impulsaron varias actividades con este asunto como leitmotiv. De hecho, se organizó una conferencia en torno a la «Situación del mundo editorial independiente mexicano» y se presentaron dos libros que ponían en valor las vinculaciones históricas entre ambos países.
Igualmente, durante la 31ª edición del «maratón de los cuentos» –que tendrá lugar los días 10, 11 y 12 de junio de 2022– también se han previsto varias ideas enmarcadas en la referida conmemoración. Entre ellas, la participación de la narradora mexicana Martha Escudero, quien transmitirá cuentos tradicionales de su país. Todo ello, con la finalidad de profundizar en las vinculaciones entre ambos lados del Atlántico…
Pero, ¿cómo surgió el Hermanamiento entre las dos Guadalajaras? Para buscar las raíces del proceso hay que remontarse hasta 1976. Fue en ese año cuando “el departamento de Antropología de la Universidad Autónoma de Guadalajara, Jalisco, propuso a la Corporación de aquella ciudad estrechar los lazos y la cooperación entre las dos comunidades”, aseguraba el periódico «Flores y Abejas» en su edición del 25 de agosto de 1982. “Esta iniciativa obtuvo el beneplácito de ambos consistorios [el mexicano y el español]”.
De hecho, en el caso de nuestro país, el 30 de noviembre de 1977 se celebró un pleno municipal en el que se acordó –por unanimidad– iniciar las gestiones para establecer la colaboración entre las dos localidades. En el acta del Ayuntamiento arriacense se daba cuenta “de un escrito del presidente del Cabildo Municipal de Guadalajara, Jalisco”, por el que se hacía llegar la propuesta de un Hermanamiento entre las dos poblaciones.
Una idea que buscaría “el estrechamiento de las relaciones entre las dos ciudades, planteando –además– que el acalde de la capital provincial arriacense se desplazase hasta México el 24 de febrero de 1978, para participar en los fastos del aniversario de la fundación de la Guadalajara mexicana”, se explicaba en el acta plenaria. “El Ayuntamiento acordó por unanimidad comenzar el proceso para adoptar el acuerdo de Hermanamiento […] y, respondiendo a la invitación del Cabildo jalisciense, se estudió la forma de estar representados en dichos eventos por una embajada cultural”.
A su vez, el equipo de gobierno tapatío ya había aprobado –el 23 de septiembre de 1977– el comienzo de los trámites para vincularse con nuestra ciudad. Unas conversaciones que comenzaron ese mismo año, con viaje cultural de estudiantes arriacenses, que se realizó “dentro del marco de las nuevas relaciones hispano–mexicanas, y de cara a un mayor acercamiento entre la juventud de ambos pueblos”, informaba «Nueva Alcarria» el 5 de noviembre de 1977.
Estos trabajos culminaron cinco años después. Más concretamente, el 16 de septiembre de 1982, cuando el Consistorio arriacense ratificó el Hermanamiento entre ambas ciudades. “Se da cuenta por el señor alcalde [en referencia a Javier Irízar] que, durante su desplazamiento a Guadalajara, Jalisco (México), ha firmado con el presidente municipal de dicha localidad la carta de vinculación entre las dos poblaciones, surgida del acuerdo adoptado el 30 de noviembre de 1977”, se exponía en el acta de septiembre de 1982. Ninguno de los grupos políticos alcarreños se posicionó en contra de este acercamiento entre España y México. Votaron favorablemente los representantes del PSOE, del PCE, de Coalición Democrática –partido democristiano– e, incluso, de la extrema derecha de Unión Nacional.
Un convenio que, de forma previa, había sancionado el alcalde guadalajareño de la época –Javier de Irízar– el 17 de agosto de 1982, durante una visita oficial al país norteamericano. El documento fue –también– rubricado por el regidor mexicano, Arnulfo Villaseñor Saavedra. “Afirmamos nuestra voluntad de ampliar –así– la amistad entre las poblaciones de Guadalajara –España– y Guadalajara –México–, mediante un mayor conocimiento mutuo”. En este contexto, las partes se comprometían “a promover los intercambios culturales, sociales y económicos”, y “a favorecer las relaciones entre nuestros centros docentes y asociaciones”.
En definitiva, los dos municipios se responsabilizaban “en poner todos los medios para que la armonía entre nuestras ciudades sea efectiva y duradera, y haga patente nuestra voluntad de paz entre los pueblos”. Toda una declaración de intenciones que continúa vigente en la actualidad y que ambos consistorios quieren retomar e impulsar. De hecho, ya se han mantenido reuniones con dicho objetivo…
Un convenio muy completo
Pero, ¿en qué consiste el Hermanamiento entre ambas ciudades? “El acuerdo tiene como objetivo formalizar las relaciones de cooperación entre las partes, para fortalecer entendimientos, intensificar los esfuerzos comunes y contribuir al intercambio de experiencias y a la realización de actividades conjuntas”, confirmaba la regulación aprobada hace 40 años. Todo ello, con “el interés en profundizar los lazos de amistad”.
Precisamente, se consideró que la “cooperación internacional” se constituye como “uno de los factores que incide favorablemente en la solución de problemas que afectan a las respectivas comunidades signatarias”. Por ello, con el Hermanamiento se ha pretendido “profundizar en las relaciones de colaboración a través de un marco jurídico adecuado”, con el fin de “ejecutar proyectos y acciones que tengan incidencia en el avance económico y social de las partes”.
Así, en el mencionado convenio se priorizó el intercambio de misiones empresariales y gubernamentales; la organización de ferias, seminarios y congresos; la realización de estudios e investigaciones conjuntas; la formación y capacitación de recursos humanos; la organización de seminarios, talleres, simposios y conferencias; además de intercambios de técnicos, especialistas y profesionales, o propuestas culturales, deportivas y artísticas diversas.
¡A por ello!
Una vez definidos estos términos, la vinculación entre las ciudades echó a andar. Se comenzaron a organizar múltiples propuestas para acercar las dos ciudades. Por ejemplo, el 15 de junio de 1988, el Consistorio de Guadalajara (España) recogía el guante de la invitación extendida desde Jalisco para participar en los nuevos fastos del aniversario de la ciudad mexicana. “El pleno arriacense acordó por unanimidad […] que se estudie la forma de estar representados en dichos actos”, se anunciaba en el acta municipal.
Además, pocos años después –el 24 de febrero de 1994– llegó una delegación mexicana a nuestra ciudad, gracias a la intermediación de la Universidad de Alcalá (UAH). Participaron diversos responsables de Turismo del gobierno federal azteca. Entre ellos, el viceministro de la materia, Víctor Gutiérrez Camposeco, o la directora general de Cultura Turística, Olga Contreras, así como el vicepresidente de la Cámara Mexicana de Comercio, José Gutiérrez Navas. Unos representantes que disfrutaron de una recepción oficial en el Ayuntamiento; una visita a la Cámara de Comercio e Industria caracense; un recorrido por el Campus de la UAH en la capital; o un almuerzo en el restaurante «Miguel Ángel».
Durante el mandato de José María Bris como alcalde alcarreño también se acogió al segundo de a bordo del Concejo guadalajarense, en México. Hablamos de Fernando Pérez Jiménez, quien fue recibido en el Consistorio y en la Diputación. De igual forma, se hizo un recorrido por algunos de los monumentos más representativos de la localidad, como el Infantado, el Torreón de Alvar Fáñez, el Panteón de Duquesa de Sevillano o las iglesias de Santiago y Santa María.
La comida de honor tuvo lugar en el restaurante «La Brasa», donde se degustaron entradas variadas y un plato fuerte a elegir entre dos carnes y dos pescados. También se ofreció postre, pan, vino, café y licores. El precio fue de 4.500 pesetas por persona. Además, en todo el recorrido, los representantes de México contaron con un guía de lujo. Se trató del escritor, historiador y etnógrafo José Ramón López de Los Mozos, tristemente fallecido en 2018.
Y, como contrapartida, desde la Guadalajara tapatía invitaron a representantes municipales arriacenses a la visita anual de las localidades hermanadas, que tuvo lugar entre el 1 y el 5 de octubre de 1998 en tierra tapatía. “Uno de los eventos más importantes dentro de nuestras festividades será la inauguración de un jardín dedicado a nuestras ciudades hermanas. Mucho les agradeceríamos si nos pudieran mandar el escudo de armas a la mayor brevedad posible para reproducirlo y ponerlo en el parque”, indicaba Carmen López Rocha, directora jalisciense de Relaciones Públicas. “Sería un honor para nosotros que, además, nos pudieran acompañar en esta visita y estrechar los lazos de amistad”.
Años más tarde, el 17 de febrero de 2012, desde México volvieron a convidar a nuestros representantes a participar en la «Semana de España en Guadalajara». Empero, el equipo de Antonio Román declinó la oferta, alegando razones muy cortoplacistas. “Suponemos que están al tanto de que la situación de crisis que atraviesa nuestro país, lo que ha llevado a la necesidad de que las administraciones públicas tengan un control exhaustivo de los gastos, dejando de lado todo aquello que no influya directamente en el bienestar de los ciudadanos”, explicaban fuentes municipales. Por ello, “en estos momentos no es posible el desplazamiento de nuestros representantes hasta su bella ciudad”. Sin embargo, no se consideró lo positivo que podría suponer una intensificación de las relaciones económicas entre ambos lados del Atlántico…
La solidaridad, ante todo
Pero la relación entre las dos ciudades no se circunscribió exclusivamente a vinculaciones culturales, económicas y de buena amistad. El 22 de abril de 1992, el centro de la urbe mexicana sufrió una serie de explosiones de gasolina en el sistema de alcantarillado, que dejaron un saldo desolador. En concreto, 212 muertos, 69 desaparecidos y más de 1.800 heridos. Además, ocho kilómetros de calles quedaron impracticables, mientras que 1.142 viviendas, 450 comercios, 100 centros escolares y 600 vehículos padecieron importantes daños.
Ante este desolador panorama, se desató una ola de solidaridad internacional. Y entre las localidades más comprometidas se encontró nuestra Guadalajara. Y para muestra, un botón. El Ayuntamiento capitalino –que, por entonces, estaba dirigido por Blanca Calvo– se puso las pilas e impulsó –entre otras medidas– una declaración institucional. “El pleno de esta Corporación invita a todos los arriacenses a colaborar para mitigar los sufrimientos de los vecinos de Guadalajara–Jalisco que han quedado afectados por la catástrofe. Estamos seguros de que nuestra gente no va a defraudar estas expectativas”.
Y así fue. Los servicios municipales abrieron una cuenta en la Caja de Ahorros Provincial, donde –inicialmente– el Ayuntamiento ingresó medio millón de pesetas. A continuación, la ciudadanía alcarreña respondió muy positivamente, aportando ingentes cantidades dinerarias, para echar una mano en la recuperación de la metrópoli hermanada.
“Guadalajara–Jalisco está pasando unos momentos desgraciados y difíciles, necesitando grandes apoyos de solidaridad”, recordaban fuentes municipales caracenses.
Una vez más, la población civil exhibió una gran responsabilidad en momentos de crisis. De esta forma, se demostró que la cercanía entre las dos Guadalajaras –la mexicana y la española– es enorme. Y no sólo desde el punto de vista histórico, cultural, económico y lingüístico. También desde la perspectiva social. Por ello, es fundamental el relanzamiento del Hermanamiento entre las dos localidades. Es una magnífica fórmula para estimular –aún más– el diálogo entre ambas realidades. En definitiva, nunca debemos fijarnos en las fronteras. Al fin y al cabo, y como aseveró el periodista mexicano Librado Rivera (1864–1932):
«Yo amo una patria universal, una patria sin límites y sin fronteras; una patria común cuyos intereses pertenezcan a todos los habitantes de ella, como nos pertenece el aire, la luz y el calor del sol»
| Una comitiva de relevancia La vinculación entre las dos Guadalajaras siempre ha levantado un gran interés en España. Un ejemplo de ello se encuentra en los sectores culturales. “Este Hermanamiento es muy importante, ya que permite intercambiar el conocimiento de nuestros ancestros y de nuestras historias comunes”, argumenta Antonio Herrera Casado, cronista provincial arriacense. Incluso, dos años antes de que se firmase oficialmente de esta vinculación, un nutrido grupo de intelectuales, literatos y artistas caracenses acudieron hasta la capital jalisciense. Pisaron suelo mexicano en 1980. “Allí se establecieron muchos contactos”, confirman los participantes.  De hecho, se dieron conferencias, se colgaron exposiciones de creadores locales, se estrenó una obra musical de Segundo Pastor y se inauguró un mural con el Doncel de Sigüenza en uno de los accesos de la Universidad Autónoma de Guadalajara, emplazada en el centro de la localidad. Entre los asistentes de este viaje se encontró el propio Herrera Casado, quien guarda un magnífico recuerdo de la propuesta. |
Historiador y periodista, especialista en comunicación ambiental y en Masonería mexicana. El reporterismo es mi vocación. Ahora informando desde Guadalajara. “Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” (Benito Juárez, 1867).
