Pegar la hebra

Pseudónimo: Chivo de Gredos. 63

Autor: Rafael Conde García

3º Premio

La expresión “pegar la hebra “está un poco en desuso y los más jóvenes posiblemente no identifiquen su significado, pero los que ya tenemos una edad sabemos muy bien lo que quiere decir; en la Sierra Norte, sus gentes también la conocen bien.

Recorriendo los distintos pueblos de la Sierra, uno va encontrando personas que forman parte de la historia de esos territorios. Gentes que son historia viva de una cultura y de unas formas de vida que en el medio urbano vamos, poco a poco, perdiendo.

Así pues, el viajero debe pensar recorrer estas tierras sin prisa, sin un horario prefijado que le convierta en esclavo del tiempo. Debe tener en su mente lo importante que es “pegar la hebra” con las distintas gentes que habitan estos lugares.

El viajero puede encontrarse en Robledo de Corpes con la señora Petra, que se mueve bien con sus 89 años cumplidos. Ella le puede contar cómo hace unos cuantos años ir a Atienza era toda una aventura porque no eran 17 kilómetros por la carretera que hay en la actualidad; no, ni mucho menos: había que contar con que las caballerías resistieran bien las inclemencias del tiempo y las penalidades del camino, además: “para qué íbamos a ir a Atienza si no teníamos cuartos para comprar cosas”; “nos teníamos que apañar con lo que había en el pueblo”; “y no se crea usted”, sigue diciendo Petra, “éramos tan felices”. Ya lo dice el proverbio: “No es más feliz el que más tiene, sino el que sabe conformarse con lo que tiene a su alcance”… y así, el viajero ha aprendido en un rato aspectos profundos de la vida que le ha transmitido Petra… simplemente “pegando la hebra”.

El viajero puede encontrarse con el señor Manolo en “Las Minas” (… porque esto de Hiendelaencina son modernidades, sabe usted). Manolo le explica al viajero las cosas que sus padres le contaban a él y el esplendor que tenía el pueblo cuando funcionaban las minas de plata. Manolo no lo vivió… él nació en el 34 y las minas se cerraron en el 18, pero se le iluminan los ojos cuando recuerda cómo le contaba su madre a la luz de la lumbre y del candil las cosas que había en el pueblo cuando ella era moza allá por los finales del pasado siglo XIX y los inicios del siglo XX: el hospital construido a iniciativa de D. Claudio allá por 1911. También va relatando Manolo que allí, en el mismo pueblo había un teatro y un casino… “Más de cinco mil almas se movían por Las Minas en aquellos entonces”, va recordando Manolo, después se cerraron las minas, se acabó la plata y la gente se tuvo que marchar. Aquí nos quedamos los que no pudimos salir, pero “nos las hemos ido apañanando como hemos podido” y ahora, lo que son las cosas, quieren darle nueva vida al pueblo con esta historia de “el país de la plata”… han hecho un museo y quieren acondicionar la entrada de una mina para que vengan turistas… ya ve usted las vueltas que da la vida. Y, de este modo, el viajero… “pegando la hebra” con Manolo se entera de un montón de cosas de esta tierra que parece que quiere rejuvenecer y recuperar parte de su historia y sus valores.

Siguiendo su periplo por estas tierras, el viajero llega a los pies del Ocejón, Almiruete es el pueblo que le recibe con sus cárcavas rojizas, por las que cada año en los carnavales, descienden las botargas con sus cencerros para buscar a las mascaritas. Aquí se encuentra con Pilar, pobladora de fines de semana y temporadas de verano, muy buena conocedora de la zona tanto de sus gentes como de la flora y su fauna, ella pudo criar a sus hijos en este precioso paraíso y ellos aprendieron los valores de la relación con la naturaleza en estado puro, disfrutaron de participar en los carnavales: el chico como botarga y su hija como mascarita…Pilar tiene su parte urbanita, pero defiende a ultranza las costumbres y los valores de la zona: los preciosos paseos por Tamajón, la senda balizada que permite acceder al Ocejón desde Almiruete, los paseos por la Ermita de la Virgen de los Enebrales. “Pegar la hebra” con Pilar es disfrutar de los lugares preciosos que nos depara esta zona de la Sierra; además, en ella se reúne los valores de la persona que conoce entornos diferentes y sabe poner en valor todos los tesoros que están en estos lugares.

Así, “pegando la hebra”, disfrutando del sosiego que da una conversación pausada, llena de referencias humanas y cotidianas, el viajero va conociendo un poco estas preciosas tierras. Recobrar el disfrute de lo auténtico y redescubrir valores que merecen reivindicarse.