Segunda edición de la recuperada Romería a la Ermita de los Enebrales en Tamajón

Un momento de la recuperada romería a los Enebrales en Tamajón
Un momento de la recuperada romería a los Enebrales en Tamajón

La mañana del sábado amanecía fresca, pero afortunadamente para los huertos recién puestos, sin el manto blanco de la helada, en el umbral del Ocejón. Durante la noche del viernes había caído una tromba de agua sobre la sierra, de la que eran testigos los charcos.

Pasadas las once de la mañana, caían gotas de agua como puños de grandes sobre la villa, pero cuando se acercaba el momento de la misa y procesión en honor a la Virgen de los Enebrales, dejó de llover. Los miembros de la Hermandad de la Virgen, refundada en agosto de 2016, lo habían preparado todo para celebrar la segunda edición consecutiva de la recuperada Romería a la Ermita de los Enebrales.

La Serrana, guapísima, vestía su manto rojo, uno de los muchos que le han donado sus feligreses. Descansada sobre las andas, recibía el respeto y la admiración de cuantos se acercaron a la Romería. En el pórtico de la Ermita, los Gaiteros Mirasierra hacían gala de su condición de hermanos de honor y, como es costumbre en Tamajón, se encargaban de ponerle banda sonora a la devoción que la villa agallonera, y por ende de la Sierra Norte, siente por Nuestra Señora de los Enebrales.

Ofició la misa el párroco local, Herve Boris Da Silva. Y fue Alberto Sotelo, secretario de la Hermandad, quien ejerció en este caso la portavocía de la organización, hizo las correspondientes ofrendas y se dirigió a La Serrana, excusando a Elvira Gamo, su presidenta, que no ha podido acudir en esta ocasión por un problema personal grave. Al finalizar el oficio religioso, salía la procesión, que este año, después de que la Hermandad haya acondicionado la explanada aneja a la Ermita, se ha hecho por un recorrido diferente, más amplio, a través del paraje conocido como Las Enebradas. Cuando salió la Virgen, brillaba un sol precioso, que se reflejaba en un cielo algodonado de nubes.

Por delante de la señora, los gaiteros tocaban sus sones. El manto rojo, contrastaba con el verde intenso de las sabinas, y de las montañas. Cuando la procesión regresó al pórtico de la Ermita, construida en el lugar conocido como ‘Al sitio de la madre de Dios’, se subastaron las andas para entrar a La Serrana de nuevo a su morada. Fue el subastero de Tamajón, Darío Santos, el que voceó la almoneda. Cuando la Virgen estuvo de vuelta en el altar, los agalloneros cantaron su himno, con el mismo entusiasmo que lo hacen siempre, y organizaron una ordenada fila para besar su manto. Después de la procesión, todos los agalloneros que lo desearon, compartieron una paella en el Centro Social del pueblo, acompañados igualmente por los dulzaineros, rematando así un bonito día de fiesta.