Solanillos del Extremo, cuando la naturaleza se mezcla con la historia

La Alcarria es una zona única. Ofrece multitud de propuestas para el viajero. En esta comarca, el caminante se deleita con impresionantes parajes naturales, con municipios de amplia historia o con monumentos de primer orden. Y para comprobarlo, sólo hay que subir a las tetas de Viana –con sus vistas sin igual– o acudir a localidades con un pasado digno de las grandes capitales. Entre ellas, Pastrana, Cifuentes o Brihuega. En sus calles, además, el excursionista se deslumbra con sus enormes palacios, sus majestuosas iglesias y sus yacimientos pretéritos. ¡Todo un lujo!

Sin embargo, existe la posibilidad de conocer otros enclaves alcarreños que, si bien son más pequeños en población, su relevancia histórica y patrimonial es idéntica. Solanillos del Extremo es un claro ejemplo de ello. Se trata de un lugar de apenas 87 habitantes, según la última actualización ofrecida por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin embargo, hace 200 años contaba con cuatro veces más de población, al llegar a los 342 moradores, de acuerdo al «Diccionario geográfico–estadístico–histórico de España y sus posesiones de Ultramar».

Un documento en el que se mencionaban otros detalles de la villa. Por ejemplo, contaba con un clima frío –posiblemente, más fresco que ahora– y se encontraba emplazada en “un elevado cerro, con libre ventilación”. Una ubicación que se ha mantenido hasta el tiempo presente. Además, y de acuerdo al trabajo censal auspiciado por Pascual Madoz, el enclave acogía 90 casas, entre las que destacaba el Ayuntamiento y un par de pósitos.

El primero de estos almacenes era de carácter «nacional» –con capacidad para 193 fanegas de trigo–, mientras que el segundo era religioso, un poco más reducido, al almacenarse hasta 50 fanegas de cereales. Asimismo, se distinguían una posada, una iglesia parroquial –la de Santiago Apóstol– y una escuela de instrucción primaria, frecuentada por 18 estudiantes. De igual forma, existía una fuente de “buenas aguas”, que “proveía las necesidades del vecindario”, se añadía en el «Diccionario geográfico–estadístico–histórico de España y sus posesiones de Ultramar».

Sin embargo, no era el único manantial que existía en Solanillos. En su término municipal, Pascual Madoz describió otros cinco puntos de agua, así como dos ermitas, dedicadas a Nuestra Señora de la Soledad y a Santa Bárbara. Además, el terreno de la población estaba atravesado por una rambla, “en la que se recogían las aguas de los hontanares que brotaban en el entorno”. En la zona había, asimismo, “buenos montes poblados de encina, robles y otros árboles”. Por tanto, y desde hace más de 200 años, en este pueblo ya se observaba una perfecta imbricación entre naturaleza y monumentos. Justo lo mismo que ocurre a día de hoy…

A pesar de ello, la riqueza de la población se fundamentaba en la producción agraria –trigo, avena, garbanzos, almortas, patatas, judías, vino o miel– y ganadera, entre la que destacó la cabaña lanar, caprina, mular, asnal y bovina. También había posibilidad de caza y ejemplos de industria transformadora. De esta última se han de mencionar la existencia de un molino aceitero y varios talleres de hilado al torno, que servían a la Fábrica de Paños de Brihuega.

Previamente, tras la conquista castellana, la localidad perteneció a la Villa y Tierra de Atienza. “Se formó el extremo meridional de dicho territorio”, explican desde el Ayuntamiento. De hecho, el nombre de la localidad –según la creencia popular– estaría vinculado a que el enclave se encontraba “en la frontera entre el área cristiana y la musulmana”. Más tarde, en 1478, el pueblo pasó a formar parte de las propiedades de los condes de Cifuentes, una dominación bajo la que permaneció el sitio hasta la supresión de los señoríos en 1812.

Un patrimonio digno de mención
Así, nos encontramos ante una localidad con un pasado que se cuenta por centurias. Una trayectoria que ha dejado huella en su patrimonio. Del mismo, destaca su iglesia parroquial –en honor Santiago Apóstol–, del siglo XVI. “El exterior ofrece un aspecto de fortaleza y sencillez, con torre de cuatro cuerpos, divididos por ligeras impostas, siendo los muros de sillar y sillarejo calizo”, explican los historiadores del arte.

Su planta es de cruz latina, y el interior se encuentra estructurado en una sola nave, que –a su vez– se halla recubierta por una bóveda, en la que se distinguen variados trabajos en yesería. El acceso a la parroquia se resguarda por un pórtico, sostenido gracias a tres columnas toscanas. En el mismo, aparece la fecha de 1802, año de la última restauración. Además, el conjunto “tenía el carácter de asilo”. Es decir, “cualquier perseguido por la Justicia entraría en el monumento como refugiado y no podría ser tomado por la autoridad”, confirman fuentes municipales. “En el interior sobresale el altar mayor barroco, así como una pila bautismal”.

También se puede visitar la ermita dedicada a Santa Bárbara. Se encuentra situada en el norte del municipio, junto a la carretera y a un costado de las Eras. “Se trata de un edificio pequeño, de base cuadrada y con una puerta de arco de piedra de sillería, ubicado sobre el muro sur”, narran desde el Consistorio. “Recientemente, el oratorio ha sido restaurado y se ha colocado un sencillo porche en la puerta principal, sujetado por dos columnas”.

Asimismo, se ha de mencionar la ermita de Nuestra Señora de la Soledad. Se sitúa en la vía que llega desde Henche y está adosada junto al cementerio. “Se trata de un edificio de planta alargada, con puerta de acceso sobre el muro norte, espadaña en el poniente y un ábside semicircular con contrafuertes en la pared de levante”, describen los especialistas.
Además, se ha de poner en valor el ámbito natural de Solanillos del Extremo. “Su terreno es ondulado, destacando los cerros de las Solanas, Atalaya y el Alto Pino, así como las lomas de Portillo y Valdecarnero”, explican fuentes municipales. Un entorno, dominado por el paisaje alcarreño, que hay posibilidad de conocer gracias a la propuesta senderista RCGU–12, denominada «Camino de Haya del Cerro». Es una propuesta de nueve kilómetros, de carácter circular, que se completa en unas tres horas y media. La trayectoria se realiza por “carriles de tierra de buen firme”, explica Ángel de Juan, especialista en la materia.

Gracias a ello, se puede disfrutar de Solanillos del Extremo, una localidad ubicada entre Brihuega y Cifuentes. Un paseo por sus calles y por su término municipal permite conocer y profundizar en los valores de la comarca, fundamentados en la perfecta imbricación entre la naturaleza, la historia y el medio ambiente. “Nos encontramos frente a uno de los municipios que conservan todo el sabor y encanto de la Alcarria”, confirman desde el Ayuntamiento.

Bibliografía
MADOZ, Pascual. «Diccionario geográfico–estadístico–histórico de España y sus posesiones de Ultramar», Madrid: 1845–1850.