Yebra, la villa desconocida

Durante los últimos años, Yebra ha saltado a los medios de comunicación por diversos motivos. Sin embargo, no se suelen mencionar las potencialidades de esta población. Pocos conocen su pasado. Se trata de un enclave con siglos de historia, una trayectoria que –a su vez– se ha reflejado en sus calles. En las mismas, se distinguen multitud de monumentos, que hacen las delicias de los visitantes. Incluso, el devenir pretérito de la localidad se ha reflejado en su nombre. “La denominación proviene etimológicamente de «Aebura» o «Ebura», de la tribu germánica de los «eburones», que en una de las invasiones celtas llegaron hasta las tierras de Guadalajara”, explica el alcalde de la localidad, Juan Pedro Sánchez Yebra.

En consecuencia, dicho municipio hunde sus orígenes en la noche de los tiempos. Los primeros asentamientos habitados de la zona cuentan con más de un milenio de historia. Sin embargo, la forma actual del lugar se comenzó a generar durante la Edad Media.

“Después de la conquista cristiana a los musulmanes, una colonia de castellanos –de la mano de la Orden de Calatrava– se instaló en lo que hoy es el pueblo. Esta orden militar y sus maestres eran los señores del lugar”, explican los historiadores.
Yebra perteneció a los calatravos durante siglos. Sin embargo, fue evolucionando con los años. En el siglo XV –más concretamente en 1459– alcanzó la calificación de villa, gracias a la intercesión de Pedro Girón, maestre de la mencionada Cofradía religioso–militar. Tras ello, la localidad obtuvo jurisdicción del villazgo, que le permitía la impartición de justicia y la realización de ciertas gestiones autónomas, que pasaban a ser competencia del concejo.

Empero, la trayectoria histórica del pueblo no finalizó aquí. Continuó en las siguientes centurias. Un devenir en el que los vecinos fueron muy celosos de su autonomía. De hecho, en el siglo XVI, Carlos I de España y V de Alemania inició la enajenación de las villas y de los lugares de las órdenes militares. Ante esta nueva realidad, los yebranos decidieron pagar a la Corona 2.500 ducados para no ser puestos a la venta a ningún particular. De esta forma, evitaron depender de un señor que pudiera hacer uso de sus privilegios de forma caprichosa.

Por tanto, gracias a esta decisión, el municipio “continuó siendo de realengo y comprendido en la gobernación de Zorita, pero sin ningún hidalgo o noble que estuviera exento de pagar impuestos”, confirman los historiadores. “Yebra era sólo de los yebranos”. Y así se mantuvo hasta la actualidad, ya que la Constitución de Cádiz de 1812 abolió los señoríos, profundizando –de esta manera– en la decisión adoptada por los habitantes del sitio años antes.

De hecho, esta circunstancia fue muy positiva. El permanecer como villa independiente fomentó el desarrollo de la misma, lo que –al final– permitió el incremento demográfico del enclave. “Fue desde entonces –en el siglo XVI– cuando comenzó a crecer en empadronados. En el XIX ya rozaba los 300 habitantes y, además de las canteras de yeso, sus vecinos vivían de la madera, los cereales, el vino, el aceite, la miel o el esparto”, explican fuentes consistoriales.

Una centuria más tarde –a inicios del XX– el municipio continuó con su progresión positiva. Hace 100 años contaba con 1.400 vecinos. “La agricultura seguía siendo la ocupación principal de los vecinos, pero los documentos de la época también hablaban de industrias de lienzos y paños. Más tarde aparecieron las granjas avícolas”, confirma Juan Pedro Sánchez Yebra.

Pero, por desgracia, no hay una buena noticia que sea eterna. A partir de la segunda mitad del XX se produjo el afamado «éxodo rural», que también afectó a esta villa alcarreña. Un fenómeno que llevó a centenares de personas a migrar a las ciudades, en busca de trabajo. De esta forma, Yebra, sufrió un descenso poblacional del que –aún hoy– perviven las consecuencias. En la actualidad, y según la última actualización del INE, el municipio cuenta con 451 empadronados.

Sin embargo, esta circunstancia no es óbice para que este pueblo presente una gran cantidad de potencialidades productivas. “Las labores agrarias no han dejado de tener su importancia económica, pero pequeñas industrias y negocios han enriquecido la oferta de esta localidad en estos primeros años del siglo XXI”, explican los historiadores. De igual forma, se han de mencionar las alternativas monumentales del emplazamiento, que encandilarán al visitante.

Entre ellas, destaca la iglesia de San Andrés Apóstol, edificada en el siglo XVI. “Consta de dos naves, aunque su primer proyecto contenía tres. De esa tercera únicamente quedan vestigios de su iniciación”, rememoran los investigadores. “Las naves tienen cuatro tramos separados por arcos apuntados sobre pilares redondos y cubiertas por crucería. Los brazos del crucero tienen una cúpula baída sobre pechinas, en las que están pintados cada uno de los evangelistas”. Además, se ha de mencionar que en la sacristía se conserva un cáliz regalo de la reina Isabel II, aunque la pieza de mayor valor de este templo es una custodia del siglo XVII.

Asimismo, se han de destacar sus calles y plazas, que conservan el encanto propio de las poblaciones alcarreñas. El caminante tampoco se puede perder las dos ermitas existentes en el lugar, la de Nuestra Señora de la Soledad y la de Santa Ana. Ambas han sido rehabilitadas, recuperando su antiguo esplendor.

De igual forma, los más andarines tienen la oportunidad de realizar la ruta «Del Telégrafo al Pinarejo», de algo más de 17 kilómetros de longitud. Es de tipo circular y se puede completar en cinco horas y media. “Esta alternativa recorre algunos de los espacios naturales más bellos del término de Yebra”, explican desde el Ayuntamiento. Igualmente, el paseante podrá conocer otras muchas opciones ambientales, como «Los Llanos de Arriba», que ofrece una vista singular del Tajo; o la vía verde del Tajuña, que parte de Ambite y llega hasta el municipio arriacense, tras recorrer 21 kilómetros por las antiguas infraestructuras férreas.

Por tanto, Yebra ofrece multitud de opciones al viajero, ya sean históricas, patrimoniales o naturales. Se trata de una localidad que ha de ser conocida a fondo por el turista, ya que le permitirá desconectar del estés diario, al mismo tiempo que se sumerge en un entorno monumental y ambiental simpar. ¡No lo puedes dejar de lado!