Auñón. El olivar de la Alcarria

La Villa de Auñón se encuentra en plena Alcarria a 48 Km. de Guadalajara siguiendo por la carretera de Cuenca (la N-320), en medio de paisajes de una Alcarria olivarera, que se abre en barranquillos hacia el Tajo.

El pueblo se erige sobre un espinazo rocoso que a un lado encuentra el corte brusco del cantil, al que asoman una larga serie de edificaciones o “casas colgadas”.

El origen de la localidad se encuentra en lo que hoy son unas ruinas mínimas junto al Tajo, el antiguo Castillo del Cuadrón, o “torre de Santa Ana” como aquí la llaman por encontrarse en ese paraje.

Perteneció al Común de Huete tras la Reconquista. Por entonces en el siglo XII, Auñón era sólo una alquería del Cuadrón, y con el tiempo se fue poblando y creciendo.

Esta heredad de Auñón la compró en 1178 la Orden de Calatrava a la familia de los Ordóñez que la poseían. Creció como villa durante la Edad Media. Recibió numerosos privilegios y exenciones por parte de los reyes castellanos y de los maestres calatravos, por la valentía demostrada por sus hombres en diversas acciones de guerra.

En el siglo XV ocurrió el famoso hecho de la sublevación de don Juan Ramírez de Guzmán, apodado “Carne de Cabra”, que se autoeligió, Maestre de la Orden, contra su legítimo mandatario. El rebelde asoló la tierra de Zorita, conquistando y dominando algún tiempo todos sus pueblos, excepto el de Auñón, que se mantuvo fiel al poder establecido y legal, resistiendo un profundo cerco de “Carne de Cabra”.

Luego siguió Auñón siendo cabeza de Encomienda de la Orden de Calatrava, residiendo en la villa el Comendador de la misma. A partir del siglo XVI, este fue un título meramente honorífico, pues el mando de las Órdenes Militares lo tenía el Rey y su aparato administrativo.

En la parte baja del pueblo se encuentra la iglesia parroquial, dedicada a San Juan Bautista, obra del siglo XVI en su primera mitad.

La torre fue construida hacia 1526, dando la traza y dirigiéndola el maestro Juan Sánchez del Pozo.

La portada meridional, guardada tras el atrio descubierto y rodeado éste de una barbacana de cal y canto, es obra sencilla renacentista.

La portada de acceso al templo, orientada al norte, es un ejemplar de gótico tardío, tal como se usaba ornamentalmente a principios del siglo XVI. Arco semicircular escoltado de finas pilastras góticas y tejaroz bajo el que se ve el escudo de la Orden de Calatrava, dueña del lugar en la época de construcción y patrocinadora del edificio.

El interior es de tres naves, separadas por gruesos pilares de sillar, a los que se adosan numerosas columnillas que descansan en collarines amplios, se transforman en nervadas bóvedas de gran efecto decorativo. Rematando la pared del fondo del presbiterio, se ve le gran retablo mayor, de estilo plateresco, deteriorado tras las agresiones que sufrió en el año 1936.

Fueron sus autores, en 1583, el escultor toledano Nicolás de Vergara el Joven, aunque con él colaboraron los entalladores Sebastián Fernández y Benito de Sacedón, siendo la pintura del también toledano Luis de Velasco, añadiendo dorados el pintor de Huete, Tomás de Briones.

El edificio es todo de sillar, su ábside de planta semicircular se remata con contrafuertes.

La ermita del Madroñal se asienta en lo alto de unos riscos sobre el Tajo, en el embalse de Entrepeñas. El edificio de la ermita construido a comienzos del siglo XVII, lo mismo que las edificaciones que la rodean forman un conjunto encantador de increíble belleza.

La Capilla del Obispo de Salona, de planta rectangular, consta de una pequeña nave con bóveda de cañón flanqueada por dos lunetos correspondientes a sendas ventanas de medio punto y un crucero sin brazos con cúpula sobre pechinas, en cuyos dos laterales aparecen otras dos ventanas como las anteriores, pero de mayor tamaño. El interior es de gran pureza clásica.

A las afueras del pueblo se encuentra la ermita de la Soledad de los siglos XVII-XVIII de estilo barroco.

Distribuidas por el pueblo, se ven numerosas casonas nobiliarias con grandes portalones adovelados, fachadas de sillería y como remate en algunas aparecen bellos escudos heráldicos que corresponden a los Ruiz de Velasco, a los Páez de Saavedra y a un tal Merchante, correo que fue del Rey.