“Si gana Pedro, nos vamos todos”

Pablo Bellido y Ana Fabián, candidatos a la secretaría provincial del PSOE. // Foto: HD

El problema de Pablo Bellido no es que comprometiera su futuro político a la derrota de Pedro Sánchez en la pugna por el liderazgo socialista, sino que ya no representa la figura de consenso –casi neutra, como la lejía- por la que fue elegido secretario provincial en 2012.

La política se entiende mal si se prescinde del contexto. Pablo Bellido llegó sin querer al puesto que ahora aspira a revalidar. Cospedal ya había conseguido romper la hegemonía socialista en Castilla-La Mancha y Ana Guarinos, con su hosquedad, su sectarismo y su canesú, era presidenta de la Diputación. Las voces internas en el PSOE de Guadalajara que cuestionaban a María Antonia Pérez León se dispararon a raíz del desastre socialista en las generales de diciembre de 2011. Arreciaron las luchas intestinas –marca de la casa- y la conflagración se evitó gracias a que cogieron a Pablo de las orejas y lo pusieron al frente de una responsabilidad que no le seducía lo más mínimo. Su aspiración, tras cuajar una notable trayectoria en el Ayuntamiento de Azuqueca, apuntaba al Gobierno regional. Pero la victoria de Cospedal lo truncó todo.

Cinco años después, el paisaje no es alentador. El PSOE de Guadalajara conserva una estructura provincial apreciable, pero es un partido ajado por las reyertas domésticas. Dice Ana Fabián, que es candidata porque Daniel Jiménez (y alguien más) no quiso, que a lo largo de este lustro Bellido ha fracturado el partido. No hay que remontarse tanto. El seísmo que ha ahondado la brecha se produjo el año pasado, cuando el secretario provincial del PSOE se sumó a la estrategia de García-Page, es decir, la de Bono, primero para tumbar a Sánchez y luego para impedir por tierra, mar y aire el regreso triunfal de éste a Ferraz.

El presidente de Castilla-La Mancha condicionó su futuro a una eventual victoria de Susana Díaz y, tras la resurrección del político madrileño, a la “fotografía del Congreso Federal”, que traducido de la jerga socialista significa al reparto de poder interno que surgiera de este cónclave. Bellido fue más allá. Delante de los micrófonos de la SER no tuvo reparos en mostrarse taxativo a la hora de supeditar la posibilidad de optar a la reelección a que Sánchez no recuperara el mando en la sala de máquinas del PSOE. No se andó con rodeos. Sus palabras fueron nítidas. Sin margen para la duda.

Sostiene ahora el diputado nacional socialista que aquellas palabras fueron un “error”. No. Un error es pronosticar que la economía va a crecer al 2% y hacerlo al 1,8%. Un error en política es no ver la crisis o registrar una enmienda fuera de plazo. Lo que hizo Bellido en la cruenta guerra del PSOE en 2016 no fue un error. Fue una toma de posición política, perfectamente respetable y legítima. El problema es que ahora no quiere apechugar con ella y se limita a despacharla pidiendo “disculpas” a la militancia para aferrarse a su continuidad.

No es creíble, francamente. No es creíble que algunos de los más fieros combatientes orgánicos del sanchismo proclamen con rotundidad que su proyecto político “es el mismo que el de Pedro Sánchez”. Porque es evidente que no es así, por mucho que se trate de difuminar la división interna con el rodillo del aparato, los exabruptos de viejas glorias del partido que se resisten a echar el telón, los reproches as usual a los periodistas que no se ajustan al argumentario de la calle Madrid o el respaldo del centenar largo de ediles abajofirmantes.

Pablo Bellido fue un buen alcalde, es un político comprometido con las ideas progresistas y, pese a estar en la oposición, se está revelando un diputado activo a la hora de trasladar los problemas de la provincia. Pero tiene el lastre de la incoherencia, que en política conduce inexorablemente a la falta de credibilidad.

José Luis Blanco, pese al aviso que ya había sonado en Valencia tras el fiasco del candidato sanchista, lo intentó en las primarias del PSOE de Castilla-La Mancha. El alcalde de Azuqueca, un político que no se debe a la política sino a su empleo en Renfe, estaba cargado de razón en muchas de las críticas vertidas a la gestión orgánica de García-Page, sobre todo, en su azote a la endogamia. Pero es difícil optar a sustituir al líder de tu partido en la región mientras éste es presidente autonómico y que esto no se interprete por la militancia como un intento de minar su autoridad o incluso como una enmienda a su gestión de gobierno. Sobre todo, cuando procedes de Guadalajara –una provincia con escaso peso en la organización regional socialista- y cuando es evidente que Pedro Sánchez ha pactado una tregua con los barones para no pisarse los callos mutuamente. De ahí la escasa pelea sanchista en muchos congresos regionales y provinciales. De ahí el silencio estruendoso de Susana Díaz y de la gerontocracia del partido que hizo campaña por ella. Y de ahí que la dirección socialista y las baronías estén reconfigurando sus posiciones en aparente francachela, con foto de Sánchez y Page juntos incluida.

Bellido ganará las primarias este sábado. De hecho, arrasará a una rival débil y sin proyección provincial. Lo relevante para el PSOE de Guadalajara, en todo caso, es que emprenda un camino que le permita superar la fractura en su seno. Quizá eso le ayudaría a mejorar los resultados electorales. Y para eso hubiera sido idóneo que este partido optara por un perfil capaz de desenterrar el hacha por parte de unos (el bellidismo) y otros (el blanquismo).

“Si gana Pedro, nos vamos todos”. Es lo que me dijo Pablo en plena batalla campal entre el susanismo y el sanchismo. Y es una advertencia que no escondió en público. Bueno, pues al final se quedan. Todos.