Guadalajara, ciudad para visitar

La propia ciudad de Guadalajara es al tiempo moderna y antigua, vive el presente y apuesta por el futuro, pero también conserva el pasado en numerosos monumentos que hacen atractivo el viaje del turista que se acerca a la capital de la provincia, y que además desde aquí puede planearse un viaje más largo y de más días para recorrer la provincia

Comenzando por el centro neurálgico podemos acercarnos a la Plaza Mayor, cuadra y de estilo castellano donde se encuentra el ayuntamiento de la ciudad, que es un edificio de 1906. El revoco actual acentúa el estilo ecléctico de su fachada y contrasta con el hierro forjado de su campanario.

En el interior del Ayuntamiento se han recogido escudos y emblemas de diversa procedencia y se custodian las tablas de San Ginés, atribuidas hoy al Maestro de los Luna, del siglo XV. En una de ellas figura tal vez el mejor retrato del famoso Pedro González de Mendoza, Gran Cardenal de España durante el reinado de los Reyes Católicos.


Situada en la cuesta de San Miguel, que sube desde Santa María hacia el centro de la ciudad, se encuentra uno de los edificios más interesantes de Guadalajara: la capilla de Luis de Lucena.

Esta capilla, que estuvo adosada a la iglesia de San Miguel, ya desaparecida, revela la tradición mudéjar en el uso del ladrillo, pero su estilo caprichoso obedece al manierismo del siglo XVI. Fue fundada por el humanista Luis de Lucena y su construcción, tal vez trazada por él mismo, data de 1540.

En el exterior de la capilla de Lucena, unas torrecillas cilíndricas, bajo un extraño alero, simulan una obra militar. Se trata, probablemente, según Herrera Casado, de una referencia a la Fortaleza de la Fe o, tal vez, según Muñoz Jiménez, al Templo de Salomón.

El interior exhibe un estilo no menos caprichoso: en las pilastras, que introducen una mezcla de dórico y jónico, y en la tribuna que acoge la escalera de caracol que sube al piso superior. Las bóvedas, pintadas probablemente por Rómulo Cincinato, que también trabajó en el palacio del Infantado, desarrollan un programa iconográfico de características erasmistas y simbólicas.

A un paso se encuentra la Concatedral de Santa María. En esta iglesia, cuyo origen se remonta a fines del siglo XIII o principios del XIV, se suceden tres estilos principales: el mudéjar, que define las puertas de ladrillo, con arcos de herradura apuntados, y la torre, inicialmente exenta; el estilo renacentista, incorporado a principios del siglo XVI, en el pórtico, con característicos capiteles alcarreños, y, finalmente, el barroco, en la bóveda interior.

En el interior de Santa María, de tres naves con arcos apuntados, muy transformado, se suceden las capillas, lápidas, altares y otras obras de arte, entre las que destaca el retablo policromado, que trazó fray Francisco Mir en 1624.

Callejeando llegamos al Convento de la Piedad y palacio de Antonio de Mendoza. El palacio fue proyectado por Lorenzo Vázquez y construido en torno a 1510. Años después, Brianda de Mendoza estableció en el edificio una comunidad de religiosas franciscanas, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Piedad. A partir de 1525 comenzó la edificación de la iglesia, bajo la dirección de Alonso de Covarrubias.

La iglesia y el palacio, con sus ampliaciones posteriores, delimitan actualmente un jardín abierto a la calle. En el lado izquierdo, las portadas de ambos edificios forman un rincón de alto valor arquitectónico. La portada del palacio, concebida como un arco de triunfo, repite motivos ornamentales de carácter militar. Estuvo coronada por un frontispicio con las armas de Antonio de Mendoza, sustituido en 1912 por el balcón actual. A la izquierda, la portada plateresca de la iglesia, coronada por la escena de la Piedad, revela la mano maestra de Covarrubias.

Entre 1902 y 1906, Velázquez Bosco dirigió las obras de rehabilitación del convento y de la iglesia de la Piedad.

El Convento de San José se encuentra Cerca de Santa María, en la calle Ingeniero Mariño, sobrevive el convento de Carmelitas de San José (Carmelitas de Abajo), construido a partir de 1625, según trazas del arquitecto carmelita fray Alberto de la Madre de Dios.

En la fachada de la iglesia, a izquierda y a derecha, los escudos de los fundadores del convento, Frías y Mendoza; en la portada del convento, figura el escudo del Carmelo. En el interior del templo, destaca el barroquismo espléndido del retablo mayor.

La Iglesia y cripta de San Francisco. La iglesia del Convento de San Francisco, destruida y reconstruida varias veces, conserva un tesoro poco conocido, pero de gran valor arquitectónico: bajo el ábside de estilo gótico, se oculta el panteón de la familia Mendoza, realizado a semejanza del Panteón de los Reyes de El Escorial. Gracias al empeño del Ayuntamiento y la financiación del programa económico “Uno por ciento cultural” se ha podido recuperar y abrir al público esta maravillosa obra patrimonio de todos.

El Palacio del Infantado es el edificio más hermoso de la capital y el más representativo, calificado como un “único en su género” por aquellos autores que se han ocupado de él, señalándolo como una peculiar muestra del arte universal.
Juan Guas (1403-1496) como arquitecto de los Reyes Católicos, en Guadalajara, consiguió trazar un palacio con elementos totalmente innovadores, resultado, de una parte, de la larga experiencia de los talleres de cantería góticos del norte de Europa, donde él tenía sus orígenes; y, de otra, de las soluciones de distribución de espacios y de los programas decorativos ideados por los alarifes de Al-Andalus; pero también, incorporando las soluciones clasicistas planteadas por los tratadistas italianos del Quattrocento.

Así, el muro cortina de la fachada principal responde a los modelos propuestos por Filarete en su Trattato d’architettura (1465) y en las obras proyectadas por este arquitecto en Milán; pero, frente al orden regular de ese patrón, Juan Guas, apropiándose de la estética andalusí, plantea una innovadora disposición con puntas de diamante para conformar una trama romboidal –“sebka”– de gran dinamismo que supera la monótona disposición longitudinal del canon italiano.

En el interior, el patio de los Leones se resuelve bajo esquemas góticos, es decir, creando un programa en el que la ornamentación domina sobre los valores arquitectónicos y en el que el efecto de conjunto prima sobre la calidad del detalle; pero, también, incluyendo figuras enfrentadas –leones y grifos–, una iconografía extraída de la tradición islámica más oriental.

El resultado es una exquisita puesta en escena, reiterativa pero no repetitiva.

Panteón de la condesa de la Vega del Pozo
María Diega Desmaissières, duquesa de Sevillano, condesa de la Vega del Pozo, promovió uno de los mejores conjuntos arquitectónicos de fines del siglo XIX.

La duquesa, en torno a 1881, encargó a Ricardo Velázquez Bosco la construcción de un vasto complejo de edificios, destinado a establecimientos benéficos y a panteón familiar, al sudoeste de la ciudad, a un lado del actual parque de San Roque.

El panteón, cuya cúpula de cerámica vidriada es uno de los hitos de la ciudad, refleja la influencia del arte del norte de Italia, combinando elementos orientales y occidentales, que dotan al edificio de cierta estampa bizantina. El panteón tiene planta de cruz griega, rigurosamente simétrica. En su interior, destaca el altar, presidido por un excelente calvario, pintado por Alejandro Ferrán; en la cripta, el imponente grupo escultórico, de Angel García Díaz, que representa el cortejo fúnebre de la duquesa. En todo el edificio, en cada detalle, con insistencia, se revela la riqueza de materiales y la perfección de su acabado. En contraste, en la bóveda de la cripta, de nervadura, casi plana, sobresale el alarde técnico.