Isabel San Sebastián protagonizó la velada literaria seguntina del mes de marzo

La escritora y periodista durante el coloquio en el parador de Sigüenza con Ramón Ongil, director de Comunicación de Paradores
La escritora y periodista durante el coloquio en el parador de Sigüenza con Ramón Ongil, director de Comunicación de Paradores

Volvía a presentar el evento la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Sigüenza, Sonsoles Arcones, dando paso a los contertulios en el gran Salón del Trono del Parador. Su chimenea, encendida, ambientó una tertulia distendida entre Ramón Ongil, director de Comunicación de Paradores, y la propia protagonista

La periodista y escritora Isabel San Sebastián ha protagonizado este fin de semana la velada literaria que, mensualmente, organizan el Ayuntamiento de Sigüenza y Paradores. Volvía a presentar el evento la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Sigüenza, Sonsoles Arcones, dando paso a los contertulios en el gran Salón del Trono del Parador. Su chimenea, encendida, ambientó una tertulia distendida entre Ramón Ongil, director de Comunicación de Paradores, y la propia protagonista. Acudieron cerca de setenta personas, entre las que estuvo el alcalde de Sigüenza, José Manuel Latre, y también estudiantes de los colegios de la ciudad. Como es habitual en ella, la protagonista de la tercera velada literaria de 2018, no esquivó ninguna pregunta, y habló claro.

Isabel San Sebastián es hija de cónsul. “A mi padre lo que más le gustaba era ayudar a sus compatriotas en los países en los que sirvió, en una época complicada para los emigrantes cuando miles de españoles necesitaban la ayuda de sus representantes diplomáticos”. Desde el punto de vista personal, la periodista confesó haber tenido una infancia “muy feliz”, pero una pubertad desdichada. “En esa etapa de la vida, tan conflictiva para cualquier persona, como es la adolescencia, en la que ya es complicado encontrarte a ti mismo, saber qué eres, qué quieres ser, en la que conviertes cualquier cosa en una tragedia, que te cambien cada poco tiempo de colegio, de amigos, de país y de idioma, se me hizo muy duro”. Sin embargo, la periodista supo sacar de aquella experiencia el lado positivo. “Si sobrevives, te haces fuerte, valiente, recio”, dijo. Por eso, una vez superados aquellos años convulsos, “agradecí mucho haber recibido de mis padres una educación que me hace sentirme igual de bien en una chabola que en un palacio, o en Ruanda que en Estocolmo o París”.

Isabel San Sebastián también reveló en Sigüenza ser una enamorada del baile. De entre todos los que practica, afirmó sentir predilección por la salsa. “El baile es una metáfora de la vida. En general, me encantan los ritmos latinos, la salsa, la bachata… El merengue, menos, aunque también. Se me van los pies con un pasodoble, y con una jota… porque la seriedad no está reñida con la diversión. En la vida hay que pasarlo bien. Son tres días y dos ya han pasado. El último, quiero disfrutarlo bailando”. La periodista recomendó incluso un local madrileño para hacerlo: La Negra Tomasa.

Hilando sus antecedentes familiares en el mundo de la diplomacia con su última novela publicada, ‘Lo último que verán tus ojos’, la escritora habló sobre la figura de Angel Sanz Briz, uno de sus protagonistas. El conocido como Angel de Budapest fue un diplomático español que sirvió en la entonces legación española de la capital húngara al final de la II Guerra Mundial. “Ocupada y gobernada por nazis, racistas y despiadados, Angel Sanz salvó la vida de más de cuatro mil judíos por sentido del honor, de la humanidad y de la hombría de bien, porque él no era judío, ni de religión ni de raza, sino español y católico; y además, representaba a un país neutral en aquella contienda”, recordó la periodista.

Según contó San Sebastián en Sigüenza, Sanz tenía órdenes expresas del gobierno de Franco de no involucrarse. Sin embargo, él proporcionó papeles y protección diplomática a millares de judíos. Inicialmente, le dieron permiso para salvaguardar a trescientos judíos sefarditas a los que, en virtud de un decreto de Primo de Rivera, se les reconocía la nacionalidad española. Y, aunque en realidad no hubiera ninguno, no sólo encontró a esos trescientos sino que los multiplicó con método administrativo ingenioso, añadiendo letras y números a los pasaportes para dar cobijo a familias enteras. El Angel de Budapest escondió a judíos en varios pisos, protegidos por la bandera de la legación española. Por todo ello, en los años sesenta, el Estado de Israel le concedió el título de ‘Justo entre las naciones’, una distinción que el Gobierno de España no le permitió recoger, porque “se da la circunstancia de que tanto la extrema derecha, como la izquierda, coinciden en su profundo antisemitismo”, afirmó la periodista. Sanz Briz tuvo que silenciar ese episodio de su vida para continuar una carrera que terminaría en Roma, en el Vaticano. No fue hasta después de su muerte cuando se reconoció su actitud heroica, concretamente en 1989, en un acto celebrado en la residencia del embajador de Israel en España que presidió el ministro de Asuntos Exteriores. “Angel Sanz Briz salvó de miles de judíos, a los que no explotó nunca, a los que no debía nada y con los que no tenía ninguna responsabilidad más allá de la que tiene cualquier ser humano con sus semejantes”.

Además, la protagonista recordó otro caso similar, el de Sebastián Romero, cónsul español en Atenas. “Esta parte desconocida de nuestra historia reciente me conmueve, como hija de diplomático que soy. Sebastián Romero sacó personalmente a trescientos judíos del campo de Bergen-Belsen con pasaporte de judío sefardita, protegió los bienes de todos aquellos a quienes no pudo salvar y se los entregó a sus familias después de la guerra”, contó.

Con una intensa vida profesional, la periodista saca tiempo para crear sus novelas y ensayos a costa de no tener demasiada vida social. “Escribo los fines de semana, días de fiesta, y cuando logro liberar mi agenda”, contó. Con tan poco tiempo, “cuando lo hago, ya he pensado mucho en la novela”. Toma notas siempre a mano, con una letra enorme y una pluma, que le sirven para ordenar sus pensamientos. Por eso, cuando se encierra en el despacho de su casa, frente a su ordenador de mesa, en Pozuelo de Alarcón, le cunde el tiempo. “En realidad pasa sin que me dé cuenta”, explicó. Gran amante de Asturias, es allí donde se gestan sus libros. “En mi casa asturiana, en un monte, mirando al mar, donde pienso mucho, paseo mucho, me inspiro mucho, toco suelo, me olvido de las miserias del mundo político y creo. Sin tener raíces en aquella tierra, probablemente sea el único lugar del mundo donde me he sentido total y plenamente en casa”, aseguró en Sigüenza.

También habló Isabel en el Salón del Trono de los dos libros que ha escrito a cuatro manos, ‘El árbol y las nueces’, sobre ETA, con Carmen Gurruchaga y ‘A que juegan nuestros hijos’, con su hermano, Javier San Sebastián. En el primero, Gurruchaga escribió cinco capítulos, y San Sebastián los otros ocho. “Ella se encargó de los más históricos de la banda terrorista, y yo escribí los relacionados con el PNV, unifiqué el estilo, y le puse el título, que fue muy discutido por la editorial. Me decían que no se entendía, cuando fíjate lo bien que se entiende ahora, siendo además, el título de un documento capturado a ETA por el gobierno”. En cuanto al libro que escribió con su hermano, fue fruto de una tragedia familiar, puesto que su sobrino se quitó la vida con quince años, en un juego de rol. “Le propuse a Javier, como terapia, escribir sobre aquello. Y tuvo un efecto sanador, además de constituir una experiencia muy bonita entre hermanos”.

Aficionada a los toros, “sin ser una experta, me quedo con José Tomás. Soy, de natural, echada para adelante, y el de Galapagar se arrima mucho y se planta. Me gusta lo que simboliza la tauromaquia, y en general los símbolos. Por eso me interesa tanto la Edad Media”. En estos días termina su última novela, ambientada precisamente en ese periodo histórico.

En su última novela publicada, Isabel San Sebastián habla de la Zona Cero, y del monumento “a la fuerza de un pueblo”, que para ella es la Torre de la Libertad de Nueva York. “En España nos falta dignidad. Nos falta una torre de la libertad como la que se levanta sobre las cenizas de las torres gemelas, derribadas en los atentados. Lo más parecido que tenemos es un ‘monumentín’ que se hizo frente a la estación de Atocha, que está medio en ruinas porque nadie se ha tomado la molestia de mantenerlo. Tampoco hay una voluntad de escribir la historia real de lo que fue la lucha contra el terrorismo etarra. Ha habido una negociación infame con un grupo de terroristas que se ha llevado a cabo en secreto, con mentiras, y sin nada parecido al referéndum que se hizo, por ejemplo, en Colombia, para preguntar al pueblo si estaba dispuesto a tragarse lo que el gobierno había pactado con la guerrilla de las FARC. Aquí, ni se nos ha contado lo que se ha hecho, ni se nos ha preguntado si lo aceptamos o no. Así que, en España, no hay esa dignidad que ha tenido, por ejemplo, el pueblo americano para plantar cara al terrorismo y repelerlo. Ha habido mucha dignidad individual, la actuación ejemplar de asociaciones como la de Víctimas del Terrorismo, o la de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, empezando por la Guardia Civil, a la que admiro sin reservas. Pero como sociedad y clase política, creo que ha faltado dignidad para hacer frente al terrorismo”, dijo.

Precisamente su postura frente al terrorismo, con la publicación de libros como ‘El árbol y las nueces’, o posteriormente ‘Los años de plomo’, en el que Isabel San Sebastián entrevista a diez viudas, huérfanos y padres de víctimas de ETA y al funcionario de prisiones Ortega Lara, sin ahorrar detalles, le costaron once años de guardaespaldas, y tres más de mirar debajo del coche. “Es un libro de denuncia no política, sino humana”, aclaró. Isabel San Sebastián donó los derechos del libro a una fundación.

Por último, la escritora descubrió algunos detalles de su próximo libro, “que voy a entregar en un par de meses a la editorial y que se publicará en verano, a finales de agosto o principios de septiembre”. Es el diario del primer Camino de Santiago, la historia novelada del viaje que hizo el rey Alfonso II, el Casto, en el siglo IX junto a una delegación de su corte desde Oviedo a Santiago para certificar el hallazgo de las reliquias del apóstol y levantar así la primera basílica sobre el sepulcro aparecido. En la novela, San Sebastián cuenta por dónde fueron, qué pasó, y en qué contexto histórico sucedió. El viaje duró trece o catorce días, por calzadas romanas y caminos reales, un camino que ella misma ha recorrido, en su parte asturiana. “Es una maravilla. Atraviesa minas de oro y calzadas romanas que discurren entre bosques tupidos de hayedos y castaños, y que ha sido recuperado a costa de un enorme esfuerzo de los vecinos de una comarca donde está el Monasterio de Santa María la Real de Obona, ahora en ruinas porque no hay medios para mantenerlo en pie”. Por último, y antes de contestar a las preguntas de los seguntinos confesó que es más tuitera que usuaria de whatsapp, y que considera que las redes sociales son una oportunidad, no una obligación, y una ventana de libertad, “porque ni en Twitter ni en las librerías me van a poder vetar nunca, como sí ha ocurrido en otros medios”.