La Alcarria se hace monumento en Budia

Las tierras alcarreñas son conocidas internacionalmente por su miel. Incluso, los más avezados han recorrido algunos de sus parajes, famosos por la combinación de naturaleza, agua, cultivos ancestrales e historia. De hecho, esta comarca sirvió de escenario al escritor Camino José Cela –premio Nobel en 1989– para una de sus obras más conocidas. Se trata de «Viaje a la Alcarria», uno de los compendios de su estilo más importantes en castellano del siglo XX.

En su periplo, Cela también pasó por Budia, un municipio en el que se sorprendió la suntuosidad de su patrimonio. “Se trata de un pueblo grande, con casas antiguas, con un pasado probablemente esplendoroso. Las vías presentan nombres nobles, sonoros —calle Real, calle de Boteros, calle de la Estepa, calle del Hastial, calle del Bronce, de la Lechuga, del Hospital—, y en ellas los viejos palacios moribundos arrastran con cierta dignidad sus piedras de escudo, sus macizos portalones, sus inmensas ventanas”, explicaba el literato.
Las palabras del Nobel dejan entrever el gran pasado de la villa, condensado en su amplio patrimonio. En su casco urbano se sucede una arquitectura típicamente alcarreña, mostrada en sus casonas y edificios religiosos de luengo devenir. Los primeros moradores del lugar llegaron a finales del siglo XI, aunque es posible que existieran asentamientos anteriores, vinculados a los romanos y los árabes. No en vano, la zona era muy rica en agua y recursos naturales.

A pesar de ello, la fisionomía budiera se comenzó a labrar tras la toma de la comarca por los castellanos, en plena Edad Media. Primero fue una aldea que dependió de otras localidades, como Atienza o Jadraque, aunque –progresivamente– comenzó a adquirir relevancia en la zona. Debido a ello, algunos cortesanos comenzaron a interesarse por el lugar. Una circunstancia que acabó desembocando en una decisión regia que determinó el futuro del municipio…

El 15 de noviembre de 1434, Budia –con el resto de localidades próximas– fue entregada por Juan II a los nobles Gómez Carrillo y María de Castilla –nieta de Pedro I El Cruel–, con motivo de su matrimonio. A pesar de ello, ese mismo año –1434– el pueblo consiguió un privilegio real, por el que se declaraba villa. Gracias a esta consideración, “adquirió unas prerrogativas legales muy importantes, aunque seguía estando sometida –en los elementos territoriales, jurídicos y fiscales– a los señores de la «casa Carrillo»”, aseguraban Juan José Bermejo y Antonio Herrera Casado en «Budia, corazón de La Alcarria».

Sin embargo, y de acuerdo a los hábitos del momento, el municipio no permaneció en las mismas manos aristocráticas. Fue cambiando de señor en señor. En 1478, el enclave volvió a ser vendido. “Alonso Carrillo de Acuña traspasó –junto con la cabecera del territorio, Jadraque– todas las aldeas y villas de las sesmas al Cardenal Mendoza”. La «Casa del Infantado» conseguía –así– incrementar sus dominios. Pero, al mismo tiempo, Budia no perdió ni un ápice de su autonomía. “El lugar estaba cotidianamente gobernado por el «concejo», una institución muy arraigada en Castilla, que actuaba en nombre del señor, aunque con muy amplia independencia”, indicaban Bermejo y Herrera Casado.

Unas prerrogativas que se mantuvieron durante los siglos venideros. Incluso, en aquellas épocas más complicadas –al inicio del XVIII–, cuando el emplazamiento se vio afectado por los embates de la Guerra de Sucesión. “En 1710, los ejércitos del Archiduque austriaco acamparon cuatro días en el enclave, saqueando las casas y edificios nobles, robando a sus vecinos todo el grano que tenían –14.000 raciones de pan–, destruyendo obras de arte y ornamentos de la iglesia, y quemando más de 6.000 colmenas”, explican especialistas. Todo ello se valoró en 44.000 ducados, “una cantidad astronómica para la época”. Incluso, se produjo un descenso demográfico muy relevante, pasando de 364 a 202 vecinos.

Pero, como decían nuestros abuelos, no hay mal que cien años dure. Al final, la villa se recuperó. E, incluso, vio cómo floreció su industria de los cueros, gracias a diferentes medidas ilustradas procedentes de la monarquía. Un estímulo que se multiplicó a partir de 1768, cuando Carlos III implementó una reorganización territorial que permitió a Budia ser cabeza de un «Departamento», bajo el que se integraron diversos núcleos de los alrededores. Entre ellos, Durón, Gualda, Valdelagua, Valfermoso, Balconete, Irueste y los dos Yélamos. De esta forma, Budia se convirtió en centro comarcal, lo que favoreció –aún más– su economía.

Así, en esta época existieron en el municipio dos mesones, una taberna, una tienda de abasto, una carnicería, tres hornos para cocer pan, cuatro mercerías, una confitería, un prestamista o un mercado, que se desarrollaba dos veces por semana, miércoles y sábados. E, incluso, vivían en la villa notarios, abogados, boticarios o médicos, además profesionales manufactureros y artesanos, tal y como se expone en el Catastro del Marqués de la Ensenada.

La intensa vida budiera se mantuvo durante el XIX, aunque comenzó a decaer hace 100 años. “El convulso siglo XX inició su singladura con la progresiva pérdida de población en la localidad”. Una tendencia que se mantuvo tras la Guerra Civil y que se pronunció a partir de 1960 –debido al éxodo rural–, hasta llegar a los 197 habitantes actuales.

Pero, a pesar de esta circunstancia, aún hoy se puede contemplar un gran patrimonio en la villa. Por ejemplo, la iglesia parroquial del siglo XVI y en la que se distingue una portada plateresca, destacada por su ornamentación de grutescos, vegetaciones y medallones. Su interior se estructura en tres naves, con un coro a los pies y una pila bautismal románica. La torre rectangular se encuentra en un extremo del santuario, presidiendo todo el conjunto.

Foto: Budia Directo

El caminante tampoco se puede perder el convento de las carmelitas, fundado en 1688, aunque “su época de su mayor esplendor tuvo lugar entre 1732 e inicios del XIX, cuando en él se fabricaba gran parte del paño necesario para las vestimentas de la Orden de Castilla”, explican desde «Hispania Nostra». La salida definitiva de los frailes tuvo lugar con la Desamortización de Mendizábal, cuando el monumento pasó a manos de particulares.

Además, se deben mencionar las ermitas que todavía se mantienen en pie, como la de «Nuestra Señora del Peral de la Dulzura», patrona de la localidad; la de Santa Lucía, del siglo XVII; la de la Soledad; la de San Roque; o la de Santa Ana. También se ha de visitar la picota, que da fe del villazgo del lugar, o los diferentes palacios y casonas que trufan las calles de la población, que le dan ese aspecto alcarreño que la caracteriza.

Por tanto, Budia bien merece una visita. Y lo amerita por su pasado, sus monumentos y sus gentes, siempre muy acogedoras. Allí, el viajero tiene la oportunidad de descansar, desconectar y disfrutar de la Alcarria en estado puro, al mismo tiempo que se rompe aquel mito recogido por Premio Nobel, que decía que esta comarca «es un hermoso país al que a la gente no le da la gana ir».

Bibliografía
BERMEJO, Juan José, y HERRERA CASADO, Antonio. «Budia, corazón de La Alcarria». Guadalajara: AACHE Ediciones, 2005.
CELA, Camilo José. «Viaje a la Alcarria». Madrid: Espasa Calpe, 1980.