La historia de Guadalajara hecha salina…

Salinas de Imón
Salinas de Imón

Existen muchas formas de aproximarse al pasado. Podemos hacerlo a través del análisis de documentos, mediante la lectura de libros, gracias a los podcasts e –incluso– acercándonos al patrimonio. Precisamente, una de las alternativas que ؘ–últimamente– está agarrando más relevancia tiene que ver con los bienes industriales. Y, en este campo, destacan las salinas, en torno a las cuales se formó un importante tejido económico y social.

En este contexto, Guadalajara tiene mucho que aportar. En la provincia se distinguen dos grandes zonas que –de una u otra forma– presenciaron alguna actividad vinculada a la sal. Por un lado, la comarca de Sigüenza. Y, por otro, el Señorío de Molina. Esta circunstancia hay que encuadrarla en la relevancia que este tipo de explotaciones tuvieron a lo largo de los siglos. Incluso, en época de Carlos III (siglo XVIII) continuaba siendo una importante fuente de ingresos para la monarquía. Por ello, desde el gabinete del rey se impulsó la modernización del sector mediante la edificación de infraestructuras. Entre ellas, grandes almacenes, canales, caminos o redes de artesas…

– Pero, ¿en qué consistían este tipo de «factorías del cloruro sódico»?

– Las salinas de interior son instalaciones eminentemente hidráulicas a base de canales y balsas de poca profundad en las que se provocaba la evaporación del agua para permitir la concentración de la salmuera –señala el investigador Guillermo García–Contreras en «Territorio y explotación de la sal en el valle del Salado (Guadalajara) en época andalusí».

Así, estas explotaciones contaban con una serie de características comunes. Por ejemplo, sus construcciones “respondían al modelo tradicional que encontramos en la Península Ibérica: una serie de albercas de grandes dimensiones y poco profundas, realizadas en materiales muy básicos, como el adobe y mampostería, que servían para almacenar el agua y provocar su evaporación con el objetivo de obtener la precipitación y concentración de la materia prima”, añade Guillermo García–Contreras.

También se deben mencionar la estructura laboral existente en los mencionados espacios. “Se constituían como explotaciones con un escaso número de trabajadores, los cuales eran de dos tipos. Unos estaban encargados de la gestión de las salinas. Y otros, en cambio, se dedicaban a su cuidado. Todos dependían del administrador, que era el responsable”, señalaba el ya fallecido etnógrafo José Ramón López de los Mozos en «El ocaso de las salinas de interior en la provincia de Guadalajara».

Un desarrollo salinero que afectó positivamente a la red de vías de comunicación arriacenses. “Aprovechamos esta ocasión para subrayar la importancia de la sal en el desarrollo de la caminería provincial, todavía patente en la toponimia menor, con nombres como «Carralasal», «camino de la sal» o «camino salinero»…”, señalaba hace unos años López de los Mozos.

No muy lejos de la «Ciudad Mitrada»…

Salinas de Imón
Salinas de Imón

Esta realidad se puede observar a pocos kilómetros de la capital seguntina, donde hubo una intensa actividad salinera. De hecho, el paisaje cultural vinculado a esta actividad se constituye como uno de los argumentos de la candidatura de la ciudad para ser declarada «Patrimonio Mundial» de la UNESCO. “Se trata de una región históricamente volcada hacia la sal, producto que ha sido explotado desde épocas remotas, lo que ha motivado una serie de transformaciones en el paisaje e, incluso, en la misma organización del hábitat”, asegura Guillermo García–Contreras.

No hay que olvidar que la vinculación de esta comarca con dicha actividad extractiva cuenta con siglos de historia. “En la época alto imperial romana, el contexto rural de Segontia no se adaptaba únicamente a la agricultura como modo de vida, sino que también tuvo gran importancia la explotación de la mencionada materia prima”, explicaba el ya fallecido López de los Mozos.

Salinas de Imón
Salinas de Imón

Y para muestra, el caso de Imón, ubicado a pocos kilómetros de la capital seguntina. “En sus salinas –el mayor centro de toda la región– hay aproximadamente unas 1.000 albercas, varios recocederos y cinco norias para la extracción del agua salada desde la capa freática”, explica Guillermo García–Contreras. “Fruto de la intensa actividad salinera, que se aceleró entre finales del Medievo y principios de la Edad Moderna, nos encontramos ante unos «paisajes de la sal» muy característicos”, relatan los expertos Antonio Malpica Cuello y Guillermo García–Contreras en «Asentamiento y explotación de la sal en el valle del Salado y la zona de Sigüenza en época altomedieval».

Salinas de Rienda (foto Herrera Casado)
Salinas de Rienda (foto Herrera Casado)

No muy lejos de allí se encuentra Rienda, una pedanía de Paredes de Sigüenza que –en la actualidad– cuenta con una decena de habitantes. Pero, en su día, llegó a poseer una importante industria salinera. Aún hoy, “se encuentran bien conservados los estanques, artesones y depósitos, así como la traza general del conjunto extractivo”, subraya el cronista arriacense, Antonio Herrera Casado, en «Crónica y guía de la provincia de Guadalajara».

Salinas de Rienda (foto Herrera Casado)
Salinas de Rienda (foto Herrera Casado)

Asimismo, en esta comarca también se puede visitar la localidad de Bujalcayado. “Sus salinas estuvieron explotadas desde muy antiguo, siendo productoras de beneficios a la Corona desde la Baja Edad Media. Fueron muy cuidadas de los Borbones, que a mitad del siglo XVIII construyeron una pequeña colonia, con almacenes amplios, casetas de aperos, viviendas para los operarios y una ermita, todo mantenido hoy en día como cuando se construyó”, explica Herrera Casado.

Y en esto llegó el Señorío de Molina…

Salinas de Armallá
Salinas de Armallá

Por tanto, la potencia salinera de las cercanías de Sigüenza es más que evidente. Sin embargo, no es la única zona de Guadalajara en la que existen este tipo de explotaciones. Se ha de mencionar el Señorío de Molina, donde destaca el conjunto de Armallá, emplazado en el término municipal de Tierzo. Su relevancia ha sido muy importante a lo largo de la historia. De hecho, “centró la atención de los magnates en la Edad Media. Así, vemos que fueron cedidas –en parte– al monasterio de Huerta por el conde D. Pedro Manrique de Lara. Luego, la quinta señora de Molina –doña Blanca–, en su testamento de 1293, las cedió a su caballero Juan Fernández”, confirma el cronista provincial.

Pero el devenir histórico de Armallá no finalizó aquí. Continuó en épocas posteriores. “En el siglo XIV, cuando las tierras molinesas se entregaron al rey Pedro IV de Aragón, éste se las donó a su cortesano García de Vera. Pasaron –poco después– al mayorazgo molinés de los Mendozas de Molina, condes de Priego a partir del siglo XV”, relata Herrera Casado.
Ahora bien, no se puede seguir con este repaso sin mencionar Saelices de la Sal. “Los primeros documentos que refieren la extracción de este mineral en el lugar se remontan a 1203. La actividad terminó a comienzos de la década de 1970, mientras que el agua salada de sus pozos se siguió explotando para otros fines industriales hasta 1981”, aseguran Juan Antonio Calvo, Irene Díaz y Javier Temiño en «Caracterización hidrogeológica de las salinas de Saelices de la Sal (Guadalajara)».

Salinas de Armallá
Salinas de Armallá

En cualquier caso, estas salinas “se presentan actualmente tal y como se reconstruyeron en tiempos de Carlos III, ofreciendo un magnífico conjunto de canales y artesas hechas de piedra, con varias casas y casones para depositar aperos y materiales”, complementaba Antonio Herrera Casado en la obra «Crónica y guía de la provincia de Guadalajara».

El fin de estas explotaciones….

Salinas de Bujalcayado
Salinas de Bujalcayado

Pero esta riqueza salinera de la provincia de Guadalajara, ¿por qué desapareció? “Creemos que el éxodo rural de mediados del siglo XX y el abandono de esta industria se produjeron al mismo tiempo”, señalan los especialistas. No obstante, se deben mencionar otras causas. “También pudo influir la mejora de la red de transportes, que hizo a la sal de interior poco competitiva, puesto que resultaba más barata la de la costa, al tener una producción con temporadas más largas y a escala industrial”.

A pesar de ello, el rastro de las explotaciones de interior ha pervivido hasta la actualidad. Lo ha hecho gracias a los restos del patrimonio, a una red de caminos basada en la mencionada industria y mediante la pervivencia de ciertas tradicionales, como las relacionadas con la toponimia. En consecuencia, la historia industrial de Guadalajara se puede disfrutar y divulgar mediante el conocimiento de las explotaciones salineras. Sin duda, se trata de una muy buena opción para estimular el turismo y la difusión del pasado. Algo de lo que en Sigüenza son muy conscientes…

Bibliografía:
CALVO, Juan Antonio, DÍAZ, Irene y TEMIÑO, Javier. «Caracterización hidrogeológica de las salinas de Saelices de la Sal (Guadalajara, España)». Geogaceta, 55 (2014), pp.:55-58
GARCÍA–CONTRERAS, Guillermo. «Territorio y explotación de la sal en el valle del Salado (Guadalajara) en época andalusí». Arqueología y Territorio, 6 (2009), pp.: 221-224
HERRERA CASADO, Antonio. «Crónica y guía de la provincia de Guadalajara». Guadalajara: Diputación Provincial de Guadalajara y Asociación Cultural Central de Trillo–I, 1988.
LÓPEZ DE LOS MOZOS JIMÉNEZ, José Ramón. «El ocaso de las salinas de interior en la provincia de Guadalajara», Revista de folklore, 391 (2014), pp.: 26-39.
MALPICA CUELLO, Antonio y GARCÍA–CONTRERAS, Guillermo. «Asentamiento y explotación de la sal en el valle del Salado y la zona de Sigüenza en época altomedieval», España medieval, 33 (2010), pp.:295-324