La llama de San Vicente ilumina el corazón de la ciudad de Sigüenza

Hoguera de San Vicente en Sigüenza
Hoguera de San Vicente en Sigüenza

Intenso día de víspera de fiesta en la ciudad del Doncel. Las últimas luces del día iluminaban la Iglesia, destacando su portada maravillosa, mientras se sentían ya sonar las gaitas y los tamboriles en su ascenso, una Travesaña detrás de la otra, hasta la Plaza del Doncel.

Los dulzaineros, seguntinos y segovianos, han esperado al párroco de San Vicente, Jesús Montejano, a la salida de la Iglesia para acompañarlo musicalmente hasta el número seis de la Travesaña Alta. En esa casa, con puerta de madera, de las de doble hoja, la familia de Bernabé Cabrera, hermano mayor saliente de la Cofradía de San Vicente, ponía a la venta las rosquillas del Santo que todo el mundo compra para los días de fiesta. El párroco las ha rociado con agua bendita, y las dulzainas con sus sones. Con paciencia, los seguntinos han esperado cola para comprarlas. De nuevo las ha horneado el repostero Carlos Rupérez, de Pastelería Las Delicias. Se han vendido hasta ochocientas docenas en un santiamén.

El foco de atención se ha trasladado entonces hasta la Plaza del Doncel. Allí, perfectamente colocada, estaba ya la pira de la Hoguera de San Vicente, cuya leña se encargan de recopilar los hermanos cofrades. Este año tenía generosas dimensiones. En su centro, un pino, entresacado de La Pinarilla, con los puntitos de color que le daban las naranjas y mandarinas. Según cuentan, hacen alusión al lugar donde el santo fue martirizado. Además, siempre fue costumbre en el “bibitoque” del día 23, entregárselas a los niños, en una época en la que no eran tan frecuentes.

Después de que el párroco de San Vicente bendijera la hoguera con el hisopo Enrique Mayor, uno de los hermanos cofrades, siempre voluntario y voluntarioso cuando se trata de echar una mano y mantener las tradiciones -lleva cuarenta años ejerciendo la tarea- y Jesús Canfrán, la prendían. En pocos minutos, la temperatura subía, de manera que, los cero grados que hacían a esa hora se convertían en más de veinte, al menos en la Plaza de San Vicente, teñida de rojo por el reflejo de las llamas.

Con el crepitar de las llamas, los Dulzaineros de la Cofradía, apostados bajo el mismo arco de la puerta de la Casa del Doncel, hacían mover los pies a diestro y siniestro a los cientos de seguntinos que se dieron cita en la Plaza, acompañados por los tamborileros.