Palazuelos, la historia de una villa amurallada

Cuando se habla de localidades enteramente amuralladas, muchos mencionan a Ávila, con su perímetro medieval. Incluso, los más avezados se refieren a la capital lucense, gracias a su monumento de origen romano. Sin embargo, una gran mayoría desconocemos la existencia de una villa arriacense que también cuenta con una relevante muestra patrimonial de estas características. Nos referimos a Palazuelos, la pedanía más poblada de Sigüenza, emplazada a tan sólo seis kilómetros de la Ciudad del Doncel.

El legado pétreo de sus calles confiere a la localidad una evidente imagen ancestral. “Aquí, el viajero va a encontrar las huellas de la Edad Media por todos los rincones”, confirma el cronista provincial arriacense, Antonio Herrera Casado, en su libro «Guía de campo de los castillos de Guadalajara». Esta situación es posible gracias a su herencia edificatoria, “porque no solamente una fortaleza completa existe aquí, sino por todo el amurallamiento original que proporcionó su dueño en el siglo XV, el marqués de Santillana”.

De hecho, Herrera Casado enfatiza que este pueblo serrano se alza como “uno de los pocos que, en España, se conserva totalmente amurallado”. El referido monumento “se refuerza en ocasiones con cubos en las esquinas, a los que se penetra por uno de sus muros, bajo arco ojival, y se sale hacia el pueblo por otro diferente y lateral”, explica el cronista provincial arriacense. “Es el clásico sistema de «acceso en zig–zag» tan propio de la Edad Media para la mejor defensa de las fortalezas, y que los Mendoza utilizaron en casi todas sus construcciones”.

Pero si el perímetro amurallado de Palazuelos es digno de mencionar, no lo es menos su castillo, que se alza inserto en el baluarte defensivo. Más concretamente, en su lienzo noroeste. “Le rodea una barbacana o defensa baja, a la que se penetra desde la villa por una puerta que tuvo puente levadizo, y que está escoltada por dos desmochados torreones”, se explica en «Guía de campo de los castillos de Guadalajara».

En el interior de la fortaleza se alza el complejo principal, que consta de “un edificio alto, cuadrado, herméticamente cerrado y rodeado de dos cubos en las esquinas y una gran torre del homenaje adosada al muro de poniente”. El acceso se encuentra –precisamente– en dicho muro occidental, reeditándose el modelo zigzagueante observado en otros puntos de la localidad. El complejo se levantó en la segunda mitad del siglo XV y, como ocurre con otros elementos de la pedanía seguntina, se puede atribuir al esfuerzo del marqués de Santillana –Íñigo López de Mendoza– y al de su vástago, Pedro Hurtado.

Sin embargo, el patrimonio palazueleño no termina aquí. También es digno de visitar el templo de San Juan Bautista, de clara inspiración románica. “Cuenta con una espadaña estrecha, orientada a poniente, y una portada bajo pórtico formada por un vano semicircular, cobijado por tres arquivoltas lisas, de arista redondeada, y un dintel al interior, escoltado por dos columnas a cada lado y sendas jambas lisas, rematadas en sencilla imposta”, indica Antonio Herrera Casado, en «El Románico en Guadalajara». “Los capiteles que remataban las columnas, si los tuvo, han desaparecido”. En el interior del oratorio, destaca el retablo barroco.

Estos elementos –la muralla, el castillo y la iglesia parroquial– se unen a otros elementos de relevancia, como la fuente grande, la plaza Mayor y diversas casonas con escudos heráldicos, ejemplos del pasado noble de la localidad. “Ello le confiere al conjunto un aspecto medieval que Palazuelos ha conservado con pureza”, confirma el cronista provincial arriacense en «Sigüenza, una ciudad medieval».

El origen de todo
Pero, ¿cuáles son las raíces de esta población? Las mismas se pierden en la noche de los tiempos. Palazuelos debió permanecer habitado en épocas prerromana, romana, visigoda y musulmana. Sin embargo, su fisionomía actual se comenzó a generar durante el Medioevo. “Su historia se fundamenta en la de los múltiples señores que, durante siglos, la poseyeron”, confirma Antonio Herrera Casado. En primer lugar, y tras la conquista castellana sobre los árabes, perteneció a la Tierra y Común de Atienza.

Empero, esta coyuntura no fue eterna. Poco después, Alfonso X El Sabio donó la mencionada población a doña Mayor de Guillén, junto a Cifuentes y Alcocer. No mucho después, Palazuelos fue transmitido a Beatriz de Portugal, quien –al mismo tiempo– legó el lugar a su hija, doña Blanca, que –en aquella época– era abadesa de Las Huelgas, en Burgos. Tras ello, la villa fue vendida en dos ocasiones. En primer lugar, al infante don Pedro, vástago de Sancho IV. Y posteriormente –en 1315– al obispo seguntino, Simón Girón de Cisneros. El enclave permaneció bajo el poder episcopal durante las siguientes décadas.

No será hasta la segunda mitad del siglo XIV cuando la localidad pasó a formar parte de las propiedades de los Mendoza. En 1380 ya se hallaba entre la herencia que Pedro González de Mendoza entregó a su hijo mayor, Diego Hurtado. En 1404, Palazuelos fue heredado por Aldonza de Mendoza, aunque posteriormente su hermanastro Íñigo López –conocido por ser el primer marqués de Santillana– pasó a ser su propietario. A lo largo de su mandato se inició la construcción del castillo y de las murallas de la localidad. Las obras fueron finalizadas por Pedro Hurtado de Mendoza, hijo del anterior y que también fue señor del lugar.

La villa permaneció durante las siguientes centurias bajo la dominación mendocina, de la mano del linaje de los duques de Pastrana. Así ocurrió hasta la abolición de los señoríos en la Constitución de 1812. Todo este devenir dejó su impronta en la localidad, que fue protegida por el decreto 19/2002 de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, con la figura de Bien de Interés Cultural, de acuerdo a la categoría de Conjunto Histórico. Una circunstancia que no ha impedido que la fortaleza palazueleña pasara a manos privadas, tras una subasta auspiciada por la dictadura franquista en 1971. Eso no ha sido óbice para que este complejo haya sido reconocido y puesto en valor por su luengo pasado, porque –al fin y al cabo– la importancia de la historia es muy evidente. Como dijo el escritor, orador y político romano Cicerón:

«No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños»

Bibliografía
HERRERA CASADO, Antonio. «El Románico de Guadalajara». Guadalajara: AACHE Ediciones, 1994.
HERRERA CASADO, Antonio. «Guía de campo de los castillos de Guadalajara». Guadalajara: AACHE Ediciones, 2000.
HERRERA CASADO, Antonio. «Sigüenza, una ciudad medieval». Guadalajara: AACHE Ediciones, 1991.