Yebra también merece una visita

El origen de esta localidad se pierde en la noche los tiempos. El mismo nombre de «Yebra» proviene etimológicamente de «Aebura» o de «Ebura» –según la fuente que se consulte–, una tribu germánica que –a lo largo de las invasiones celtas– arribaron a la Alcarria Baja. Justo la comarca en la que se asienta el actual municipio arriacense. Por tanto, en enclave yebero ha estado poblado desde hace más de un milenio y medio. Sin embargo, la localidad comenzó a coger auge a partir de la conquista castellana, en el siglo XI.

Tras la retirada de los árabes de la zona, un grupo de cristianos –cuyos líderes estaban vinculados a la Orden militar de Calatrava– fundaron el pueblo original. Desde aquel hito, han transcurrido 10 siglos, en los que el municipio ha ido evolucionando hasta adoptar la imagen actual. Aprovechando esta circunstancia, los calatravos se hicieron señores de Yebra. Un título que mantuvieron hasta el siglo XVI. Un poco antes, en 1459, el enclave fue considerado villa gracias a las gestiones realizadas por Pedro Girón, gran maestre de la referida entidad castrense.

Sin embargo, con la llegada al trono de Carlos V, todo cambió. “El emperador inició la enajenación de las villas y los lugares de las órdenes militares”, explican desde el Consistorio. “Ante esta nueva realidad, los yebranos decidieron pagar a la Corona 2.500 ducados para no ser puestos a la venta a ningún particular”. Gracias a esta decisión, el pueblo “continuó siendo de realengo y comprendido bajo la gobernación de Zorita, pero sin ningún noble que estuviera exento de pagar impuestos”.

Tras la consecución de su autogobierno, el municipio vivió una gran eclosión económica y demográfica. Un progreso que no finalizó durante las siguientes centurias, hasta llegar al siglo XIX, cuando se registraron cerca del millar de habitantes, que se dedicaban a diferentes actividades económicas. Entre ellas, la explotación de las canteras de yeso y de la madera, o la producción de aceite y de vino. De hecho, esta villa aparecía descrita en el decimosexto volumen del Diccionario geográfico-estadístico–histórico de España y sus posesiones de Ultramar, realizado por Pascual Madoz.

En el mencionado compendio se indicaba que el enclave contaba –a mediados del XIX– con 280 casas, entre las que destacaba el complejo consistorial; la escuela de instrucción primaria, tanto masculina como femenina; el pósito; o la iglesia parroquial, dedicada a San Andrés Apóstol. Asimismo, en su término municipal se distinguían varios manantiales de agua dulce; las ermitas del Niño Jesús, de la Soledad, de Nuestra Señora de los Remedios, de Santa Ana y de San Juan. Incluso, Madoz describía un despoblado, el de Villamayor, del que no quedan mayores noticias. En las cercanías también se distinguían tres montes de encina y roble.

Por tanto, la localidad contaba con un gran dinamismo, que se prolongó a lo largo de las siguientes décadas. Gracias a este impulso, a inicios del siglo XX, Yebra arribó a los 1.400 habitantes, siendo uno de los municipios más poblados del entorno. La ocupación principal de los vecinos continuaba siendo el sector primario. Más concretamente, la agricultura, aunque se fueron añadiendo nuevos sectores. Entre ellos, la producción de lienzos o las explotaciones de aves. Sin embargo, a mediados del siglo XX, se produjo un éxodo rural, que afectó a la práctica totalidad del país. También a Yebra, que descendió hasta los 490 vecinos actuales. Sin embargo, el pueblo tiene mucho que ofrecer. “Las labores agrarias no han dejado de tener su importancia en la localidad, pero varias pequeñas industrias y negocios han enriquecido la oferta de este municipio durante los primeros años del siglo XXI”, confirman fuentes consistoriales

Villa monumental
Sin duda, nos encontramos ante un municipio con una luenga historia a sus espaldas. Un devenir que se ha acabado reflejando en el patrimonio yebrano. Uno de sus ejemplos más importantes es la iglesia parroquial de Santiago Apóstol. “Construida en el siglo XVI, está edificada en cantería y sillarejo. Consta de dos naves, aunque su proyecto original contenía tres. De esa tercera únicamente quedan vestigios de su iniciación”, explican desde el Ayuntamiento. Cada uno de estos espacios posee “cuatro tramos separados por arcos apuntados sobre pilares redondos y cubiertas por crucería”. Además, “en la sacristía se conserva un cáliz regalo de la Reina Isabel II”. Sin embargo, la pieza de mayor valor de este templo es una custodia del XVII.

Asimismo, se han de mencionar las ermitas que –aún hoy– se pueden visitar en la localidad. La primera es la dedicada a Santa Ana y ubicada al lado del cementerio. “Es una de las principales joyas arquitectónicas de Yebra, destacando tanto por su imponente aspecto exterior como por el bello acabado de su interior”. Al mismo tiempo, se debe hacer referencia al oratorio dedicado a la Virgen de la Soledad, que se encuentra en la entrada del pueblo. “Este templo es el encargado de ser la casa de la patrona de la villa, por la cual lleva su nombre”. En consecuencia, acoge en su seno diversos eventos religiosos y festivos. “Hace unos años fue restaurada, cambiando su fachada antigua de ladrillo por otra de piedra”.

Por último, el caminante no se puede perder la Fuente del Pilar Chiquito, que se emplaza en el centro de Yebra, detrás de la Casa Consistorial. “Con un aspecto renovado desde hace unos años, ya no es el lugar elegido para lavar la ropa, como lo fue hace décadas”, confirman desde el equipo de gobierno yebrano. Sin embargo, “sigue siendo un emplazamiento con mucho encanto”. De todo su conjunto llama la atención “la forma de cabeza de león de sus tres caños”. Se trata de un aliciente en una población con centenares de historia a sus espaldas y que bien merece una visita. El caminante se dará cuenta que esta población tiene mucho más que ofrecer que lo aseverado por las noticias durante los últimos años. ¡No te lo pierdas!

Bibliografía
MADOZ, Pascual. Diccionario geográfico–estadístico–histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid: 1845–1850.