El románico está muy presente en Guadalajara

El arte forma parte de nuestro pasado. Habla de una historia compartida. Es un elemento primordial del legado pretérito. La evolución de los estilos arquitectónicos es un claro ejemplo de ello. Son reflejo del momento y del lugar en el que surgieron y se desarrollaron. Cada uno tiene una significación y unas características concretas. Y, para muestra, el románico, que se constituyó como la primera gran corriente arquitectónica europea. Se extendió –en sus diferentes variantes– a través de varios países del continente. Entre ellos, Francia, Italia, Alemania o España, donde ocupó gran parte de su territorio.

De hecho, cuando se menciona esta tendencia, a muchos nos viene a la cabeza el norte de peninsular. Incluso, los más avezados se remiten a algunos ejemplos de Castilla y León, como la iglesia de San Marcos –en Salamanca capital–, uno de los pocos templos redondos existentes en el mundo. Sin embargo, Guadalajara también cuenta con importantes muestras de este estilo. Sólo hay que pasearse por la serranía para comprobarlo. Allí se emplazan algunos santuarios rurales de los siglos XII y XIII dignos de mención y con una riqueza estilística muy reseñable.

Esta comarca “esconde entre páramos, barrancos, montañas y parajes de agrestes escarpes rocosos, una de las más extraordinarias muestras monumentales del patrimonio histórico-artístico de toda Castilla-La Mancha”, subrayan los técnicos de turismo de la Diputación arriacense. Estos templos románicos se alzan como “un conjunto de singulares construcciones serranas caracterizadas por su armonía, sencillez y originalidad”.

Desde el punto de vista cronológico, dicha tendencia arquitectónica apareció en la tierra guadalajareña tras la mal llamada «Reconquista», aunque su influencia se prolongó durante todo el proceso repoblador posterior. Más concretamente, la génesis de este estilo se dio entre finales del siglo XI y el ocaso del XIII, confirma el cronista arriacense Antonio Herrera Casado en su libro «El Románico de Guadalajara».

Algunos ejemplos de dicha corriente se hallan en las iglesias de Santa Coloma, en Albendiego; de San Bartolomé, en Campisábalos; y de San Pedro Apóstol, en Villacadima. “Son tres magníficas joyas del expresionismo románico de finales del XII y principios del XIII”, enfatizan desde la Diputación caracense. “Junto a estos espectaculares rincones serranos, encontramos también la villa medieval de Atienza, donde volvemos a sorprendernos al conocer su asombroso muestrario de templos románicos”.

 

Además, se deben mencionar otros casos, como la Iglesia de San Salvador en Carabias, donde “descuella el sorprendente y espléndido atrio porticado de su recoleta iglesia”.

 

Asimismo, no se pueden pasar por alto los templos de Romanillos de Atienza, Hijes, Pinilla de Jadraque, Bustares, Riofrío del Llano, Jodra del Pinar, Gascueña de Bornoba o Saúca. “Nos encontramos con un verdadero tesoro arquitectónico ante el que el visitante quedará deslumbrado por la armonía de sus volúmenes y la fantástica imaginación que se vislumbra en la piedra esculpida”, confirman los gestores turísticos de la institución provincial.
Los imprescindibles.

De esta manera, se pueden encontrar numerosos ejemplos de edificios románicos en territorio arriacense. Ocupa un lugar protagónico la iglesia de San Bartolomé, en Campisábalos, levantada en el siglo XIII. De sus elementos más significativos destacan un atrio de cuatro columnas y un «mensario», emplazado en la pared exterior de la capilla aneja de San Galindo. En esta composición pétrea se reflejan diversas actividades relacionadas con el trabajo en el campo a lo largo de 12 meses. “Al final de la serie se añade una escena de caza […] y otra más caballeresca, en la que dos guerreros medievales juntan sus lanzas a caballo”, explica Antonio Herrera Casado. Este tipo de obras de arte servían para representar el control del tiempo.

Pero el rastro del primer estilo «paneuropeo» no finaliza aquí. Hay muchas otras poblaciones en las que existen muestras del mismo. Un ejemplo es la parroquia de Villacadima, cuya parte más antigua –correspondiente a la portada– se encuentra fechada en la primera mitad del siglo XIII. “El templo […] sufrió un acelerado proceso de ruina que ha sido detenido gracias a una modélica restauración de la mano del arquitecto Tomás Nieto y de la Consejería de Cultura de Castilla-La Mancha”, confirma el cronista provincial.
Asimismo, se debe mencionar el caso de santa Coloma, en Albendiego. El santuario se emplaza a las afueras de la localidad, a poco más de 300 metros del casco urbano. “Se trata de un edificio inacabado, con añadidos del siglo XV. De nave única, en el exterior nos muestra la espadaña –de remate triangular– a los pies, sobre el muro de poniente”, indica Antonio Herrera Casado, en su libro «Iconografía románica en Guadalajara». Además, se distingue “el ábside completo rematando al monumento por levante”.

Del exterior, destaca la semicircularidad del ábside, que divide su superficie en cinco tramos, separados “por cuatro haces de columnillas adosadas”. En las tres secciones centrales brotan sendos ventanales, abocinados, formados por arcos de medio punto. “Dichas aberturas llevan –ocupando el vano– unas celosías de piedra tallada, que ofrecen magníficos dibujos y composiciones geométricas, distinguiéndose tres en la ventana de la derecha, cuatro en la central y una sola en la de la izquierda, pues las otras dos que la completaban fueron destruidas”.

El espacio interno de santa Coloma presenta un coro a sus pies. Además, “muestra, en su cabecera, el arco triunfal con gran dovelaje y capiteles foliáceos, que da paso al presbiterio, a partir del cual se abre el ábside iluminado por los calados ventanales”, describe el cronista provincial. “A ambos lados del presbiterio, se abren sendos arquillos semicirculares que dan entrada a dos capillas primitivas –escoltadas de pilares y capiteles muy bien conservados–, tenuemente iluminadas por los ventanales ajimezados del exterior”.

Unos casos que no paran
Otro de los ejemplos incluidos dentro del románico arriacense es la parroquia de San Lorenzo de Bustares. Esta iglesia se caracteriza por su portada –definida por sus arquivoltas–, por su única nave y por la pila bautismal del mismo estilo. El complejo se encuentra coronado por una recia espadaña, donde se distinguen tres arcos destinados a sendas campanas.

De esta forma, el románico se implantó en diferentes puntos de Guadalajara. ¡Y de qué manera lo hizo! Tuvo una gran relevancia. No en vano, son muchas las localidades de la provincia que cuentan con un ejemplo de este estilo. Estas edificaciones hablan del pasado de dichos municipios. Porque, como dijo el historiador griego Dionisio de Halicarnaso:

«La historia es una filosofía en ejemplos»

Bibliografía:
HERRERA CASADO, Antonio. «El Románico de Guadalajara». Guadalajara: AACHE, 1994.
HERRERA CASADO, Antonio. «Iconografía románica en Guadalajara». Guadalajara: AACHE, 2014.